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Capítulo 18

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"Goza inteligentemente de los placeres de la mesa"

―Epicuro

***

Era inevitable estar enojada conmigo misma.

La tensión que existía entre Thomas y yo cada día era más palpable. A lo largo de los dos siguientes días de la pelea, traté de hablar con él para aclarar el malentendido, pero las palabras quedaban atascadas en mi garganta.

Podría atreverme a decir que nos fastidiaba la tensión dispersa en el ambiente que importunaba nuestra relación. A pesar de saber lo insoportable que era, ninguno de nosotros parecía ser capaz de dar el primer paso, nadie sabía cómo remediarlo. Lo entendía. Era la primera vez que sucedía, era molesto, nuevo y desconocido. No sabía cómo solucionarlo, no tenía idea de cómo hacer que Thomas volviera a ser el mismo.

Mi pecho dolía.

Era la culpable, yo había causado el problema... yo debía hacer algo.

Estábamos los dos en la cocina esa mañana del día viernes. Me servía en un tazón un poco de leche para mi cereal mientras él preparaba su café matutino a un costado. Él soltó un bostezo.

―¿Dormiste bien? ―pregunté, esbozando una sonrisa diminuta. En otra ocasión lo habría visto a los ojos directamente, mirarlo con una cortesía indiferente, pero mi propia seguridad se encontraba por los suelos. Esperaba que mi intento de entablar una conversación presentara resultados.

―Ah, sí ―respondió tras una breve pausa.

Di algo más.

Di algo más.

Por favor, ayúdame, Thomas.

Me trasladé a la mesa del comedor con mi tazón de cereal en manos. Minutos después el me acompañó aunque permanecimos en completo silencio. Conseguí pronunciar dos palabras, superé el miedo de hablarle, ahora podía decir que había hecho el intento de arreglar las cosas.

Tomé una respiración profunda, armándome de valor suficiente para decir lo que llevaba guardando en el corazón. Quería ser libre de la culpa.

―Perdón ―dije, con los dientes apretados, afligida. De todas las barbaridades y estupideces que había hecho y dicho, esta era la primera vez que pedía disculpas. Era la primera vez que dolía y me importaba arreglar lo roto―. Yo no pretendía que las cosas terminaran así. No quería ofenderte ni lastimarte. Créeme, Thomas... lo siento.

Ayúdame, Thomas. Di que no tiene importancia.

Probablemente lo diría, quizá estaba sorprendido lo suficiente para no articular palabra todavía, después de todo, era la primera vez que hablábamos luego de dos días en silencio.

Silencio.

¿Qué podría estar pensando? Ansiaba preguntarle, saber qué pasaba por su mente. Su silencio me inquietaba y no hacía más que alborotar mis pensamientos. Sin embargo, temía que lo malinterpretara de alguna forma, temía que pensara que estaba tomando más atribuciones que no me correspondía.

Quedé viendo a la nada durante unos minutos, con los pensamientos dispersos y el corazón con un dolor que jamás había sentido. Tal vez le daba demasiadas vueltas a un asunto sin importancia; tal vez me confundía por nada. Después de todo, no era tonta...

Reí. Mentira. Era tonta e inútil. Encapsulada por emociones innecesarias perdí de vista lo importante y mi objetivo primordial. Distracción. Thomas era eso, una distracción. Fue la única persona que me dio un lugar al cual huir, al cual pertenecer mientras no pudiera ahogarme en mi propia debilidad. Thomas había sido un soplo de aire fresco que llegó a mi vida en el preciso momento, su comida era como la droga, mi desquite, mi adicción.

Enredada con el chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora