Parte 11

2.2K 174 23
                                    

-Vete por favor.

-Yo no estoy borracho. Nada va a pasar. Deja que te lleve a tu casa, estás muy mal. ¿Dónde está tu casa?

-Es este portal. Vivo en séptimo D.

-Vivimos muy cerca.

-Lo sé, los del trabajo van a aquel bar cerca de tu casa a beber, porque para mi primer cumpleaños en la empresa decidí cambiar el sitio para estar cerca de casa. Has visto como se me va la cabeza, borracho. Les gustó el local y desde entonces lo celebran allí y yo no he dicho que vivo cerca. Piensan que es porque me gusta y es barato.

Entramos en mi apartamento, mientras intento llegar al baño. Me siento muy mal con ganas de vomitar. El problema es que no soy lo suficientemente rápido y termino manchándome. Me siento asqueroso. Comienzo a quitarme la ropa para ducharme. Todo el baño da vueltas, no entiendo como sigo recto sin caerme y como desaparece la ropa tan rápido de mi cuerpo. Entonces me fijo en unas manos que no son las mías.

-Mierda Mario, ¿qué haces?

-Ayudarte, no puedes ni con tu alma.

Simplemente asiento mientras sigue, me ayuda a entrar en la ducha y yo termino sentándome, demasiado mareado para poder estar de pie y lavarme bien.

-Marioooo.

-Dime.

-Dame mi cepillo de dientes, me sabe la boca asquerosa y voy a potar de nuevo si sigo así.

Me lo alcanza y me cepillo durante un rato sentado en la ducha, me aclaro y le devuelvo mi cepillo.

-Diego, ahora tienes que ducharte.

-Lo intento, pero es difícil, no puedo ponerme en pie.

- ¿Me dejas que entre y te ayude?

-Sería genial. -Observo como se va desnudando y yo me voy excitando. ¿Desde cuándo me gusta tanto su cuerpo? Con cuidado me pone en pie y me agarra, yo me abrazo a su cuerpo. -Tengo ganas de follar.

Me ignora y empieza a echarme agua. Poco después me pone jabón en las manos para que me asee, él no me mira directamente, pero está pendiente de que no me caiga.

-Mario, prefiero que me enjabones tú. Lo haces muy bien.

-Mierda Diego, céntrate y haz lo que debes hacer.

-De acuerdo.

Me agacho con cuidado y sin que se lo espere me meto su gran amigo en la boca.

-Que mierda haces, suelta, joder. No me hagas esto.

-Hace mucho tiempo de la última vez. ¿De verdad no quieres? -Mi mano juega con sus testículos mientras yo vuelvo a lamer su larga vara que se va haciendo más grande -Tengo muchas ganas de que me folles fuerte. Quiero que rompamos mi cama.

-Diego, no puedo dejar que pase. Hicimos un trato y mañana me odiarás si termino cediendo. -Sus manos me agarran y hace que me levante. Con cuidado me enjabona mientras yo gimo por sus caricias, pone cara como de estar sufriendo por verme así. Tras esto me aclara con el agua. -Ven salgamos de aquí antes que te resbales y caigas.

Estamos en mi habitación y está buscando ropa para mí y para él. Cuando se acerca para vestirme intento un nuevo ataque y le empujo en la cama. Me siento sobre él y comienzo a besar sus labios con pasión. Su vara tan dura está rozando con mi culo y yo lo muevo para restregarme contra su duro falo. Su lengua captura la mía y sus manos ya acarician todo mi cuerpo. He vencido, conseguí que cayeran todas sus defensas.

-No, Diego. Quita. No quiero que mañana me odies por dejarme llevar.

-Mañana recordaré todo esto y te estaré muy agradecido por haberme dado placer.

-Por favor. Si mañana deseas que tengamos sexo, lo haremos, pero ahora no.

-Venga, no creo que sobrio pueda pedirte que me folles.

-Solo por el alcohol que te hace desearme no lo haré.

-De acuerdo. ¿Entonces cuándo te guiñe un ojo querrá decir que te deseo y tú te encargas de todo?

-Me parece muy bien. Yo seré el que te persiga cuando vea que me guiñas un ojo. Ahora levanta de mi cuerpo y deja que te ponga algo de ropa. Tienes que dormir algo.

Poco rato después los dos estamos dormidos. Profundamente dormidos.




Me despierto sintiendo mi cuerpo incómodo, la razón es que estoy durmiendo completamente acostado sobre Mario. Mi cabeza en su musculoso pecho y todo mi cuerpo sobre el suyo como si él fuera mi colchón. Me siento aliviado al ver que al menos yo llevo camiseta y mis calzoncillos, Mario solo tiene calzoncillos puestos, supongo que no encontró ropa que le cupiera. Dejo caer mi cabeza de nuevo mientras me fuerzo a recordar lo sucedido ayer. Mierda, se lo puse difícil, recuerdo mi comportamiento y lo estoico que fue él. Una sonrisa estira mis labios cuando recuerdo lo del guiño. Me hace gracia. Me muevo un poco para ponerme más cómodo.

-Si ya estás despierto, ¿no deberías bajar de mi cuerpo? -La voz profunda de Mario me sorprendió.

-En verdad estoy muy cómodo, me voy a quedar así un poco más. -Le digo mientras le miro con una sonrisa.

-Te despertaste simpático. ¿Te duele la cabeza?

-No, estoy bien. ¿Tienes hambre?

-La verdad que sí, mucha.

-Voy a preparar algo rico para los dos. En ese cajón hay una camiseta muy grande de deporte. Me la regalaron de broma hace tiempo. Espero que te sirva.

Antes de ir a la cocina voy al baño. Cojo un cepillo de dientes y una toalla para que Mario lo use si lo necesita. Mientras preparo la comida, veo que son las tres, normal que tengamos tanta hambre. Poco después viene Mario, la camiseta que a mí me parecía enorme a él le queda perfecta.

-Estoy preparando pasta y ensalada. Espero que te guste, es lo más rápido y si tienes tanta hambre como yo, no querrás esperar mucho.

-Me parece bien. Voy poniendo la mesa. Gracias por el cepillo de dientes.

-Gracias a ti por traerme anoche y bueno siento mucho todo lo que te hice soportar. -Todo esto se lo dije sin mirarle, mientras cocinaba, no tengo valor de enfrentar su mirada. Joder me restregué contra él a lo bestia.

-No te preocupes. ¿Ya está la comida?



Cuando ya estamos terminando de comer me mira con ojos llenos de curiosidad.

-Diego, ¿me puedes decir qué te pasó ayer?

-No, Mario, ahora no me apetece.

-Venga, estabas muy triste, llorando. El camarero me dijo que llevabas horas bebiendo.

-Oye en serio deja el tema.

- ¿Por qué no me lo cuentas? a lo mejor te sientes mejor tras contarlo.

-No seas pesado, no quiero hablar de eso.

-Vamos Diego, no seas así deja que te ayude o consuele.

Está de lo más pesado y sigue insistiendo, no lo va a dejar ir y yo no quiero decir nada aún, tengo la sensación de que una vez que lo diga en voz alta será más real. Que mi novia me dejó y que yo soy tan imbécil que no sabía que no era amor real lo que sentía por ella. Que soy un mierda sin corazón.

Pero no me deja, sigue insistiendo y lo único que se me ocurre es guiñarle el ojo. Mario se queda de piedra un momento, sin terminar la frase. Mi guiño le sacudió como si le hubiera caído un rayo. Pero de repente me tiene entre sus brazos y mis piernas rodeando sus caderas mientras su boca presiona la mía y nos arrastra a la cama.

Continúa>>>

Solo por el alcoholWo Geschichten leben. Entdecke jetzt