P1.-La modelo de Pimentel.

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Cuando la luz del sol le dio de lleno en el rostro y su cabeza comenzó a doler como si tuviese dentro dos enormes bolas de demolición golpeando y derribando todo a su paso; Richard Camacho supo que ese definitivamente no iba a ser un buen día.

Se giró en la cama maldiciéndose a sí mismo en voz baja por no haber sido capaz de cerrar las cortinas la noche anterior. Tomó su celular de la mesa de noche y sonrió cuando un mensaje de Zabdiel apareció en la pantalla del aparato. ¡Pimentel acababa de firmar un contrato con ellos! Esas definitivamente eran buenas noticias.

La empresa de publicidad de Richard -del padre de Richard, mejor dicho- era una de las más importantes en Estados Unidos y que Pimentel firmara con ellos definitivamente era beneficioso. Para su cuenta bancaria lo era.

Se incorporó en la cama y se quedó observando la fotografía de su madre encima de la superficie de su escritorio. Inspiró profundamente y negó antes de ponerse de pie dirigirse al baño. Necesitaba con urgencia un baño que lo hiciera reaccionar y olvidarse de todo excepto de los miles de dólares que Joel Pimentel depositaría en su cuenta bancaria.

Richard era el tipo de persona que se enfocaba demasiado en su trabajo. Por eso su rostro y su nombre figuraban entre la lista de los cincuenta jóvenes más influyentes y adinerados de Estados Unidos con tan sólo veintidós años. Al principio él había querido estudiar medicina porque su buen corazón le decía que su vocación era ayudar a las personas y salvar vidas, sus intenciones eran buenas pero sus ganas no mucho una vez que su padre le había dado aquella charla motivacional sobre porque era importante que siguiera su ejemplo para preservar la economía familiar.

Y eso exactamente lo que había hecho.

Para Richard Camacho no existían imposibles, bastaba con tronar los dedos para que sus deseos se cumpliesen y él lo sabía. Tenía una regla trigonométrica como lema de vida y se encargaba de cumplirla al pie de la letra; por eso era exitoso.

Uno era insuficiente para alcanzar el éxito; por eso Zabdiel era su mano derecha además de su mejor amigo. Juntos eran la dupla perfecta y no había propósito que se pusieran que no cumpliera; la prueba era Pimentel Company.

Dos era el número perfecto, las mejores cosas fluían mejor cuando dos personas estaban en el mismo canal. Había una comunicación increíble y abundancia a partes iguales, eso Richard lo sabía y sus conquistas de una sola noche también.

Y tres sólo significaba una cosa; una multitud innecesaria e indeseable que creaba problemas. Muchos problemas. Tres era el número de la mala suerte. Por eso los evitaba a toda costa.

En pocas palabras; La vida de Richard era completamente perfecta.

(...)

—Pensé que no vendrías hoy...—señaló Zabdiel en cuanto lo vio entrar en su oficina. Richard negó.

—Cuéntame como fue.—pidió el rubio sentándose frente a Zabdiel. El castaño dejó escapar un largo suspiro y llevó su atención hasta el folder negro que tenía frente a él.

—La campaña publicitaria comenzará a grabarse a partir de mañana; es decir, Astrid tendrá que hacer el casting correspondiente y elegir a las modelos...—Richard negó.—¿No qué?

—¿Por qué Astrid tiene que elegir a las modelos?—cuestionó cruzando sus brazos por encima de su pecho.

—Bueno, porque recibe un sueldo mensual por eso...ese es su trabajo por si ya se te olvidó, Richard....—le recordó Zabdiel.

—Amigo...es una campaña publicitaria de trajes de baño.—observó él enarcando una de sus cejas.—Ese casting lo voy a supervisar yo mismo y si quieres puedes venir...

TRES DE DOS||Richard Camacho.||Completa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora