2. De juguetes

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Tú y yo, enamorándonos, lucimos como juguetes de la vida; siendo controlados por la mentalidad de una niña que cree en cuentos de hadas

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Tú y yo, enamorándonos, lucimos como juguetes de la vida; siendo controlados por la mentalidad de una niña que cree en cuentos de hadas.

Si algo había notado Marinette en el poco tiempo que había radicado en la Mansión Agreste era las risillas tímidas que se echaban las más jóvenes de la servidumbre mientras entre sus labios salía el nombre "Adrien"

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Si algo había notado Marinette en el poco tiempo que había radicado en la Mansión Agreste era las risillas tímidas que se echaban las más jóvenes de la servidumbre mientras entre sus labios salía el nombre "Adrien".

—Ay, Clement; te imaginas si un caballero como él pusiera los ojos en mí.— Marinette negó con algo de exasperación desde la mesa en la que estaba sentada. ¿Caballero? Ese tipo era un lunático, lo que tenía de físico bonito le faltaba de cordura. Apretó los labios resignada a continuar sus bocetos para presentárselos esta tarde a Gabriel.

—¿Qué? ¿A ti tampoco te cae Adrien?— dijo Madame Cesaire mientras batía huevos con agilidad. Marinette iba algún par de veces a la cocina a pasar el rato hablando con la mamá de su mejor amiga, quien era la cocinera de los Agreste. Ella había sido por varios años la chef personal de esa familia, por lo cual cuando se mudaron a Inglaterra, se tuvo que ir con ellos. La azabache negó.

—No, no es eso. — añadió pensativa.— Creo que es un buen chico.— cortó de repente. La morena seguía viendo con curiosidad a la joven de ojos azules. En definitiva era mucho más callada que su parlanchina hija Alya; pero le agradaba, sus silencios no eran incomodos.

—Creo que hay un "pero" ahí.— enunció inquisitiva la mujer. Marinette le dio una pequeña sonrisa divertida. Madame Cesaire le gustaba inmiscuirse demasiado.

—No hay ningún "pero", simplemente creo que es un buen chico; no tengo porque idolatrarlo.

No. Ella aún no olvidaba lo que había ocurrido el día de la estación. Si era sincera, cada vez que recordaba esa tarde y los coqueteos indiscretos de aquel lunático sus mejillas se encendían; pero tanto él y ella estaban bastante ocupados como para ponerse a discutir si hubo una verdadera conexión aquel día. Él tenía que seguir el teatro de "soy el señor perfecto" y ella tenía que aprender más sobre el diseño.

Madame Cesaire prefirió callar y seguir con lo suyo, permitiendo a Marinette seguir con un montón de bocetos los cuales muchos terminarían en la basura para el final del día. Si Paris alguna vez fue la capital de la moda, Londres, la ciudad más importante de ese país, quería sobrepasarla; se exigían demasiado para poder algún día ser llamados "la ciudad del futuro" y con ello, la manera de vestir había evolucionado drásticamente. La ropa ya no era igual de ostentosa y enorme, pero sí tenían que portar la misma elegancia y sofisticación sin llegar a dañar la vista en detalles.

Entre tinta y telas // AdrinetteWhere stories live. Discover now