N° 32 Socal, Danira

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Rosallie se encontraba caminando por los pasillos de la escuela con la hoja en su bolsilla muy bien guardada. Se encontraba cabizbaja contando los cuadros del suelo y dentando cada color de cada cuadro. Estaba aterrada y la única manera de poder mantener su cerebro ocupado era contar unos inofensivos cuadros.

— ¡Hey! —Gritó un chico a su lado. Andy la tomó entre lazando sus dedos con los de ella y Rosallie se había asustado. Le envió una sonrisa de saludo—, no te vi en la mañana. Había una reunión para determinar lo de Kristen.

— ¿A sí? —Preguntó Rosallie como si estuviera realmente sorprendida—, lo siento, es que mi madre se le hizo tarde.

Rosallie no había llegado antes porque tenía una cita con Madame Dulcinea.

—De todas formas no te perdiste de nada —dijo Andy encogiéndose de hombros—, dijimos lo mismo de siempre, culpar a los demás, no hacer nada más que quejarse, y más nada…

Rosallie rió entre dientes. Debía admitir que sabía muy bien como fingir estar bien, había fingido toda su vida y fingiría más para solo decirse a sí misma que está bien. Mentía a los demás a sí misma.

No podía aguantarlo más, se suponía que Andy era su novio y la honestidad era algo importante en una relación cualquiera. Suspiró.

—Andy, debo decirte algo. —Dijo Rosallie pero fue interrumpida por un tumulto de gente rodeando la biblioteca.

Para su suerte, Andy no la había escuchado, estaba igual de distraído que ella al ver la numerosa cantidad de personas envolviendo la biblioteca. Paramédicos se encontraban saliendo de allí con una camilla, con alguien encima de ella. Era Oriana Sierra.

Andy y Rosallie podían ver la escena desde la distancia en la que se  encontraban. Oriana poseía la piel azul y su mandíbula estaba quebrada de una forma espeluznante, sus ojos estaban inertes observando a la pareja y uno de sus brazos pendía fuera de la camilla goteando sangre por el camino.

Rosallie sentía como las náuseas se apoderaban de ella acompañada de horror. Los que se encontraban en la biblioteca estaba murmurando y Rosallie no soportaba la manera en que ellos inventaban historias ridículas solo para llamar la atención.

—Estudiantes —dijo la directora a través del parlante—, se les informa que deben abandonar las instalaciones de inmediato debido a un percance ocurrido en la biblioteca. Gracias y buenas tardes.

La mayoría de los estudiantes vitoreaban y se dirigían a la entrada principal de la escuela con una sonrisa en sus rostros mientras gritaban de alegría. Andy y Rosallie no soltaban sus manos y decidieron salir de la escuela al igual del resto pero se desviaron al lado contrario de sus hogares.

Caminaban por las hermosas calles de su ciudad. La primavera floreaba las zonas verdes y los locales regaban sus plantas de enfrente. El ocaso comenzaba a salir y no cabía duda que Rosallie pensaba que el lugar era hermosa y distractor.

— ¿Y cómo está tu hospedada? —Preguntó Rosallie mientras caminaban por una calle muy empinada.

—Bien —dijo Andy mientras balanceaba el brazo de Rosallie como una cuerda de saltar—, mis padres creyeron que era mi novia, pero les dije que no, que eras tú.

Rosallie no sabía que penar en ese momento. Quizás porque Verona era más bonita que ella y por eso sus padres se encontraban felices de que su hijo encontrara una mujer muy bonita.

— ¿Y cuándo los conoceré?

— ¿A mis padres? —Preguntó Andy y siguió—, pronto, quizás, no lo sé. Tú dices cuando y les digo que  su nuera viene en camino.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora