Prólogo 🦋

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  "Cuando la oruga muere, nace una mariposa imparable"

Alayna

La última vez que vi a mi madre estaba muriéndose.

Ella era una luz cegadora en la decadencia de mi vida y ese día se apagó completamente. La recordaba en una cama: pálida, triste y acabada. Sus ojos llenos de lágrimas mientras sostenía mi mano. Yo lloraba, rogándole a ese supuesto Dios que la salvara y fuera eterna.

No fue así.

Murió un veinticuatro de abril en una sucia habitación y rodeada de botellas de alcohol. Yo tenía diez años en ese entonces. Era una niña que vio marchitarse a su heroína y no pude hacer nada más que mirar y prometerle que sería la guerrera de los cuentos que solía leerme.

Le juré que no volvería a estar indefensa.

Le prometí que sería una mariposa.

—No llores, mi pequeña oruga —suplicó y sonrió a pesar del dolor—. Volveremos a encontrarnos en el jardín.

Mi visión estaba borrosa por las lágrimas que no dejaban de fluir y caían por mis mejillas. Caleb se mantuvo en un rincón de la habitación, insensible y silencioso. No había palabras de consuelo. Nada podría parar a la muerte, menos cuando se trataba del cáncer.

Tratamos de ayudarla a tiempo y encontrar la forma de pagar sus tratamientos, pero mi padre gastaba el dinero que mi hermano y yo robábamos en alcohol. Nunca le importó la enfermedad de mi madre. Solo quería saciar su adicción e ignorar las responsabilidades familiares. Nos odiaba. Según él, arruinamos su vida y ahora estaba haciendo lo mismo con nosotros.

—Mamá...

Dejé escapar una exhalación temblorosa y lloré su nombre. El dolor era insoportable. Un millón de torturas no se comparaba al sufrimiento que sentía por perder a la persona que más amaba. Aquella que me enseñó el significado de la amabilidad a pesar de que el mundo siempre fue injusto con ella.

—Sal de tu capullo y vuela —Su pálida mano alcanzó mi mejilla y limpió una lágrima. Me quebré con fuertes sollozos, rogándole que no me abandonara—. Serás una quelonia, ¿recuerdas? Letal y hermosa.

Con esas últimas palabras cerró sus ojos y mi mundo entero se convirtió en gris. Nada de amor o felicidad. Mi poca amabilidad murió ese día y me perdí a mí misma.

Nació una nueva Alayna.

La mariposa negra que mataba por supervivencia y no perdonaba a nadie.

Ya no estaba débil ni indefensa.

Era la reencarnación de la muerte y todos los bastardos repulsivos como mi padre arderían conmigo en el infierno.

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