XX - "Metamorfosi"

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Sin previo aviso, abrió el abrigo de piel que traía puesto, que era mi única prenda. Me dejó al desnudo completamente, incómodo. Su fría mano acarició mi abdomen, haciendo que sospeche de la situación aún más y me espante. Ante mi actitud repelente, él resopló molesto, sin embargo, continuó con lo que hacía. Pareció dibujar un símbolo en mi vientre, trazando con las yemas de sus dedos. Estaba muy concentrado.

Su belleza física resaltaba cuando no se veía alterado. Algunas veces... me resultaba difícil no apreciar su hermosura corporal. Al finalizar su trazo, ví sus ojos brillar, una vez más. Aquél resplandor sobrenatural en su mirada siempre me llenaba de curiosidad.

Retiró su mano de mi desnudez con tranquilidad y me miró, sonriendo orgulloso de su hazaña. El dolor desapareció lentamente y sin dejar rastro. Al notar la eficacia y la rápida acción de su maniobra, le devolví la mirada sorprendido. Antes, ya me había curado dolores e incluso huesos rotos, ¿Cómo lo hacia?

- ¿Es normal que los demonios puedan curar a los demás? - pregunté fascinado, mientras ocultaba mi desnudez con el abrigo.

Él hizo una mueca de gracia.

- Los demonios comunes no, yo sí. Además, ¿No te hace falta decirme algo? ¿Gracias, quizás? - reclamó cruzado de brazos, esbozando una sonrisa.

- No te agradeceré nada hasta que cumplas con tu palabra. Vine a tu reunión sin quejarme, como me pediste. Ahora dime qué ocurre con tus ojos. - respondí, firme.

Su expresión coqueta se torno más seria, y prosiguió a explicarme.

- Es una característica que heredé de mis ancestros, y se manifiesta cuando uso alguna de mis habilidades. Es un rasgo muy peculiar, ya que representa el poder superior. Soy el único en la familia que lo tiene. -

Lo escuche totalmente cautivado, maravillado.

- Pero... ¿Por qué brillan por sí solos? Es una locura. - pregunté.

Él rió, de esa forma en la que uno ríe cuando un niño hace preguntas torpes.

- No es una locura, es solo acumulación de energía, por eso brillan. - explicó, cómo si fuera lo más normal - Los demonios somos energía, convivimos con ella. - me miró fijo - Ahí tienes tu anhelada explicación, ¿Contento? - preguntó burlón.

- Aún no, rubio. -

Él cerró los ojos y levantó las cejas, suspirando con hartazgo.

- A ver... ¿De qué se trata esta vez? - preguntó, exagerando cansancio.

- ¿Qué acaba de pasarme? Esos horribles dolores... Me has dicho que eran cambios.-

- ¿No te lo ha contado el esqueleto? Mira, tu cuerpo es nuevo, es una réplica de tu cuerpo humano. Tu mente y tu alma tienen que acostumbrarse a éste cuerpo recién nacido, a sentirlo como propio. Los cambios duelen porque empiezan a funcionar tus nuevos órganos, ese sería el mejor resumen. Yo solo calmé tu dolor, pero en unas horas sentirás el hambre y la sed más bestiales de tu vida, y cuando eso pase, significa que tu organismo ya está preparado. - explicó rápidamente.

Al oír su explicación recordé que efectivamente, Ánandros, el gran esqueleto, sí me había hablado un poco de éstos cambios.

- Ya veo... Gracias. - le asentí pensativo, procesando la información. Él solo sonrió, coqueto.

No solía agradecerle a menudo, porque no lo merecía. Pero había cumplido su palabra y aliviado mis dolores. Era tan raro charlar fluidamente con él, como en ésta ocasión se había dado. Siempre actuaba impaciente y fastidioso, tanto que me era difícil conversar con él.

PARADISO (+18/GAY) Where stories live. Discover now