- ¿escribiste tu este papel? - el la mira extrañado.

- no hay forma de que halla sido un fantasma - le contesto sonriendo.

- Ryan - parecía emocionada, pero en verdad era una profunda tristeza lo que delata su mirada y sus lagrimas se revelan sin poder controlarlas.

- ¡hey! - el joven se acerca enseguida y se sienta frente a ella - ¿esta todo bien? ¿te pasa algo? - le pregunta y siente pena, no le gusta verla así, cualquiera diría que le estaba tomando cariño.

- no pudiste escribir esta nota, estoy segura que no.

- pero, es una simple nota, ¿no te gusto? lo siento, pensé que...

- esta no es tu letra - le corta y logra que el chico entre en un silencio profundo - no, no es tu caligrafía - la mujer había recogido varias agendas de clases de cursos pasados - mira - le dice señalando cada una de sus hojas - ves - el chico adelanta la mirada y se fija en que aquella letra no tenía nada que ver con la suya - desde la primaria los profesores alababan tu caligrafía como una de las mejores de tu curso, siempre me decían que de mayor serías algo relacionado con la escritura, fuiste cuidadoso y perfeccionista siempre con la forma de escribir, esta no es tu letra - ella esta seria y el estaba mas perdido que nunca - toma - le entrega un boli y una hoja en blanco - escribe lo que sea aquí.

- pe... ¿para que?

- quiero ver como lo haces.

- no es necesario, fue algo que escribí de prisa.

- si, como todas estas - la madre abre una pequeña caja de madera con cientos de notas escritas en pequeños papeles de colores que Ryan le dejaba escritas en la nevera, el sabía que su madre admiraba su letra así que cualquier recado o mensaje aprovechaba para dejárselos escritos en papel - todas estas también las escribiste de prisa - ''comprar pan'' ''vuelvo en cinco minutos'' ''¡la comida estaba buenísima'' o un simple ''te quiero'' fueron unos de los ejemplos de escritura rápida y perfecta que tantas veces le dejaba su hijo, el chico alza su mano derecha y toma el boli tembloroso lo que sembró aun mas el pánico en ella - ¡oh por dios!

- ¿y ahora qué pasa? - pregunto alterado.

- no eres diestro, eres zurdo - en ese momento Max Robinson entendió que estaba perdido.

Y su madre, la madre de aquel cuerpo que ahora le pertenecía se llevo las manos a la cara como quien no quiere ver, no acepta la realidad de que algo estaba yendo mal, la mujer se desploma entre lagrimas y Max sale corriendo de su lado y se encierra en su habitación. Ella sigue allí, ya ha pasado un buen rato sin embargo no se mueve del sitio donde la dejo, esta desolada y necesita buscar respuestas, a duras penas camina hacia el bolso y saca de ahí aquel papel que Allen le entrego, toma el teléfono temblorosa y unos cuentos tonos después alguien descuelga el otro lado.

- ¿doctor Shurez? - afirma que era el y ella continua hablando.

Ese día no hubo cena, el chico no salió de su habitación y ella aun estaba sentada en el sillón del salón, sin decir nada, convencida de que había tomado la mejor decisión. La noche pasa tranquila, sin ruidos, era como si la casa se hubiera quedado vacía. Al siguiente día, después de que Ryan llegara de correr su madre lo estaba esperando.

- buenos días - menciona seco e intranquilo.

- necesito que hagas tus maletas - dice seria colocada de pie junto a la puerta de la cocina, el chico observa una pequeña maleta a su lado.

- ¿y eso, te vas de viaje?

- nos vamos - ordena.

- ¿nos vamos? - pregunta confuso - no me habías dicho, no puedo, necesito recuperar las clases en la Uni, a penas estoy empezando no puedo irme así por así.

El chico de la calle de atrásWhere stories live. Discover now