Capítulo 8: Ira

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Sachi da un paso y por arte de magia se encuentra en el claro, parada frente a su hermano, como si ese simple movimiento la hubiese ayudado a recorrer todo el camino que los separaba. Al igual que en el resto del bosque, el color verde a invadido este lugar también.

Observa a Kichiro con seriedad, casi sin pestañar, al igual que él. Los ojos de la niña están rojos de tanto llorar, pero con valor encara a Kichiro.

—Así que decidiste darles un poco más de tiempo gracias a las acciones de Modori...

—Debía ser justo con ellos —responde Kichiro. Su voz es monótona como siempre, aun así, puede sentir la ira de su hermano fluyendo a través de los árboles y el viento.

—¿y aun así no los salvaste?

—Jun, a pesar de lo que te dijo, no tenía la más mínima intención de ayudarte. Él iba a dejar que te marcharas sola.

—Jun solo tenía miedo —responde Sachi con firmeza.

—Pero nos traicionó. En cambio, Midori tomó la voluntad para salvarte en el último segundo y me ofreció un sacrificio, cualquiera que intente acercarse a ella será herido por mis raíces.

—En este momento no hay rastro de Kichiro en ti, ¿verdad? Solo eres el dios al que los Tanaka hemos estado sirviendo hace generaciones.

—Ambos somos la misma entidad —afirma Kichiro—. Pero es cierto que, en este momento, solo juzgaré al pueblo como el dios que soy. Eso es lo que Midori me pidió tras su ofrenda y debo cumplirlo.

Por fin la niña lo entiende.

Si Kichiro pudo llevar a Sachi al bosque, entonces matar a todos hubiese sido igual de fácil. En ese momento, Kichiro no estaba atado a ningún límite, pero decidió esperar y juzgarlos apropiadamente, porque ese fue el deseó.

Pero ahora Sachi tiene otra pregunta, ¿Por qué Midori no eligió devolver la fertilidad al pueblo? El dios del pueblo no podría negarse a un deseo pedido tras un sacrificio. Acaso... ¿ser juzgados es lo que ella creía que el pueblo se merecía?

Por otro lado, la muerte de Tanaka Ume no puede contar como un sacrificio. Esto es debido a que fue asesinada en contra del dios y sobretodo, los Tanaka cuentan como una parte del dios de estas tierras, al igual que lo es Sachi. En pocas palabras, que una parte de Kichiro fuese destruida, no puede significar otra cosa sino una disminución en su poder. Si no fuera por el sacrificio, esto sería evidente.

—Midori está a salvo, pero... ¿Qué ha sido de Jun? —la niña desvía la mirada al hacer esta pregunta. Se prepara, está segura de que recibirá la peor noticia.

—Jun ya está muerto, intentó proteger a Midori y fue asesinado por la gente del pueblo. Por eso debo juzgarlos, soy el único que tiene derecho a arrebatar una vida, cualquiera que intente ser como yo, merece un castigo

Sachi muerde su labio inferior hasta hacerlo sangrar.

—Jun... ¿Jun estaba enamorado de Midori, cierto...? —la niña aprieta sus puños para no estallar, ya ha aguantado demasiado todo este tiempo. No cree ser capaz de perdonar siquiera a su hermano.

—Midori está embarazada de él.

Tras estas palabras se produce un corto silencio, durante el cual solo se escucha al viento cantando entre los dos.

Los iris en los ojos de la niña se vuelven plateados, como si siempre los hubiese tenido de este color. La sangre de los Tanaka corriendo por sus venas se hace evidente. Una sangre alejada del mundo humano, más cercana al de los espíritus. En el rostro de Sachi no hay un atisbo de emoción alguna, como si se hubiese convertido en una muñeca. A pesar de esa falta de expresividad, el odio que acaba de surgir dentro de ella, es aún mayor que el del pueblo entero hacia los Tanaka.

Sentimientos negativos, hacia todos, hacia todo.

—Al menos has dejado atrás tu empatía por la gente del pueblo, Sachi onee-san... —menciona Kichiro, incluso él admite que teme a su hermana—, o eso me gustaría decir, pero lo cierto es que esta simpatía nunca ha existido en ti. La Sachi sonriente murió hace mucho, junto a nuestra madre.

—Quiero que los dejes entrar a nuestro bosque, les daremos una última oportunidad... —la fría manera en la que Sachi suelta estas palabras, sin siquiera pestañar, hace temblar al mismísimo dios del pueblo—. Lo haremos única y exclusivamente por mamá.

—Lo siento Sachi onee-san, pero lo que te hicieron a ti es también un sacrilegio contra mí —a pesar de esto, decide desafiarla—. Estoy en mi derecho de acabar con la vida de todos —dice Kichiro sin vacilación—. Soy el dios que el pueblo debería adorar, ¿no estoy en mi libertad de castigarlos si así lo deseo?

Sachi asiente.

—Tienes razón, los dioses tienen libertad de castigar... pero también de perdonar —sonríe, una helada sonrisa—, ustedes deben establecer el orden, por eso son lo que son.

"Y yo estaré en primera fila, para ver la caída de este pueblo" con este pensamiento, la última reminiscencia de sentimientos en el corazón de la niña, desaparece. "Si todos los que estorban desapareciesen, tal vez podríamos volver a empezar de cero"

El Dios Rechazado (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora