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    Observó en silencio la fachada de la tienda, que se encontraba encajonada entre una cafetería y un gimnasio, y se llenó los pulmones de aire, tratando de relajarse cuanto pudiese.

¿Crees que habrá muchas de esas cosas ahí dentro? – preguntó a la voz interior mientras llevaba una temblorosa mano hacia el pomo de la puerta.

No sé, supongo que es posible – respondió la voz con indiferencia. – Lo que realmente me preocuparía es de si los que estén ahí dentro saben quién eres o por qué te buscan los otros.

– ¿A qué te refieres? – preguntó chasqueando la lengua. – Da igual que lo sepan o no, se lanzarán a por nosotros en cuanto nos vean.

– Puedes apostar a que lo harán, desde luego – respondió la voz interior con sorna. – Pero hay diferencias, ¿sabes? Si ellos nos descubren como simples personas a las que infecta no será lo mismo que si saben que estamos huyendo de ellos con una de esas cosas en la espalda, ¿no te parece?

– ¡Claro que lo saben, maldita sea! – respondió enfurecido y cansado. – ¿Acaso te has olvidado de la voz de esa…cosa? ¡Hablaba con los demás por telepatía, maldita sea!

– Eso no quiera decir que estén todos conectados en una red global, ¿sabes? Tal vez tenga una limitación de espacio, o algo parecido. No porque tengan la tecnología suficiente como para cruzar parte del universo hasta aquí tienen por qué ser muy superiores a nosotros, Jack.

Claro, dominan los viajes interespaciales pero no son capaces de mantener una red de comunicación estable, tiene mucha lógica. – replicó con burla, abriendo la puerta de la tienda.

Algún día, Jack, algún día…

    Desoyó las palabras de la voz interior, no tenía tiempo que perder atendiendo a las ideas estúpidas que quería compartir en ese momento: tenía que estar muy atento de todo cuanto le rodease en la tienda para evitar encontronazos desagradables.

Todo cuanto sé es que pueden morir, y con eso me basta. – fue el único pensamiento que cruzó su mente en ese momento mientras contenía la respiración, preparado para salir a toda velocidad de la tienda en caso de que apareciesen aquellas cosas.

– PODEMOS, DESDE LUEGO, PERO AÚN NO HABÉIS MATADO A UNO SÓLO DE LOS NUESTROS – respondió la criatura, con satisfacción. Ninguno de los dos le hizo el menor caso, pero Jack sintió el escalofrío recorrerle la espalda.

    La tienda no era demasiado amplia como para que no pudiese ver el otro extremo, pero estaba repleta de estanterías de plástico rígido colocados de tal manera que producía una serie de pequeños pasillos, estrechos y cortos, donde estaban colocados los diferentes artículos separados por cada deporte específico, aunque en aquél lugar apenas había equipación para fútbol americano, béisbol, baloncesto, ropa y calzado deportivo.

Bien…vamos allá. – pensó para sí mientras reunía el valor suficiente para adentrarse más en aquél lugar.

    Todo en la tienda estaba perfectamente colocado y dispuesto para que los clientes encontrasen lo que necesitaban, como si nada de todo aquello hubiese ocurrido nunca.

Como si no nos estuviesen invadiendo, ¿verdad? – interrumpió la voz interior con cierta malicia. – Claro, Jack, es normal. Aún es demasiado pronto para que los saqueos se hayan extendido más allá de los supermercados: en este momento los supervivientes, si es que quedan, están más preocupados por conseguir víveres con los que alimentarse que por comprarse unas zapatillas nuevas.

– Ésa es una buena idea, gracias – repuso Jack, pasando por alto las intenciones de la voz interior. – Así no tendré problema para ir por el bosque o por la ciudad, si es que alguna vez volvemos.

– Si es que alguna vez consigues salir de aquí. – replicó la voz, divertida.

    Una vez más pasó por alto las palabras de la voz pero no las olvidaría: ya discutiría más adelante por qué trataba de asustarle más de lo que ya estaba. Avanzó por la tienda con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho y todos los músculos tensos, listo para atacar o correr: sólo podría escoger una de las dos opciones, y era consciente de que una de ellas podría matarle y la otra salvarle la vida, tendría que saber escoger llegado el momento.

    Recorrió pasillo por pasillo todo el establecimiento y registró también los vestidores para asegurarse de que no había ninguna sorpresa indeseable por ninguna parte: estaba solo. Eso era bueno.

    No tardó demasiado tiempo en colocarse las protecciones de fútbol americano sobre la ropa que llevaba puesta y se miró en el espejo en silencio: estaba ridículo, pero quizá pudiese salvarle.

No es un chaleco antibalas, Jack, y tampoco creo que pueda parar una puñalada que Robert te lance, si te encuentra. – dijo la voz interior, observándole en silencio desde lo más hondo de su mente.

No, pero es una capa más que llevar por encima del cuerpo, y me da sensación de seguridad. Con eso me basta. – replicó de mal humor.

¿Y cómo piensas defenderte de esas cosas, Jack? ¿Con un bate de beisbol? – preguntó la voz con una sonrisa.

¿Se te ocurre algo mejor? – replicó, saliendo del vestidor lentamente para dirigirse hacia la zona dedicada a tal deporte.

¿Qué tal si registras el almacén de este sitio, o en la oficina del dueño? Quizá encuentres algo más…contundente, como escopetas o artículos de caza.

    Aquella era una buena idea, y ambos lo sabían: era posible que el dueño guardase más material bajo llave. Iría a buscarlo, pero antes se haría con un bate de beisbol. 

La sombra del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora