N° 27 Ramírez, Laura

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El padre de Kristen caminaba por las largas y pulcras calles de la ciudad con su destino a su trabajo. Se vestía de traje y corbata, haciendo que el hombre que Andy y Verona habían conocido luciera completamente un extraño comparándolos.

Caminaba con prisa, no podía correr porque varías personas se hallaban en su camino bloqueando su paso. Rodeaba a la gente más lenta y caminaba pasando al lado de cada ventanal de tiendas y edificios. En cada edifico que pasaba hacía que se reflejara su rostro y la de los otros peatones pero una figura no se encontraba en la vía pero si en el reflejo.

Detrás del padre de Kristen se hallaba su hija ya fallecida con un vestido blanco lleno de mugre y varios arañazos. Su cabello cubría su cara y se encontraba detrás de su padre flotando siguiéndole y él ni siquiera se daba cuenta. Estaba tan apresurado que no logró notarlo.

—Se hace tarde. —Murmuró el señor y bajó la mirada para ver su reloj de muñeca.

Eran las 8:55 de la mañana. No paraba de caminar y subió la mirada. Ya no se encontraba en la avenida, sino en busque. Un bosque tan tétrico que le hizo tiritar de miedo ¿Cómo había llegado allí? Estaba desolado. La niebla rodeaba a los árboles marchitados sin hojas y simplemente ramas se hallaban con formas de garras.

Rocas se encontraban bajos sus pies y sobre la tierra muerta. El señor comenzó a palidecer pensando en cómo había llegado hasta ese lugar tan sombrío. Ya su mente estaba siendo interrumpida por ese pensamiento que ya no especulaba en lo tarde que iba a llegar a su trabajo.

— ¡Oriana! —Gritó una voz femenina.

Una adolescente pasó en frente de él corriendo. Parecía que ella no lo había visto, no paraba de correr y se perdió en la neblina. Era Ariadna Mora pero el señor no lo sabía.

— ¡Niña! —Gritó el señor y comenzó a correr en la dirección que la chica había tomado—. ¡Oye, niña!

 El señor no sabía que camino estaba tomando, simplemente corría derecho sin saber si quiera si ella había doblado en una esquina o era una asesina. Una sombra corrió detrás de él y la pudo sentir. Paró en seco y comenzó a recorrer el lugar con su mirada.

No había nadie a su alrededor. Varios susurros se acumulaban en su cabeza pero sólo una logró ser descifrada.

—No digas que me extrañas cuando es tu culpa de que me haya ido.

Para el padre de Kristen, el lugar comenzó a girar y sentía nauseas. Si moría allí nadie sabría de él, nadie iba a preguntar por él, justo como Kristen.

— ¡Cállate! —Gritó el señor y soltó su maletín para poder cubrir sus oídos.

Las voces no cesaban pero, por una extraña razón, sucedió. Se callaron. El padre de Kristen se apartó sus manos de sus oídos lentamente y dio media vuelta. No había notado que se hallaba en un risco. O que una chica se hallaba sentada en una roca. La niebla era inminente pero el viento soplaba haciendo que el cabello de la chica ondeara.

— ¿Hola? —Preguntó el hombre.

La chica parecía ocupada viendo un rastro de tierra que se encontraba en su mano. Lo veía con apreciación y con ira. La chica no dijo nada y el padre de Kristen sabía quién era.

Tanto él como los chicos de la clase 09 habían sido atormentados por esa alma en pena. La muerte está tan segura de ganar que te da toda una vida de ventaja.

La cabeza de la chica giró lentamente para dirigir su mirada en su padre. Era tan lenta que hacía a su padre temblar de miedo. Cuando estuvo a punto de mirarlo a los ojos su padre apareció en su oficina.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora