Primer Acto.

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La gente cree que las cosas que los asesinos hacen son parte de un problema mayor con los mismos.

Sin embargo ¿Cómo podría ser un problema mío, el obrar de otra persona?

La creencia de que todos tenemos un propósito en la vida ha mantenido viva a la humanidad durante miles de años.

Esa humanidad vana, mortal y egoísta.

Pero esa creencia de que todos somos parte de algo creado por alguien superior o que somos parte de un mismo todo, fue, es y será siempre una mentira.

No creo en la reencarnación, no creo en un ser omnipotente y omnipresente, no creo en el destino y no creo en la muerte.

Creo en lo que soy, en lo que fui y en lo que me convertiré.

Creo en los planes trazados, en la lógica y desde luego creo en las piezas.

El mundo es como un puzzle; o tienes las piezas o eres una de ellas.

La gente me llama asesino, se horrorizan de las atrocidades que he producido.

No obstante, intentan olvidar el dolor que causaron sus antepasados.

Desde la caza de brujas de los templarios hasta las torturas actuales y secretas que el gobierno somete a la gente, en gran parte inocente.

No es como si los culpara, al menos ellos tenían una meta en la vida.

Una causa por la que mereciera la pena vivir. O morir.

Pero los humanos mortales de ahora no viven para nada más que ellos mismo, para el consumo, el egoísmo.

Me llaman asesino en serie porque ayude a aliviar el sufrimiento de un par de vulgares mortales sin razón para estar vivos.

Pueden llamarme asesino si así lo quieren, pero yo tengo una meta para vivir.

Después de mucho tiempo, por fin he encontrado una razón para existir.

Un proposito en esta inútil existencia.

El caos.

Y las piezas del puzzle que tanto tiempo me costaron colocar en su lugar por fin están juntándose unas con otras.

Y empezando por ella.

Ivy Hearth.


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