XIX

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Valeria bajó por la ventana de su habitación con dificultad. Cuando llegó a la calle, caminó con las manos metidas en su chaqueta de cuero negra hasta llegar a la parada de buses. "¿Qué estoy haciendo?" Se preguntó, estaba loca para aceptarlo después de lo que había pasado, no podía perdonarlo y entregarse de nuevo, pero de alguna manera, ella creía que él no era tan malo.

¿De donde venía esa clase de indulgencia de parte de ella? Todo este tiempo tuvo ataques mientras lo recordaba, mientras recordaba lo que había pasado. Sebastián había hecho lo posible para sanarla, pero no podía sacarla de esos recuerdos. Ella lo había visto, había visto sus ojos del diablo, pero esa noche que los había vuelto a ver parecía que no eran los mismos, había recordado la noche que se había metido en su habitación y le había besado la espalda, era él, no conocía otra mirada como la suya, nunca encontraría otra mirada que la hiciera calmar, ni otros labios que la hicieran distraerse del dolor, y aunque él fuera el culpable de ese dolor, él era la única medicina que la sanaba.

Lo que Sebastián intentó hacer en años, Luis lo había hecho en segundos.

Pero Valeria seguía teniendo miedo, desconocía ese enojo que había poseído a Luis ese día.

Aún así ahí estaba, bajando del bus discutiendo consigo misma hasta llegar al lugar de la cita.

Luis la había atrapado entre la pared cuando Valeria lo esperaba afuera. 

—Pensé que no llegarías —le susurró cerca.

Su respiración se había vuelto rápida, todavía sentía temor. —No podía dejarte plantado.

Pero le vio su sonrisa, la que amaba tanto. 

Él pasó su mirada a los ojos y a los labios de Valeria. Ella tuvo el recuerdo del laberinto, se había asustado, intentó huir; pero Luis la atenazó con su brazo, luego la soltó dándose cuenta que estaba mal, solo la asustaba.

—Lo siento, te juro que no volverá a pasar.

Valeria asintió viendo hacia el suelo.

—Vámonos de aquí.

—¿Eh? ¿a dónde?

Luis la tomó de la mano y caminaron por un largo tiempo.

—¿Vives aquí? —dijo cuando entraron a una casa.

—Sí.

—Está bonita  —dijo viendo hacia todos lados.

—Ven, quiero que hablemos.

Se sentaron en un sillón largo y bonito que hacía juego con la decoración de la sala. Luis tomó un mechón de su cabello aprovechando que Valeria estaba distraía viendo las paredes, eso hizo que ella cerrara los ojos y suspirara.

—Eres tan bonita, hace tanto no te veía tan cerca.

Luis puso su mano por descuido en su pierna, ella vio el acto y puso su vista en él.

—No tengas miedo.

Ella suspiró cerrando los ojos otra vez. —No sé que hacer, siento que tú ya no eres el mismo de antes, tal vez deberíamos no seguir intentando esto que teníamos.

—¿Ya no me quieres? —dijo mientras ladeaba su cabeza.

—No es eso.

—¿Es Sebastián? ¿Comenzaste a amarlo? —dijo con tristeza.

—No, Luis, esto no se trata de él. Piensa en lo que está pasando, esto no es sano. No está bien que me sigas, no está bien que te obsesiones conmigo, que seas inestable con tus emociones al tal grado de herirme. Y no hablo de mi pierna, hablo de mi corazón.

Arrebol del Atardecer #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora