Capítulo I

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—¿Realmente piensas quedarte? Will, tú nunca te pierdes esto, por nada del mundo —se quejó la pelirroja, mientras tomaba su muñeca, en un intento de forcejeo para salir del salón.

Las noches de juegos se habían vuelto algo normal en aquel grupo de amigos, pero no era algo de extrañar el ver a aquel chico siempre tan distante e incómodo, pidiendo a gritos que le sacaran de aquel lugar, cómo si fuera para él una cámara de tortura. En realidad no era muy diferente, ¿A quién le gustaría ver al chico que le gusta besarse con alguien más? Al menos a él no. Ella lo sabía perfectamente, porque era su mejor amiga y la persona que más lo conocía en todo el mundo, puesto que le arrebató a Mike en un instante.

—Hoy me siento enfermo.

Mentía. Lo único que le enfermaba era el hecho de que Mike hubiese decidido invitar a Ce a su sótano a jugar su juego, porque sí, era especialmente de ellos. Nunca habían llevado a una chica, mucho menos a dos, y no tenía nada en contra de Max, pero no soportaba tener que ver a la castaña. Le parecía una completa tontería que el único momento que tenía para estar con él, fuera obstruido con la presencia de una persona. Claro, no decretaba odiarla ni algo por el estilo, sólo era que su presencia le apachurraba el alma, le hacía querer gritar y cometer crimen de odio contra ella... Bien, no le agradaba mucho.

—Claro, y yo soy rubia —dijo sarcástica, como si hubiese leído la mente del otro— No puedes ocultarlo todo el tiempo sólo porque las personas son muy tontas para notarlo, ¿Lo sabes?

—¿De qué hablas? —preguntó extrañado, con su voz temblando. Incluso su mejor amiga tenía conocimiento sobre sus extraños sentimientos, seguía pareciendo extraño admitirlo en voz alta.

—Oh, de nada, mejórate —guiñó, para después abandonar el aula, dejando a un Will solitario y confundido.

—¿Will no vendrá? —preguntó Mike, sujetando la mano de su chica mientras caminaban como si se encontraran en una película musical o algo así. Realmente era una escena molesta para cada uno de los presentes.

—Se siente mal —excusó la chica, sabiendo que sólo respaldaba aquella mentira que terminaba por hundir a su amigo. ¿Qué más podía hacer? De ninguna manera podía decírselo a alguien más sin lastimar los sentimientos del otro.

—Pero sin él no es lo mismo —interrumpió Dustin, con una mueca en su rostro, parándose frente a ellos para hacerles frenar—. Deberíamos convencerlo.

—Estará bien —dijo Mike, haciendo parecer que de repente no le importaba su mejor amigo, lo cual ya era bastante común desde que había conseguido una novia. Era realmente estúpido, no la clase de estúpido enamorado, sino un completo ciego y egoísta.

—¿Alguien puede recordarme qué pasó la última vez que lo dejaron solo? —preguntó Max, fingiendo credulidad, dirigiendo su mirada desafiante a Mike, como siempre lo hacía.

—Sé lo que intentas hacer, créeme, no funcionará —respondió el pelinegro, frunciendo los labios, pues sabía que en cualquier momento podría caer en aquel juego de molestarse por cualquier tontería, cómo perro y gato.

Todos le dedicaron una mirada seria, incluso algo sombría, sin necesidad de decir algo más, porque eran conscientes de que Maxine tenía razón. La última vez que lo dejaron solo terminó vagando en un mundo desconocido, escondiéndose de un monstruo que iba tras su vida, todo por su cuenta. Había sido un completo milagro encontrarlo con vida para que siguieran viendo su rostro tan inocente, que Mike olvidara eso era algo que molestaba a todos.

—¿Qué haces aquí? —apretó sus labios, tratando de contener su sonrisa, mientras se recargaba en la puerta, jugando con la chapa. Le daba gusto verlo, por supuesto, aunque no era lo que esperaba esa noche y nunca podía evitar ponerse nervioso en su presencia.

—Nunca te pierdes una noche de juegos, ¿Estás bien? —dirigió su mano hasta el rostro del menor, acariciando con su pulgar su mejilla, con toda la suavidad del mundo, siendo permitida por su piel sin imperfección alguna, cómo la de un bebé.

—Sí, sí... —no pudo evitar sonreír. Terminó tropezando con su propio pie al recargarse de más hacia adelante, como una princesa de película— Es decir, ¡No! Tengo fiebre —tosió falsamente, se sentía el mejor actor, hasta que sintió la mano del otro posarse en su frente, y la tos se detuvo como por arte de magia.

—Creo que tu temperatura está bien —en ese momento, su rostro se tornó rojo y, en consecuencia, Mike pudo sentir un poco el calor en este, apartando su mano—. Suspendimos la noche de juegos porque creímos que estabas peor, pero Ce y yo decidimos venir a visitarte.

—Ah —la sonrisa nerviosa de Will, aquella que le hacía parecer una chica de secundaria enamorada, desapareció en cuanto escuchó sus palabras, convirtiéndose en una expresión apagada— ¿Ella está aquí?

—Ya la había invitado a jugar y no podía cancelarlo, tú lo entiendes, ¿No?

—Sí, sí, yo —negaba con su cabeza, mientras se asomaba para buscar a la chica—, yo lo entiendo... Pero en serio estoy enfermo y no quiero contagiarlos, sería un mal amigo.

Intentó cerrar la puerta, pero era como si hubiese una piedra en el camino que le impedía hacerlo. Antes de que sintiera pánico, pudo ver a la chica detrás de Mike, con una sonrisa amable, usando su "don" para impedirle terminar la acción, mientras se recargaba sobre el hombro de su chico. Viró los ojos con un fastidio discreto.

—¿Mike se puede enfermar? —preguntó la chica, preocupada y avanzando detrás de él hasta entrar a la casa, curioseando un poco por el lugar con la mirada.

Terminaron sentándose en el sillón; Will en el individual, Mike y su novia en el más grande, y a pesar de tener mucho espacio, los dos estaban juntos, casi como si quisieran quedar pegados cuál chicles masticados... Ew. Ella recargaba su cabeza en su hombro, mientras él acariciaba su mejilla. Los ojos de Will reflejaban tristeza, incluso si tenía una sonrisa en su rostro, era cuestión de acercarse para ver el cristal que cubría su globo ocular, amenazando con llorar.

—¿Estás bien?

—Ya lo dije, estoy enfermo —respondió, a la defensiva, recibiendo una mirada extrañada por parte de su amigo.

Pero está... Sonriendo —Once no era una experta en sentimientos y emociones, eso ya había quedado claro antes, pero a Will le molestaba cada pequeña pregunta que hiciera.

—A veces las personas sonríen, incluso si no están bien, Ce —explicó Mike, tan comprensivo como siempre, o al menos con ella, que pareció sorprendida, como si esa respuesta la hubiese dejado en blanco.

—¿Cómo sabes cuándo alguien sonríe no-feliz?

—Uhm... Bueno...

—Con un poco de sentido común —respondió el menor, con el mismo tono de antes y desviando su mirada para evitar ver a Mike, que seguro ya le estaría maldiciendo en voz baja. Por dentro, una sonrisa triunfante se formaba en su tierno rostro.

—Will, ¿Podemos hablar?

—No.

𝐘𝐎𝐔 ↬𝐁𝐲𝐥𝐞𝐫Where stories live. Discover now