Crescendo

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Palermo/Sicilia, 1974

Mellea Nero era la clase de chica con los sueños usuales de su edad, querer un vestido especial para su graduación, salir con el chico que le gustaba, pasear con sus amigas por las tardes y pegarse al teléfono cuando tuviera la oportunidad en charlas que parecían no terminarse, los sueños precedidos por sus dulces e infantiles 16 años, residente de la ciudad de Palermo, en la isla de Sicilia, hacia el norte, una zona peligrosa pero ciertamente habitable, lleno de gente humilde o de estrato medio que estaban de paso hasta tener un lugar mejor donde vivir, era usual rodeada de gente de todas partes, unos mejores que otro, por supuesto, habría que saber moverse, ser precavida y de paso muy atenta.

Siendo la última de 5 hermanos, muchos de los cuales de hecho ya no vivían con ella, Mellea era excesivamente protegida por sus padres, una pareja de relación dudosa y muy católica, para ella Dios estaba siempre por encima de todas las cosas y todo lo que ocurría en su vida podía ser o no un deseo, destino o capricho divino, para un joven algo como eso era ridículo, pero eso no significaba que no se rezara diariamente, de tener rosarios en casa, de que ella misma llevara uno en el bolsillo, para protegerse, y todo ese tipo de bobadas. Mellea tenía la firme convicción de que sus padres eran paranoicos, y ella, pese a que afirmara que exageraban, no sabía que no estaban del todo equivocados, siendo que venían de un estrato medio-bajo, sus padres buscaban que ella estudiara tan bien como se pudiera, aun cuando eso significara que la enviaban a una escuela al otro de la ciudad. Siendo la última de sus hijos, ella tendría cosas que a los mayores no se les posibilito, una educación completa en el mejor lugar que sus escuetos ingresos podían otorgar, una escuela católica de monjas. En ese entonces, Roberto, su padre, aun trabajaba como chofer y su madre, Carmilla, era costurera, en un pequeño taller en el primer piso de su casa, la cual, siendo Mellea más pequeña estaba llena con sus hermanos, ahora solo estaba ella, fantaseando con hacer de esos espacios vacíos un estudio o un armario individual.

La Familia Nero era en realidad muy grande, y solo ellos, abuelos, primos, tíos y hermanos, ocupaban varias casas conjuntas, sin exagerar, se decía que toda su estirpe ocupaba al menos dos cuadras, una familia grande, unida y que cada navidad y fin de año hacían las fiestas más grandes y escandalosas del norte de Palermo, una familia tradicionalista y amable, que recibía a cualquiera que deseara unirse a su celebración. Mellea veía a sus hermanos de lejos, hacer sus vidas, estar casados y tener hijos, ella soñaba con un día ir a Milán, ser una diseñadora importante y algún día escapar de Sicilia, claro, era un hecho que de hecho solo ella conocía, su familia era demasiado tradicionalista para aceptar algo como eso, pero ella quería más, soñaba con ir más lejos, con subirse a un avión o un barco y jamás volver. Mellea era una chica menuda, delgada y de tez muy blanca, pelirroja y con pronunciados rizos, siempre detrás de sus hombros y sujetos por un lazo, como una cascada de fuego, era la única de sus hermanos en heredarlos, haciendo juego con sus ojos verdes, muchos decían que parecía un gato, mimada y consentida, presumida y coqueta por naturaleza, segura y decidida, dueña de una convicción única, y sobre todo muy terca, pero dedicada y atenta, una chica dulce que, hasta ese momento, no había tenido novio siquiera, de entre 5 hermanos, era ella quien aspiraba a llegar más lejos, la que, según sus padres, tendría una carrera universitaria, después de todo, se graduaría con buenas notas del Instituto Don Bosco. Desde lejos y todas las tardes, la veían llegar, su inconfundible uniforme negro y blanco mientras ella caminaba sujeta a su mochila.

Siendo que vivía en un lugar medianamente peligroso era sumamente común ver a los mafiosos rondar por la ciudad, era un puerto de todos modos, era un punto sumamente sencillo de contrabando e intercambio de toda clase de mercancía, drogas y armas especialmente, y, siendo que todos estaban conscientes de lo peligrosos que eran, nadie se quejaba o comentaba cuando los veían, Mellea, desde los 12, fue advertida de no acercarse a nadie que le pareciera demasiado sospechoso o muy arreglado, eso solo podía significar peligro, y ellos, no podían darse el lujo de lidiar con la mafia, de donde fuera que esta proviniera, ellos no se metían en su camino, ni ellos en el suyo. A pesar de ello había una verdad implícita que todos aceptaban en silencio, lo que la mafia quería la mafia lo tenía. Fue de hecho, algo bastante lógico que la belleza infantil de Mellea llamara la atención, desde lejos, ella era como un punto rojo en la nieve, exótica y hermosa, casi como si fuera Rusa, una chica que impactaba a la distancia como una especie de sirena.

C'est la vie (En edición)Where stories live. Discover now