Nada te va a salir bien

3.9K 357 1K
                                    


Una de las primeras verdades que Marco había aceptado desde preadolescente era que el mundo estaba obsesionado con el sexo.

Lo veía y lo discutían en la tv, en el cine, en las revistas, en redes sociales y en las charlas sus compañeros mecos de la secundaria que ni siquiera estaban seguros de en qué consistía pero opinaban como si supieran. Y, en su vida diaria, se manifestaba en forma de la razón por la que no podía hablar con una niña a los 13 años sin que le dijeran que le gustaba, en el por qué a sus primos se les subían los colores si veían a una chica con falda corta, las risitas mal disimuladas cuando sus compañeros robaban un catálogo de lencería o robaban ojeadas a revistas escandalosas en puestos de periódico, los links a los que nunca daba clic pero que se pasaban discretamente a través de grupos de whatsapp dedicados a trabajos escolares.

A él, sinceramente, le daba un poco igual. Era hasta hartante en ocasiones, pero nada más.

Y una de las segundas verdades que Marco aprendió a aceptar fue que el resto del mundo no se tomaba como normal el hecho de que a él le diera igual, casi como si tuviera algún tipo de inmunidad.

Y vaya que se dio cuenta muy rápido.

Cuando empezó a crecer y no pareció mostrar interés en las mujeres, rápidamente se le buscó una explicación satisfactoria a su falta de interés, con lo cual rápidamente se le calificó de homosexual closetero. Pensó que la etiqueta le iba a volver la vida de cuadritos pero, para su suerte, sus amigos y familia lo habían tomado sin mayor reparo y le aseguraron que siempre lo querrían.

(...Eso o el berrinche monumental que montó su hermano menor en día de muertos, que terminó en un destape de secretos familiares y ancestría musical, debió de ser lo suficientemente grande para que su familia aprendiera sobre "las consecuencias de decirle que no al puberto", y por eso al final nadie se atrevió a cuestionar su sexualidad.)

Bendito fue el día que su familia decidió mudar el negocio familiar a la Ciudad de México donde tuvieron que adaptarse a ideologías mucho más liberales. Y fue justo a tiempo, porque todos los primos estaban próximos a entrar a la pubertad y los comentarios de parejas estaban por empezar. Y dijo por suerte porque tanto su hermano como su prima había salido del closet a los 14 y 15 años respectivamente y, viendo el historial que Miguel tenía en hacerla de pedo y llevarle la contraria a todos, que saliera del clóset no era nada a comparación.

Por supuesto que se asumió que era igual a ellos. Pronto llegaron las bromas sexuales y las preguntas sobre una futura posible pareja para él, y aunque apreciaba muchísimo el apoyo y la apertura de mente de sus amigos, familiares y conocidos, había un pequeño problema con su salida del clóset no-oficial-pero-igual-me-sacaron-así-que-ya-ni-pedo:

No le gustaban las mujeres... pero los hombres tampoco le llamaban la atención.

Por mucho tiempo espero que algo dentro de él se prendiera, que hiciera switch o algo para que le empezara a gustar alguien. Nunca pasó.

No era que no viera que había hombres y mujeres guapas, solamente no le despertaban nada en su interior, ni en sus pantalones ni en su líbido ni en nada. Nada de nada. Cero.

Llegó a pensar que había algo malo o roto con él y hasta se enojó de que los pendejos de Miguel y Rosa sí pudieran y él no, porque cómo osan, soy el mayor. Luego pensó que a lo mejor estaba enfermo. Luego se volvió a enojar. Y al final, en su desesperación de no saber si había algo mal con él o si todo funcionaba normal y el resto del mundo era un caliente, corrió a pedir ayuda a Google, que le dio una palabra para lo que era.

Asexual: Falta de atracción sexual por otras personas.

Saber que había un nombre para lo que era fue como alcanzar la iluminación. Todo en su mundo estuvo bien al saber que no era el único, que no estaba roto y que había más personas como él.

As de CorazonesWhere stories live. Discover now