Capítulo 1

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1910, Calgary, Alberta Canada.

¿Se han despertado una mañana con la sensación de que hoy es el primer día del resto de sus vidas? El sol brilla afuera, el verano está en su apogeo y toda la naturaleza irradia una felicidad que es el reflejo de la mía propia. Eso espero que suceda mañana. Mi viaje fue largo, y aún no termina. New York fue una aventura, pero la que me espera es la aventura de mi vida. Por eso he decidido comenzar este diario.

Mi nombre es Opal Higgins y soy actriz. Bueno... lo era. Esos días han terminado y ahora me dirijo al pueblo de Shadow Valley al norte de Alberta para casarme. La verdad sea dicha, a mi futuro esposo solo lo conozco por cartas y por una vieja fotografía, no estoy segura de que luzca como ese hombre castaño de ojos traslucidos que aparece en esa foto, quizás se parezca a su padre. Soy una novia por correspondencia, podría decirse y mis padres se escandalizarían de saberlo, si tan solo estuvieran vivos. Pero los tiempos son duros y más para una mujer.

Soy alta, quizás demasiado alta para ser una dama pequeña y delicada como las de las novelas. Si a eso le sumamos botas con tacos, se podría decir que la tendencia a destacar no me la dieron las luces del escenario, sino la naturaleza. Mi cabello es castaño con un tinte rojizo, bastante ondeado, mis ojos son azules y alguna vez han sido culpables de arrancar algún suspiro de la platea masculina y (esto es un secreto que no se dice en voz alta) de la femenina también. Muchas veces me ha tocado actuar de príncipe que rescata a la princesa en apuros en ciertas compañías... y déjenme decirles, no me ofende que aprecien mi capacidad de aparentar un veinteañero en contados momentos. Sobre todo cuando hay dinero de por medio. Pero mi carrera de actriz es solamente un sueño de juventud. Los años pasan y no me convierto en Sarah Bernardhart.

Llegue a Alberta el martes por la noche y me alojé en el hostal de la ciudad. A medida que avanzas hacia el oeste las montañas enmarcan todo y el paisaje se va volviendo más despoblado. De los grandes edificios y toda esa electricidad a esta ciudad y luego a un pequeño pueblo minero a seis días de carruaje. Estoy en el comienzo del mundo. Siento que perseguir el llamado para un cambio de vida es lo más favorable para mí.

Dejé a mi hermana Agatha (papá amaba la geología y las piedras semipreciosas, si no se han dado cuenta) al cuidado de mi tía. Ella tiene quince años y ya se está formando para ser docente. El cerebro lo heredó ella por lo que mi fé permanece fuerte en el día en el que Agatha se convierta en la maestra que desea ser. Es la favorita de mi tía abuela, April Higgins quien financia sus estudios, pero eso es otra historia. Otra página que dejo en Nueva York, pero que siempre me acompañara en la vida.

Dejo de escribir por esta noche, la luz de la vela flaquea mientras lo hago y me temo que mi vista también. Mañana tomaré la diligencia y solo puedo pensar una sola cosa: Opal, mañana es el primer día del resto de tu vida.


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En la sombra del valle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora