Capitulo diez.

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Dos semanas, dos semanas siendo ignorado por Dupain. Sin siquiera mirarlo en las reuniones que hacia con su padre, solo con el recuerdo de lo que sucedió en su viaje a París, con el recuerdo de sus labios contra los suyos y la suavidad de su piel.

La boda seria al día siguiente y ya no se sentía del todo seguro de lo que iba a hacer, de hecho... no estaba seguro. Quería ir corriendo a buscar a Marinette, volver a besarla y volver a tenerla en sus brazos.

Sabia que no vería a Kagami hasta el momento de la boda, se supone que tendría una "despedida de soltero" pero no tenía con quien hacerlo. Solo fue con su padre a tomar algo en un bar cerca de allí, pero ninguno de los dos tenían nada que decir. No podía pensar en nada, más que en lo que había sucedido con Marinette hace unos cuantos días, en su mente solo estaba el "¿que hubiera pasado si...?" ella tenia toda la razón, era un cobarde.

- No pareces del todo seguro. - dijo su padre. - ¿qué te preocupa?

- ¿Serias capaz de darme un consejo una vez en tu vida? - cuestiono el rubio dándole un último trago a su bebida alcohólica.

Gabriel dio un suspiro.

- Vamos, dime...

- ¿Qué pasa si no estoy seguro de lo que haré?

Gabriel dejó el vaso en la barra y miró a su hijo.

- Cuando iba a casarme con tu madre, no tenia ninguna duda, pero si miedo. Si te ves con Kagami el resto de tu vida o quizás, una gran parte, no tienes porque dudar. - hizo una pausa. - Ahora preguntate si realmente vez a Kagami el resto de tu vida junto a ti. Yo sé que podrás llegar a una conclusión. Adrien, nadie te obliga a casarte, es tu decisión.

Luego de aquella charla, el joven de veintiseis años se marchó, caminaba lento y trataba de llegar a una conclusión. No supo cómo, pero termino frente al edificio donde vivía Dupain, quedo parado por un buen rato, mirando la terraza del penthause de la fémina.

Entró al edificio y tomó un ascensor, al llegar a la puerta del departamento lo pensó por un momento y entonces con los nudillos de su mano toco tres veces la puerta de madera, nadie. Se percato que junto a la puerta había un timbre, volvió a tocar y nada.

En ese momento el ascensor que estaba tras suyo se abrió y entonces sintió que unos pasos se dirigían hacia él. Ahí estaba, con un vestido negro, ajustado al cuerpo, con un escote en V cubierto con tul y su cabello suelto.

- ¿Qué haces aquí?. - le preguntó ella mirándolo extrañada.

- Quiero verte, ya no aguanto. - agarró su brazo jalándola hacia él y la abrazo. - Por favor, no me rechaces.

Marinette correspondió su abrazo, sonriendo victoriosamente. Sabia que volvería a ella, tal vez él no sabia realmente lo que quería, pero pensaba hacer de las suyas y causar daño de una vez por todas, dejando sus emociones de lado.

Se miraron a los ojos y entonces él planto sus labios en los suyos, besándola con desesperación, como si no lo hubiese hecho en años, como si su vida dependiera de ello. Ella puso sus manos en sus mejillas, sus manos fueron bajando poco a poco hasta llegar a sus muslos.

- Adrien, aquí no. - decía entre besos, entonces tomo las llaves de la puerta y la abrió. Al entrar y terminar de trabar la puerta, la cargo cual princesa.

-- ¿Dónde esta tu cuarto?
-- Sube las escaleras, dobla hacia la izquierda y allí esta mi cuarto.
-- Allá vamos, My lady. - la llevó hasta su cuarto aún besándola.

Terminaron dejando caer prenda tras prenda y recostándose en la cama, para expresar el deseo y la pasión que sentían el uno por el otro.

* * *

El Sábado a las 09:00 a.m, el día era soleado y había una brisa agradable. Kagami Tsurugi estaba dentro de una limusina adornada con flores y moños, el cual se dirigía al gran salón lujoso donde se casaría con Adrien Agreste, junto a ella estaba Gabriel Agreste con su esposa.

En sus manos tenia un ramo de rosas rojas, su cabello corto color azabache tenia hondas que caían con delicadeza hasta sus hombros. Su vestido blanco, con mangas de tul que le llegaban hasta los codos, los cuales tenían encaje. Con escote corazón, cubierto de encaje también y una falda amplia, con flores blancas bordadas.

Llevaba una sonrisa en sus labios, la felicidad irradiaba de ella, después de semanas tan duras para ella. Su corazón no paraba de latir, sus mejillas estaban acaloradas y su estomago estaba revuelto. Miraba con impaciencia por la ventana polarizada.

Todos estaban hablando de su boda por diferentes cadenas de televisión y sabia que habrían periodistas filmando en vivo el momento.

Pasaron minutos, pero ella sintió que fueron horas. La limusina se estacionó y entonces la ayudaron a bajar. El exterior del salón era precioso, adornado con arbustos y flores.

Se dejo sacar varias fotografiás por parte de los fotógrafos. Sabia que su madre estaba adentro, hubiese querido sacarse fotos con ella, aunque las cosas tal vez no estaban tan bien entre ellas.

Dieron las 10:00 a.m, el señor Agreste la llevó hasta la entrada y esperaron escuchar la música típica de las bodas. Gabriel Agreste la miraba con una sonrisa al verla tan feliz y nerviosa a la vez. Y entonces escucharon la música, las puertas se abrieron y entraron, caminando por la alfombra roja de terciopelo; pero, de repente, su sonrisa se desvaneció, la música dejó de sonar y los invitados miraban la escena desconcertados. Las cámaras la miraban a ella, haciendo que el momento sea mas humillante.

Se soltó del agarre de Gabriel Agreste y salió corriendo del lugar completamente avergonzada. Un nudo se formaba en su garganta, su respiración era entre cortada y sus ojos se inundaron en lagrimas. Paro en un especie de laberinto que formaba parte de la decoración del exterior del salón.

Sus piernas flaquearon y entonces se dejo caer en el suelo. Dio un grito desgarrador mientras sus lagrimas caían y con el ramo de flores golpeaba el suelo, haciendo que los pétalos se desparramaran por el piso.

"Quítate la mascara" - Adrinette Donde viven las historias. Descúbrelo ahora