Seis

108 1 0
                                    

Su casa era la típica construcción de campo. Pequeña y rústica, al menos en apariencia.

-Si quieres puedes entrar o esperar aquí, solo voy a cambiarme –me dijo al salir del coche.

-Entro, entro… –dije al salir del coche.

Solo faltaba que me quedara sola en los parajes nocturnos de la huerta profunda y me asaltara algún loco.

El recibidor no era nada de lo más reseñable, o al menos no hasta que me fijé en el compendio de fotos de familia que adornaban la pared.

-La segunda puerta a la derecha es la cocina, por si quieres algo –me dijo, mientras yo miraba las fotos.

Podía ver fotos de el de niño, con el pelo cortado a cazo y rubiete, se le veían los ojos mas verdosos si cabe.

-Tú no eres de aquí, ¿verdad?

-No –me contestó con la voz amortiguada por la puerta cerrada de su habitación-, soy de Madrid. Pero toda mi familia vive aquí.

Eso explicaba por qué no conocía a nadie en las fotografías, aunque yo tampoco era de aquí, así que...

El suelo de la casa era de madera. Era la primera vez que lo veía en una casa de campo, lo que me indicaba que Rodrigo poseía pasta gansa. Al menos si él no lo tenía, su familia sí.

Los muebles eran modernos, pero no lo suficiente como para que pensaras que eran recién traídos de Ikea.

Mantenían una línea entre lo rustico y lo chic, aunque no sabía si eso podía pasar. Yo no entiendo nada de decoración de interiores, pero aquella casa era bonita.

-¿Vives solo?

-Sí, el resto de mi familia vive en el centro del pueblo en pisos.

Se acercó a mí tras salir de su cuarto ya vestido. Vaqueros, camisa de manga corta blanca y una sonrisa espectacular. Y no es que no pensara que solo con esa sonrisa no estuviera ya totalmente vestido, pero el blanco le sentaba genial gracias al moreno que lucía.

-¿Qué tal estoy? –me preguntó, coqueto.

Tuve que aclararme la garganta y dominar mi primer impulso –que siempre era el de llamarle tío bueno y arrojarme a sus brazos- y decirle con voz contrita que estaba presentable.

Sonrió y a mí se me humedecieron las braguitas –en el caso de que aún las tuviera secas, porque este hombre me hacía sentirme húmeda todo el tiempo.

-Si ya estás, podemos irnos, ¿no? –dije, en un intento de salir de aquel ambiente tenso que me daban ganas de quedarme allí toda la noche con él.

-Claro, pero antes me apetece cenar algo.

-Pensaba que iba a ser una parada corta –dije, mientras se me secaba la boca viéndole ir hasta la cocina, meneando el trasero contorneado en el proceso-, mis amigas me esperan.

-Tus amigas te han abandonado,  poco les importará si tardas un poco más.

En eso tenía razón, puede que llegara tarde y a ellas no les importara ni un pimiento. Total, habían hecho que me subiera en el coche con él, apenas sin conocerlo.

-¿Tu quieres algo?

-No gracias –le dije, aunque no porque no tuviera algo de hambre.

Había comido un poco en casa de mi tía, no lo suficiente para cenar bien pero si lo justo como para que se me calmara el apetito en ése momento. Y ahora que lo veía salir de la cocina con una tabla de quesos y jamón, sentí como rugía mi estomago con fuerza.

-Pues, ahora que veo la comida sí que me apetece –dije, con una sonrisa en la boca.

Me contestó con una sonrisa mientras volvía a la cocina.

-¿Quieres algo de beber?

-Agua, gracias.

La tabla parecía apetitosa, tanto que no me pude resistir a coger un par de trozos de queso. Ummmm, pensé. Estaban bien ricos.

-¿Qué tipo de queso es? –le pregunté al verlo salir con agua y dos vasos.

-No lo sé, me lo trae mi tío y nunca sé qué queso trae.

-Pues dile de mi parte que está buenísimo.

-Hombre, no esperarás que le diga a mi tío que piensas que está buenísimo.

-No me refería a eso –dije riéndome por la equivocación.

Pero sabía perfectamente que él lo había hecho aposta, solo para provocarme unas risas.

-Cuéntame algo de ti, de tu familia. Ya que has cotilleado mi casa, por lo menos que estemos en tablas.

-Pues yo tengo mucha familia aquí, como tú. Y siempre intento pasar tiempo aquí porque es donde están mis amigas. De hecho, prácticamente me paso todas las fiestas aquí.

Introduje otro pedazo de queso en mi boca mientras él me miraba. Puede que él lo viera como una provocación, pero era simplemente yo comiendo queso. ¡Mentira cochina!, que sí, que estaba intentado ser provocativa pero no sabía si estaba surtiendo efecto.

-Y tú, ¿cómo has acabado de socorrista?

-Pues si te digo la verdad, ni idea. Me surgió la oportunidad y me apunté.

-Pues gracias a ti se tiene que llenar el ayuntamiento de dinero en entradas de piscina.

-Tampoco tanto –dijo riéndose.

Pero a mí no me engañaba, pues había visto con mis propios ojos que el ochenta por ciento de bañistas eran chicas.

Mantuvimos una conversación divertida mientras comíamos queso y jamón, hasta que me quitó un trozo de queso del labio con sus dedos.

-Lo siento, es que me estaba desconcentrando –me dijo con una sonrisa.

¡Qué vergüenza madre! Desde que tenía cinco años que aprendí como meter comida en mi boca perfectamente sin que se me cayera nada, y hoy tenía que ser el día en que se me quedara un trozo de queso fuera.

-Espera –me dijo, serio-, tienes otro trozo de queso aquí.

Se acercó a mí y me besó

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Se acercó a mí y me besó.

Cuando calienta el sol  [EROTIC SUMMER SERIES]Where stories live. Discover now