20.

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    Randy había confiado ciegamente en la fuerza bruta y se había lanzado corriendo sobre ella, que era exactamente lo que esperaba. Dejó que el hombre cargase como un burro ciego hacia ella para luego apartarse ligeramente, usando la inercia de Randy en su carrera para hacerle caer al suelo con una simple zancadilla. En cuanto el hombre estuvo en el suelo ella no perdió el tiempo para clavarle la rodilla en la espalda y apretarle la cabeza contra el suelo para inmovilizarlo.

– Está bien, machote – dijo con voz tranquila, pero irónica. – Cuando decidas calmarte y puedas escucharme avísame, ¿vale?

– ¡Suéltame! – ordenó Randy, provocando que Myra se encogiese en su sitio, asustada, tratando de proteger a Jackson de la rabia de su marido. – ¡He dicho que me sueltes, ahora! ¡Hazlo antes de que sea demasiado tarde y tengas que lamentar algo! – gritaba, fuera de sí. – Esto no va contigo, esto es entre esa estúpida y yo, así que déjame en paz y no te metas en mis asuntos.

– Tus asuntos están poniendo en peligro al grupo, Randy y eso es algo que no pienso consentir porque me pone en peligro a mí. – explicó ella con paciencia.

– En cuanto me sueltes te vas a arrepentir de lo que has hecho, maldita niñata, te lo prometo – aseguró, tratando de calmarse para buscar una forma de escapar de aquella humillación. – Y en cuanto a ti…vas a lamentar mucho que hayan tenido que sacarte de este lío, nena – sonrió, mirando a Myra. – Oh, sí, ya lo creo… pensaba darte un par de lecciones y dejarlo estar, pero ahora te has ganado una auténtica paliza, de eso puedes estar segura – sonrió, viendo que la mujer se ponía cada vez más nerviosa. – En cuanto me suelte pienso hacer que te arrepientas de todo esto.

    Angy maldijo en silencio, sosteniendo la presión sobre el hombre sin ceder un ápice. La cosa se había complicado bastante: Jack estaba débil y Myra estaba completamente aterrorizada como para poder moverse; no podía levantarse de la espalda de Randy sin que este lograse soltarse y abalanzarse sobre ella o la propia Myra, pero sabía que debía hacer algo para poder acabar con la situación cuanto antes.

– Hagamos una cosa…si me sueltas ahora prometo no meter en todo esto al crío – dijo Randy en voz baja, para que sólo Angy le escuchase. Esbozó una sonrisa cruel. – Si me sueltas ahora prometo que ese bastardo malcriado se librará de todo.

    Aquello la enfureció más aún y aumentó la presión sobre la rodilla, para hacerle daño. ¿Cómo diablos se atrevía a decir algo como aquello? No era más que un maldito cobarde, pero sabía que no estaba vencido y eso le molestaba aún más.

– ¿A qué esperas? – insistió Randy, triunfal. – Sabes que en cuanto te canses me soltaré, y sabes que Myra no va a moverse del sitio, la he enseñado bien…aunque me ha costado bastante que aprendiese – sonrió, triunfal. – Los dos sabemos que en cuanto me levante todos vais a recibir una buena lección, ¿por qué no evitárselo al crío, eh? – hablaba con voz tranquila y racional, tratando de convencerla.

    Ella no iba a aceptar aquello, por supuesto, pero estaba en desventaja y lo sabía. Miró a su alrededor tratando de encontrar algo que pudiese servirle de ayuda, pero estaban en medio de un claro vacío. Se mordió el labio inferior observando a Randy bajo ella y se llevó una mano despacio hacia la caña de la bota derecha, donde guardaba una navaja. Podía matarlo.

– Adelante, sé tú también una buena chica y quítate de encima… como es la primera vez prometo no pasarme de la raya contigo – continuó Randy. – Será Myra la que se lleve el grueso del castigo.

    Unos pasos tras ella la alertaron, pero fue tarde para poder reaccionar a tiempo: alguien pateó con fuerza la cara de Randy, dejándolo aturdido.

La sombra del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora