N° 31 Sierra, Oriana

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La alarma al lado de la mesa de Andy comenzó a desprender un sonido tan estruendoso que Andy pegó un salto y con un movimiento vertiginoso, logró presionar el botón para apagar el despertador. Retiró las sabanas con vagancia dejando a la vista su torso bien marcado. Sólo usaba unos pantaloncillos y se dirigió al baño para cepillarse los dientes y acicalarse.

Al terminar, se dirigió a la cocina y la casa estaba impregnada con el olor a huevos y tocinos. Era el perfume más delicioso y exquisito que Andy pudo percibir. Al llegar, vio como sus padres se encontraban en el comedor comiendo un buen plato de huevos y tocinos, mientras que una chica rubia y esbelta cocinaba.

Verona había girado al ver que Andy se había encontrado en la cocina. Ambas miradas hicieron choques. A Andy se le había olvidado por completo que Verona era su invitada, de haberlo sabido se hubiera colocado una camiseta.

—Buenos días. —Dijo Verona dejando un par de platos en dos sillas desocupadas.

Verona tenía la camisa de Andy. Le quedaba gigante y lucia como un vestido de no ser porque Verona se hubiera colocado unos pantaloncillos. Su sonrisa iluminaba toda la cocina. Era más que obvio que los padres de Andy se habían ganado su aprobación.

—Buenos días, Andy. —Dijeron sus padres al verlo entrar. Ambas sonrisas acompañaron a la de Verona.

—Buenos días. —Dijo Andy alborotando más su cabello mientras se dirigía a uno de los asientos vacíos.

Se sentara donde se sentara, iba a durar al lado de Verona. No sabía cómo sus padres habían tomado la compañía de Verona sin ser avisados. Andy supo que a ambos les daba igual, a ellos les deba igual todo con tal de tener dinero en sus bolsillos.

—Mamá, papá, ella es Verona —dijo Andy señalando a Verona mientras ella se sentaba a su lado. Le parecía inútil presentarlos ya que ella les había cocinado, y ellos no dejarían que una extraña les sirviera el desayuno—, una amiga.

—Lo sabemos, hijo —dijo su padre mientras su madre tomaba un bocado del tocino—, nos dijo todo.

—Sí —afirmó su madre mientras tragaba el pedazo mordido—, sabe que estaremos aquí para ayudarle, al menos hasta que su madre regrese.

Andy fijó la mirada en Verona quien le sonreía sinceramente. Andy no soportó la idea de no devolvérsela. Lo hizo.

—Se ven tan lindos juntos. —Inquirió su padre dejando de comer para ver a la pareja.

— ¿Es tu nueva novia? —Le preguntó su madre esperanzada.

— ¿Qué? —Exclamó Andy confundido—, no, mamá, es una amiga, yo ya tengo una novia —esa palabra hizo que toda esperanza se esfumara como una brisa al polvo—, además, lo dices como si tuviera muchas novias.

—Sólo digo. —Dijo su madre mientras llevaba una cucharada de huevo a su boca.

—Además —dijo el padre de Andy—, es una chica muy linda, y sabe cocinar, no se encuentra eso en todos lados.

— ¿Cuándo conoceremos a esta chica Rosallie? —dijo su madre con interés.

—No lo sé. —Dijo Andy y le dio un mordisco a su huevo frito.

Verona sentía que esta era una gran oportunidad para obtener la confianza de Andy. No podía soportarlo tenerle al lado de él y tratarlo como si ni siquiera lo necesitase. Necesitaba liberarse, tenerlo de nuevo en sus manos, haciéndole saber quién era la dueña de esos labios.

—Cambiemos de tema —dijo su padre tomando su taza de café—, he oído lo de tus compañeros de la clase 09 —dijo e señor y sopló el borde haciendo que el humo se redujera como la temperatura—. Han muerto más de la mitad del salón ¿No? Es una gran lastima. Deberían investigar quién es el culpable.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora