La reacción de su cuerpo me hizo saber que deseaba lo mismo, debía encontrar la forma de convencerla lo antes posible. Éramos un buen equipo, pero también seríamos amantes. No me conformaría con menos.

Nos detuvimos en el hospital dónde estaba internado el abuelo. Si por mí fuera, lo dejaría abandonado, pero padre ordenó que viniera a verlo. Era una señal de respeto y empatía que él no merecía. Debería morirse solo en su miseria.

A veces me preguntaba si se arrepentía por todo el daño que había causado. ¿Cómo podía dormir después de haber destruido tantas vidas? No solo la mía.

—¿Crees que morirá pronto? —preguntó Alayna mientras caminábamos por los pasillos de la clínica.

—Espero que sí.

Se rió.

—Vaya, el amor que le tienes a tu pobre abuelo me conmueve.

Solté un resoplido irritado.

—Ese tipo no tiene nada de pobre. —Hice una mueca de disgusto—. Cuando era pequeño me aterraba más que mi padre.

—¿Qué tan duro fue contigo?

Torcí los labios.

—No quieres saberlo.

Recordé los días que utilizaba sus puños para «educarme». Le daba consejos a mi padre sobre cómo criarme. No podía llorar en su presencia. Según él, valía menos como hombre si derramaba lágrimas.

—¿Hay algún hombre que valga la pena en tu familia? —inquirió Alayna—. De verdad, no entiendo el afán que tienen los mafiosos. Conocí a más de un cobarde que arruinó vidas por miedo a la debilidad.

Mi estómago se enredó con nudos.

—En nuestro mundo está prohibida la debilidad.

—Algunos pueden manejarlo, otros no —contestó —. Hay ocasiones dónde las debilidades pueden hacernos fuertes. Mi hermano es un ejemplo. Es poderoso gracias al amor que siente por su familia.

Mi expresión de asombro cambió a una de incredulidad. Volvió a mencionarlo sin miedo.

—Aprecias mucho a tu hermano.

Miró su mano y la cerró en puños.

—Es el único que pudo ser capaz de usar los sentimientos a su favor a pesar de ser un asesino como yo.

La sonrisa que se formó en mis labios vino rápido. Me encantaba que confiara en mi lo suficiente para hablar de su familia.

—Debe ser un hombre admirable.

—Lo es —concordó y había ternura en su voz—. El mejor hombre que conocí.

—Ningún asesino lo es.

—Caleb es la excepción a todo.

Joder, mencionó su nombre. La miré con incredulidad, pero hice de cuenta que no era importante para que no se arrepintiera de haberse abierto en mi presencia.

—Espero conocerlo algún día.

No respondió esta vez. Me enseñaría partes de ella sin miedo a ser atacada o traicionada. Haría lo imposible para ganarme completamente su confianza. Se sentiría a gusto conmigo.

Nos acercamos a la recepción de enfermería y pregunté por el abuelo. Me dijeron en qué habitación estaba y después caminamos a la sala de espera.

—Prefiero quedarme aquí —Alayna se sentó en un sillón—. No quiero ver al anciano.

Belleza Oscura [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora