N° 20 Núñez, Andrea

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—Tú debes ser Andy —dijo Verona extendiendo una sonrisa de oreja a oreja llena de satisfacción—. No sabes cuánto Rosallie habla de ti, de lo mucho que la excitas...

—¡Vámonos! —exclamó Rosallie tomando el brazo del chico.

Fugazmente salió de la habitación junto con Andy y cerró la puerta detrás de ellos. Juraba que iba a matarla cuando volviera antes de que Kristen llegara a hacerlo. Andy rió entre dientes y Rosallie liberó su brazo.

El corredor continuaba igual de sombrío. Las puertas se consideraban cerradas con seguro, las cortinas rodeaban las ventanas y los cristales empañados en polvo. Las pequeñas partículas de polvo bailaban por el aire hasta caer al suelo. Rosallie aún no podía comprender como la escuela pudo rentar un lugar tan ambiguo. 

El primero en caminar fue Andy colocando sus manos por debajo de sus bolsillos. Rosallie le siguió el paso colocándose a su lado. Maldecía tanto haberse colocado ese vestido en ese momento, el frío era más recio y no pensaba volver a su habitación por un suéter mientras Verona continuara allí.

—¿Qué clase de amigas te consigues? —Preguntó Andy negando con la cabeza.

—Ella... no es mi amiga —respondió Rosallie con un hilo de voz—. Todas murieron.

—Oh —Andy apartó la mirada observando el suelo—, lo siento mucho.

—No importa, ya lo superé —mintió Rosallie con una sonrisa en sus labios viéndolo a sus ojos cafés. Ella se percató de que Andy la vio de reojo y apartó la mirada al instante. Se mantuvieron en silencio caminando por el corredor mientras las ventanas revelaban los colosales pinos, Rosallie rompió el silencio—. Bien, ¿Y ahora qué hacemos? —Una línea recta se formó en sus labios.

Ella no tomaba esto como una cita, era más como una charla entre amigos tratando de actualizarse después de tantos años. Pensaba que no todo era acerca de poder remediar algo quebrado, sino lograr crear algo nuevo y comenzar desde cero para algo mejor.

—Es de noche —Andy se encogió de hombros dando vuelta cobre sus talones escudriñando la zona—, estamos en un hotel, solos —Rosallie lo observaba con recelo por el temor de sus palabras—. Contemos historias de terror.

Rosallie tragó saliva, no entendía cual era el temor ante esa palabra. Ambos lograron llegar a los peldaños y se sentaron en uno de los escalones. Ella comenzó a alargar su vestido por el borde cubriendo sus rodillas pálidas. Las sombras de ambos se proyectaban hasta el final del corredor revelando la delgadez de los chicos con extremismo. 

—Yo primero —dijo Andy. Su historia era breve y entretenida. Ella no paraba de observarlo mientras agitaba sus manos y unas que otras veces liberaba una sonrisa por lo cliché que solía parecer. Sus labios se agitaban velozmente demostrando su seguridad, en resumen lo que logró entender fue que trataba de un bebé fantasma, lo demás era secundario y no le convenía—...y la cuna seguía meciéndose, pero no había nadie en él.

Rosallie asintió y apartó la mirada para ver sus sombras. Ella provocó una mueca llena de desinterés. Quizás después de todo lo que estaba ocurriendo no sentía ningún pavor ante una leyenda. Nada se comparaba a todos estos meses de tortura y desesperación. 

—Si da miedo —Rosallie alzó ambas cejas—, es terrorífico.

—¿Ah si? —Andy colocó su codo encima de su rodilla reclinando su cabeza en su mano empuñada—, entonces cuenta una historia si sabes alguna otra mejor que esa.

—Está bien —Rosallie rió entre dientes. Liberó un suspiro y se perdió en su asimismo debatiendo entre si contar la historia o no, no era un delito narrar todos los cometidos, pero igual perdería su amistad con él si lograra pensar que estaba demente. Negó con la cabeza desapareciendo los horribles pensamientos y continuó—. Había una clase de la escuela que, después de llegar de las vacaciones de verano, se enteraron que una de sus compañeras se había suicidado —Rosallie cerró los ojos por un momento y continuó—. Todo fue tranquilo hasta que uno de ellos murió aplastado por un tren. Luego otro chico fue incinerado. Todos morían por orden de lista y las muertes no cesaban.

La Clase 09 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora