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    La crudeza de las palabras le cogió por sorpresa, haciendo que todo el ánimo y la fuerza se fuese abajo como un castillo de naipes, por lo que se vio obligado a sentarse en el sillón para no caerse al suelo.

– Para volarme la cabeza si todo…sale mal – susurró en voz baja para que la voz interior no le oyese. – O sea que así acabaría todo… ¿no? Besando el cañón de un arma y apretando un simple dedo.

Eso con suerte, Jack – replicó la voz interior con un tono que permitía perfectamente imaginar la sonrisa burlona en un rostro inexistente. – Recuerda que ahí fuera hay cada vez más de esas cosas listas para atraparte, y además probablemente haya un auténtico escuadrón de psicópatas con ganas de divertirse un poco a tu costa. Creo que en realidad besar el cañón del arma podría ser la mejor baza que puedas jugar llegado el caso, o al menos la menos dolorosa.

¿Cómo es que puedes oírme si hablo en voz alta? – preguntó sorprendido, desconcertado y molesto por la interrupción de la maldita voz en sus propios pensamientos.

Porque toda conversación comienza en la mente, Jack. Esa famosa frase de “yo primero hablo y luego pienso” no es más que una mentira, una estupidez en la que se escuda la gente impulsiva para impedir que el resto les repliquen sus comentarios. La única diferencia que hay entre una persona impulsiva y otra que no es así es que la segunda se para a escuchar lo que tiene que decir antes de hacerlo para asegurarse de que quiere decirlo, y la primera tan sólo lo dice tal y como se forma en su mente. Pero seguro que no tienes muchas ganas de hablar de filosofía y comportamiento humano en este momento, ¿verdad? – preguntó con el mismo tono anterior, y una vez más Jack pudo imaginar con total claridad la sonrisa en aquél rostro invisible.

– De hecho creo que lo mejor que podemos hacer es ponernos en marcha de una vez por todas, antes de que oscurezca de verdad. – respondió él tratando de sonar indiferente ante las palabras de la voz mientras se ponía en pie de un salto. Observó en silencio la botella de alcohol que había recogido y con pulso firme la destapó para dar un trago considerable.

    El calor inmediato estallando en su estómago le reconfortó, tranquilizándole en seguida, transportándole a un lugar donde las preocupaciones no eran tantas como parecían.

Intenta tener un poco más de control esta vez, ¿quieres, Jackie? – pidió la voz con tono acusador. – Ahora no nos jugamos que las viejas del edificio chismorreen sobre ti o la borrachera descomunal que llevas encima, ¿sabes? Ahora nos jugamos que…

Que todo un mundo hostil e incomprensible se nos eche encima a la mínima oportunidad para atraparnos y convertirnos en un zángano para la gran babosa espacial, o nos usen de diana para practicar con los dardos. Sí, lo sé. Tranquilo, no estoy borracho. – zanjó él de mal humor mientras se dirigía hacia la salida del edificio. – Además, tú nunca te has preocupado mucho por lo que me pasara estando borracho, ¿a qué viene ahora todo esto?

A que antes no existía el riesgo de lo que has dicho, Jack. – respondió con tono frío y desinteresado.

– No estoy borracho. – repitió, tratando de convencerse a sí mismo. La voz interior no dijo nada más al respecto.

    Podía ver los primeros árboles desde donde se encontraba y por primera vez en toda su vida se alegró de vivir en una ciudad no demasiado grande: de haber vivido en una gran metrópolis el viaje hasta llegar a la periferia e internarse en algún bosque o montañas cercanos habría sido mucho más largo y peligroso, pero ahí podía ver las copas de los árboles más grandes prometiéndole seguridad.

– SI CREES QUE LA HAY REALMENTE, HUMANO. OS HEMOS ESTADO OBSERVANDO DURANTE MUCHO TIEMPO, CONOCEMOS MUY BIEN LA GEOGRAFÍA DE LAS CIUDAD DONDE HEMOS ATACADO. SÓLO ES CUESTIÓN DE TIEMPO QUE TE ATRAPEN.– dijo la voz de la criatura que llevaba a la espalda. Llevaba varias horas sin escucharla y lo había agradecido: la voz de aquella criatura era desagradable de escuchar, casi le hacía daño: como si las palabras se arrastrasen por su cabeza, desgarrándolo todo a su paso.

La sombra del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora