16. Hogar de los huesos

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—¡Oh por Dios es Barry O'wells!—dijo Leila. Su voz sonaba tan ahogada que pensé que realmente iba a ponerse a llorar y realmente la habría entendido porque yo estaba a punto de hacer lo mismo-, lo asesinaron.

En efecto. Barry tenía un disparo en la frente y uno en el pecho y a simple vista se podía observar que había sido atado de manos, ya que habían marcas en sus muñecas. Entre los otros cuerpos había una chica rubia de al menos diecinueve años y otras tres chicas más que aparentaban tener al menos veinticinco años, no eran de Rushville, ya que conocía a todos y a ellas nunca las había visto.

—Creo que deberíamos llamar a tu padre Leila—sugirió Ryan y todos asentimos lentamente.

El alguacil Turner no tardó en llegar con el médico forense y todo un escuadrón policial. El noticiero de Rushville estaba ahí y todos querían saber cómo era que unos adolescentes ingenuos habían descubierto aquello, ya que ni el alguacil había logrado tal cosa, pero lo que no sabían era que nosotros llevábamos mucho tiempo tratando de averiguar que sucedía en nuestro pequeño pueblo y aunque nos había costado, habíamos resuelto un caso importante.

—¿Qué hacían en esta parte del bosque?—preguntó el alguacil Sámuel Turner.

—Vamos sheriff, se supone que el lago es público y que cualquiera puede visitarlo—dijo Jeff en nuestra defensa, ya que nadie había podido hablar.

—Sabes que no hablo de eso Hardy, ustedes saben más de lo que dicen y necesito que me digan todo lo que saben para poder llegar al final de todo esto— su voz denotaba seriedad, pero sabíamos que podíamos confiar en él, ya que era el padre de Leila y estaba ahí para protegernos a todos.

—Solo estábamos por aquí paseando y Elisabeth casi cae en ese agujero— dijo Jeff y todos asentimos. Supongo que él tenía un motivo para no querer decirle la verdad al alguacil y ninguno quería abrir la boca porque podíamos meternos en problemas.

—No les creo una palabra— nos dijo con sinceridad. ¿Qué demonios sucedía con aquel hombre? Técnicamente habíamos hecho el trabajo que le correspondía y seguía sin darnos crédito.

—Por un demonio- murmuró Jeff—. ¿Es así como trata a unos héroes?

—Ya los llamaré para obtener sus declaraciones de todo este asunto— dijo con tranquilidad y miró a Jeff por última vez—. Tu eres todo, menos un héroe Hardy.

Nos quedamos ahí sin decir nada porque el miedo aún nos tenía congelados, o al menos a Leila y Ryan, ya que ellos seguían temblando y en sus rostros podía verse el terror que ocasionaba todo aquello; Jeff no parecía asustado y si lo estaba, lo ocultaba muy bien porque había logrado actuar muy bien frente al alguacil. Supongo que esa era su manera de afrontar el terror, digo, no todos los días encuentras un agujero lleno de humanos y cualquier actitud era válida en aquel momento.

—Tu padre si que está loco Leila— susurró Jeff una vez que el alguacil se alejó.

—Un poco— coincidió Leila. ¿De verdad acababa de decir eso?

Cuando volvimos a Rushville lo único que hicimos fue ir a nuestras casas a descansar porque había sido mucho por aquel día y no queríamos saber más de muertos, ni de asesinatos que no tenían responsables.

Necesitábamos volver a ser adolescentes porque las últimas semanas habíamos estado como locos y necesitábamos volver a ser los chicos tontos que no sabían nada de aquellos asuntos; yo necesitaba descansar, quería volver a ser la vieja Elizabeth, la que pasaba las tardes entre los libros, la que no hacia otra cosa más que aburrirse en la habitación sin saber que hacer. Necesitaba que todo volviera a la normalidad.

Rushville ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora