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El baile estaba en su máximo apogeo cuando Desdemona llegó. El restaurante parecía otro lugar, mucho más espacioso. Habían retirado varias mesas de la sala para dejar espacio a las parejas que bailaban. Las paredes estaban decoradas con cintas de colores. La Luz era un poco más tenue que en las cenas de los días anteriores. Una banda de música tocaba en un escenario improvisado mientras algunas parejas bailaban. Algunos asistentes estaban de pie hablando. Otros comían en las mesas. Desdemona recorrió con la mirada el lugar. Antes de poder encontrar a Burroughs, Madame Rigaud la localizó a ella.

– ¡Señorita Adams! ¿Dónde estaba? Llevamos un buen rato esperándola–  asiéndola del brazo, la guió a la mesa donde el mismo grupo de personas con el que había almorzado estaban sentadas, excepto el hombre con el que se acababa de pelear. Como si leyese su mente, la mujer añadió– El señor Burroughs ha llegado hace un momento también, se ha ido a buscar comida. Es un buffet, se coge un plato y le van sirviendo lo que quiere. ¿No le parece una idea magnífica? Cuando regresemos a nuestro hogar, pienso celebrar todas mis cenas de la misma manera.

Desdemona se dirigió hacia el lugar dónde Madame Rigaud le indicó. Varias personas sostenían un plato entre sus manos, esperando su turno. Siete personas por delante de ella, vio al señor Burroughs. Prefirió ignorarle y preguntó a uno de los camareros dónde podía coger un plato para servirse la comida.

Mientras la cola avanzaba lentamente, Desdemona se fijó en el hombre con el que minutos antes había estado discutiendo. ¿Qué intenciones tenía? Cuando le ofreció su ayuda, se sorprendió. Tal vez era verdad que no conocía a Liebermann, pero había algo en su corazón que le indicaba lo contrario. Burroughs sabía quién era Liebermann. ¿Tal vez por eso le había brindado su apoyo? ¿Porque sabía hasta dónde podía llegar el prusiano? ¿Quién era en realidad William Burroughs?

Mientras le servían pollo con hierbas provenzales, Desdemona pensó que ella no sabía las intenciones reales de Liebermann, ni hasta dónde era capaz de llegar por lograr su propósito. Parecía que estaba interesado en Babilonia, como ella. ¿Querría llevarse el reconocimiento por hallar la ciudad perdida? Lo máximo que había pensado era que la podía matar. Bastante daño era ese, el que la matasen por una ciudad perdida. La situación se le planteaba del todo absurda. ¿Cómo iba a alguien a asesinar a alguien por una ciudad? Era ridículo. A no ser que...

– Veo que ha hecho caso a mi recomendación y ha elegido el pollo–  el comentario del señor Robertson interrumpió los pensamientos de Desdemona–  Burroughs, tenía haberme hecho caso. Comer pescado dos veces en el mismo día. Qué disparate.

Desdemona miró el plato del hombre, concentrado en su comida. De nuevo estaba separando cada uno de los alimentos del plato. Las verduras hervidas las fue agrupando. Zanahoria, guisantes, patatas. Todo dividido. Primero comió los guisantes, luego las patatas. No pudo seguir observando como comía, pues Madame Rigaud decidió incluirla en su monólogo.

– Señorita Adams, he consultado con el capitán la hora a la que llegaremos mañana, que será sobre las cuatro de la tarde. Deberíamos descender del barco juntos, no sabe usted el jaleo que se monta. La gente se pone de los nervios, como si les fuesen a dejar olvidados en el barcos y enviarles de vuelta a Marsella, ¿verdad Alfred?–  el marido se limitó, como en ocasiones anteriores, a asentir con la cabeza–  Nosotros preferimos esperarnos un poco, para evitar a la masa de gente. Si quiere podemos quedar a las cuatro y cuarto en la cubierta. Para entonces, mucha gente habrá bajado y no tendremos problema alguno. Un cochero nos estará esperando y nos llevará directamente a la estación de tren. Los trenes a la India suelen salir por la noche, así que no tendremos que preocuparnos por el tiempo. ¿Le parece bien, señorita Adams?

Desdemona, al igual que había hecho Monsieur Rigaud, se limitó a asentir con la cabeza. Su esposa inició de nuevo un largo monólogo, acerca de como iba la gente vestida en el baile. En ese momento, Madame Rigaud, como impulsada por un resorte secreto, se giró hacia Burroughs.

LA PUREZAWhere stories live. Discover now