Empfindung - Ultimo interludio

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Napoles, 1994

Amadeo tenia demasiado control sobre su propio trabajo y vida desde muy joven como para no notar anormalidades en medio de su profesion, frunciendo el entrecejo y mirando los numeros en su bloc de notas penso una y otra vez si acaso habia contado mal, los objetivos se le redujeron notablemente y pronto noto que no habia asesinado a la tercera parte de lo que el estaba acostumbrado, muy por el contrario, pronto los objetivos simplemente salian de su lista cuando los clientes le llamaban a decirle que su presencia simplemente ya no era necesaria en el trabajo. Las personas simplemente no se retractaban de la nada en contratar un sicario, en la mafia los negocios se hacian o se hacian, averiguando un poco mas, y decidido a ver que diablos sucedia simplemente decidio ir al sitio donde veria al objetivo de todas formas, lo unico que encontraba eran los cuerpos, aparentemente habia alguien que ya se estaba haciendo cargo de SU trabajo y se le adelantaba, alguien letal, frio, y que trabajaba desde una distancia lo suficientemente prudente como para escabullirse y que el no lo viera. se ponia a las alturas de los cuerpos y veia las heridas de bala, collarines perfectos de entrada y balas ciertamente bastante costosas, quien sea que se le estuviera adelantando era mucho mas inteligente que el.

Robarle a la mafia era malo, robarle a un asesino aun mas, ¿pero robarle a EL?, eso era una sentencia de suicidio, el bastardo directamente queria morirse si no temia robarle las misiones a el. Formaggio se rio de el cuando lo vio regresar antes de lo esperado, riendose de lo mismo suponiendo el porque, de nuevo lo habian dejado sin nada que hacer y el bastardo que le robaba ocultandose, no sabia quien era, como lucia, ni siquiera encontraba una razon por la que decidian robarle a el en especifico, y mas aun quien seria lo suficientemente audaz para ello. Simplemente, tal como se lo sugirio Prosciutto empezo a poner mas atencion mientras trabajaba, o al menos mientras estaba en la calle, que tipo de personas lo rodeaban, y quien podia parecerle lo suficientemente peligroso o idiota, y esperaba que al menos aquello le funcionara.

Gelato, por su lado, no podia comprender como podia resultarle tan ridiculamente sencillo simplemente conseguir esa informacion, quiza se debia a que habia cosas de su entrenamiento militar que aun no olvidaba, que no sabia como ignorar las conversaciones ajenas, que aun le molestara que los italianos hablaran tan alto, tan fuerte y de cosas tan obvias que a nadie le parecia sospechoso que hablaran de asesinar a alguien a plena luz del dia, "Los italianos son idiotas....." se decia a si mismo la primera vez que lo vio, de espaldas y bebiendo un cafe ignorando por completo que estaban pegados casi espalda con espalda, el simplemente se mantuvo en silencio y escucho, era un asesino a suelto, un mafioso aparentemente por la forma en que se vestia y actuaba, no veia armas visibles y de hecho si lo hubiera visto de lejos hubiera pensado que no era peligroso, pero lo era, demasiado, sin embargo, preso aun de las secuelas de su TEP no sintio miedo, su sentido de autopreservacion, practicamente nulo y sin utilidad alguna, no le advirtio que estaba al borde de meterse a la boca del lobo, a uno que iba a devorarlo literalmente.

Las primeras misiones que le robo no fueron la gran cosa, simplemente conseguir un lugar lo suficientemente alto, recostarse con su SSG y esperar, luego disparaba con un silenciador y se marchaba, el mas que nadie sabia que cuando se hacia un trabajo de esa indole siempre habia un encargado quien era enviado por el dueño de la mision, lo veian y luego le pagaban, el no lo hacia por dinero, quiza por aburrimiento, quiza porque queria burlarse un rato del pobre incauto al que le habia robado o simplemente porque no tenia nada mejor que hacer, aprendio que hacer de asesino a sueldo de forma independiente era mucho mas eficiente que ser parte una mafia, pues las ganancias eran netas y no le debias impuesto o tributo a un superior, las primeras 30 millones de liras en su cuenta le resultaron bastante incentivo para atreverse a seguir, a seguir robandole al mismo incauto quien aparentemente no notaba su presencia.

C'est la vie (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora