Capítulo 11: Lagrimas

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El aprendiz de mago se adentra en el antiguo pueblo japones. Se trata de un lugar acogedor, con sus típicas casas. La abundancia y el color verde se pueden apreciar para donde sea que mire; los árboles de primavera son coloridos como en ningún otro lugar y los cerezos que adornan las calles no paran de florecer. Aun así, dos cosas le llaman la atención.

Primero: incluso para tratarse de un lugar donde no debería vivir una población muy grande, todo está demasiado desolado. No puede ver o sentir siquiera a una persona. Es casi como un precioso pueblo fantasma.

Segundo: la carga espiritual de estas tierras es peligrosamente alta. Lo normal es que no sea ni poca ni mucha, manteniéndose en un punto medio. Pero mientras descendía la montaña pudo sentirlo y ahora que ya está aquí es más que obvio, el aire es tan denso que apenas puede respirar.

Alguien o algo es el culpable de todo esto. ¿Su maestro quiere que resuelva este problema? Primero debería buscarlo y preguntarle. Pero nada, apenas puede sentir el rastro mágico de Ariel. En otras palabras, es como si fuese un animal siguiendo un olor familiar, el cual es tan tenue que ni siquiera puede saber de saber de dónde proviene.

—Conociéndolo, esto es debe ser una de sus molestas pruebas... —se dice—, debo concentrarme en buscarlo y en descubrir que ocurre en este pueblo.

Si esto es una prueba, lo primero que debe hace es buscar de que es lo que está sucediendo aquí, los magos no son muy diferentes a los detectives después de todo: su objetivo es resolver este misterio y encontrar a su maestro en el proceso.

Luego de un buen rato caminando por el pueblo casi en círculos, sin siquiera conseguir una sola pista, Gabriel se encuentra con las primeras dos personas. Se trata de una joven mujer vistiendo un kimono, ella camina junto a una pequeña niña de entre seis y ocho años. La sujeta de la mano mientras que esta avanza energéticamente y con una sonrisa. Cuando la niña se percata del extranjero, lo observa con curiosidad.

Gabriel se acerca, aprender cosas a través de hablar con una persona es más fácil para él. Con su magia es capaz de leer los sentimientos de quien tiene enfrente. Ya que no es un mago experto este poder tiene algunas fallas, pero es uno de sus mejores ases en momentos como este.

Primero la mirada de la mujer es sumamente hostil, pero caso al instante le regala una sonrisa:

—Últimamente no es raro que lleguen muchos visitantes a conocer nuestro humilde pueblo —comenta ella—, pero hace tiempo que no veíamos un extranjero por aquí, aún menos tan joven como usted.

—¿No es raro? Pues, para un lugar tan apartado lo normal debería ser que las visitas escaseen, ¿no lo cree? —comenta despreocupado el joven—. Además, no veo a muchos visitantes por aquí, ni siquiera a alguien del propio pueblo.

—Aunque el extranjero de la última vez no era alguien muy agradable —la mirada de ella se ensombrece con ligereza—. Supongo que usted debe ser diferente —si no estuviese con su hija podría ser sido peligroso.

Puede que la personalidad de Gabriel no sea la mejor para caerle bien a las personas, pero no tarda en darse cuenta que si no habla con respeto a esta mujer podría ser muy arriesgado. Después de todo, puede saber que ella esconde un cuchillo bajo la manga y si hace algo sospechoso, no dudará en usarlo. No importa que ella le muestre una sonrisa.

No se trata de que todos los que vengan de fuera sean tratados de esta manera. Gabriel puede sentir que esta hostilidad esta específicamente dirigida a él.

—Entonces, espero ser del agrado de todos —prosigue el joven, esta vez con un tono más amigable, aunque a él le parece algo sarcástico—, no es que venga con malas intenciones —a menos que le hiciesen algo malo a Ariel, lo que sería muy difícil tratándose de él—. ¿Puedo hacerle un par de preguntas?

El Dios Rechazado (Finalizada)Where stories live. Discover now