~ Caminando de la mano ~

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Después de aquel día, ellos tres no volvieron a poner un pie sobre el palacio.

A la abuela de Elizabeth no le agradaba eso, sospechaba de que ellos empezaban a crear algún plan para fastidiar a la actual reina.

No quería agobiar a su querida nieta, así que junto a Meliodas se encargó de hacer un grupo de caballeros que lucharán contra quien esté hacia la reina.

Meliodas era el más apto para eso, asi que sin mencionarle a Elizabeth preparaba a un grupo de caballeros para luchar a favor del reino.

Le era difícil mantenerlo oculto de Elizabeth ya que le platicaba siempre todo lo que hacía en su día.

En las noches se infiltraba en el palacio hasta el cuarto de su reina para amarla como solo el sabía hacerlo.

Habían pasado ya tres meses desde que Elizabeth comenzó a reinar, desde que dejó de ver a sus primos, y todo marchaba bien, no había inconveniente alguno. Más sin embargo la reina confirmo sus sospechas, tenía a una espía en la mansión de Elena y una en la mansión de Harry, ellos darían un golpe de estado en un par de días, así que junto a Meliodas buscó algunos refugios para los miembros de la corte, los pasillos secretos fueron revelados a él y se tomaron las medidas necesarias, aunque los caballeros estaban preparados para cualquier situacion, tomaron medidas de seguridad.

Al caer la noche Meliodas se dirigió al cuarto de su reina cómo siempre, ella yacía acostada en su gran cama con su ropa de dormir, el entró y la vio leyendo algunos papeles, el sólo pensar que en unos días ella ya no podría gozar de esa tranquilidad le agobiaba, cerró la puerta detrás de él y se acercó a su reina.

Ella le sonrió y con una palmada sobre la cama le indico que tomara asiento.

Ambos se miraban mutuamente, en realidad no tenían mucho que decirse, con que estén cerca uno del otro bastaba.

-¿Sabes Meliodas? Me gustaría andar contigo de la mano por todo el reino, sé que solo vernos en mi habitación no es lo correcto pero es la única manera que tenemos por ahora de amarnos sin medida.-

Meliodas sonrió y acarició su rostro, su piel Nivea y delicada de porcelana lo era todo para el.

Depositó un suave beso en los labios de su reina y la recostó despacio en la cama.

-Estare a tu lado sin importar quien esté contra nosotros, te lo prometo.-

Elizabeth no entendió porque él había dicho esas palabras en ese tono de preocupación, aunque no le dio importancia y solo lo abrazo fuertemente.

Los besos y caricias se hicieron presentes y la ropa comenzó a caer al suelo, una vez más en la oscuridad de aquella habitación demostraban su amor sincero.



Al día siguiente Elizabeth despertó una vez más sin su rubio, comenzaba a sentir algo de molestia al no verlo junto a ella cada mañana, pero no había nada que hacer respecto a eso.

Tomó el primer vestido que encontró, era de color rojo vino, con pedrería plateada en el corsé, el faldón largo liso corto hasta debajo de las rodillas, quiso ponerse zapatillas bajas y los accesorios en conjunto con su vestido.

Tomó el periódico y lo leyó rápido, todo marchaba bien.

Salió de su habitación y observó a sus padres salir con un par de maletas junto a la servidumbre


-¿Van a algún lado padre?-

Preguntó algo confundida, pues no le habían informado acerca de que saldrían.

-Buenos días Elizabeth, nosé aun, tu abuela solo nos dijo que íbamos a salir.-

Respondió su padre mientras cerraba la puerta de su habitación.

Ahora estaba más cofundida, su abuela no le había comentado, pero confiaba mucho en ella.


Abrazo a sus padres y ellos bajaron junto a la servidumbre.

Ella los siguió un poco alejada, observó a su rubio amado hablar con dos varones uno a su altura de él de cabellos castaños y otro un poco más alto de cabellos plateados, no los conocía, nunca los había visto. Pero el de cabellos plateados subió a un caballo y siguió muy de cerca al carruaje donde sus padres se fueron.

Meliodas platico con el castaño unos minutos más y luego entro al palacio. Elizabeth  lo esperaba de pie cerca de la puerta


-¿Y esos dos caballeros con los que hablabas quiénes son?-

Meliodas miro hacia donde estaba de pie Elizabeth, que podía decirle, no debía alarmarla aún, aunque si quería decirle.

-No puedo decirle majestad.-

Contestó a secas mientras se daba vuelta y se alejaba de ella rápido.

Elizabeth no tuvo oportunidad de volver a preguntarle, pero definitivamente algo ocurría.

Quiso hablar con sus primos, pero ellos no estaban en el palacio.

Casi nadie de su corte estaba ya, solo ella y su abuela, ¿Que ocurría?.



Las horas pasaban y no había podido hablar con su abuela, se encontraba en su despacho leyendo algunos papeles tratando de distraerse un poco.


Al caer la noche un grupo de soldados se acercaban al palacio, rápido le fue informado a Meliodas, quien le comento a su vez a la abuela de Elizabeth.


-Creo que es hora de huir o moriremos aquí, Meliodas protege a mi nieta, sabes el plan, encontrarnos en unas semanas en Irlanda. La mochila de Elizabeth está lista en mi habitación. Ve por ella y cuídala.-

La antigua reina salió por un pasillo secreto, y Meliodas fue por la mochila que le serviría a Elizabeth, de regreso escuchó muchos gritos a lo lejos, una batalla de espadas estaba empezando ya.

~ Leal a ti ~Where stories live. Discover now