~ Antes de ser reina ~

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Después de su día libre, Meliodas ya no tuvo descanso alguno, siempre estaba ayudando en el más mínimo detalle a Elizabeth, incluso en algunas noches en vela cuando ella leía y leía miles de papeles con normas reales que debería seguir para ser una reina, cada que no entendía algo a la primera leía una vez más y ahí junto a ella Meliodas le hacia preguntas para asegurarse de que le quedara todo muy claro y entendible.

Estaban a dos semanas de la coronación, Elizabeth había avanzado en muchos aspectos ya, habían tomado ya las medidas para su vestido, la corona ya había sido limpiada y restaurada.

Ahora se preparaba frente al espejo ya que tenía el tradicional desfile del pueblo en donde le daban despedida a la actual reina con cantos, bailables y discursos y a la nueva reina se le ofrecía una lista de las cosas que esperaban de ella.

Elizabeth portaba un vestido largo color lila, dejaba ver solamente sus zapatillas de tacón de color rosado, haciendo contraste con los accesorios rosas y su tiara, se miraba frente al espejo sentada esperando que terminaran de maquillarla.

Cuando al fin terminaron, se rocio un poco de perfume y salió de su habitación, encontrando a su fiel guardia a un costado de la puerta.

-¿Lista princesa?-

Preguntó al verla salir.

Ella Lucía radiante como siempre.

Asintió y comenzó a caminar con el a su lado.

Siempre era así, el junto a ella apoyándola y dándole ánimos, en noches en vela, en salidas como esa, Meliodas era en verdad un gran apoyo para ella.

Mientras caminaban miro sigilosamente a cada detalle de el. Desde el traje que tenía hasta como estaban sus cabellos rubios.

Estaba tan distraída que resbaló antes de llegar al primer escalón de la gran escalera para bajar al primer piso.

Afortunadamente su rubio siempre la mantenía a la vista, le tomo suavemente del brazo y la jaló hacia el abrazándola sutilmente.

-¿Se encuentra bien? Parece distraída.-

Elizabeth se sonrojo, el se había dado cuenta claramente. Le agradeció y aún sonrojada se alejó un poco de él para verlo directo a los ojos.

-Estoy bien, no paso nada, solo resbalé.-

Meliodas ahora estaba perdido en esas dos bellas orbes azules, sintió grandes deseos de besar esos suaves labios y no separarse jamás.

Reaccionó rápido ante esos pensamientos, se alejó de ella y ocultó su mirada.

Elizabeth permanecía estática, la reacción extraña de Meliodas la confundió demasiado.
¿Había dicho algo malo?

Se hacía tarde y no quería ser regañada por su abuela, en la noche platicaria bien con él.

Garraspeo un poco y dio el primer paso para bajar.

-Vamonos ya Joven Meliodas.-

Alzó su rostro y la observó bajar suavemente cada escalón.

Caminó detrás de ella y llegaron pronto al primer piso.

Pasaron el comedor y luego hacia el salón principal.

El mayordomo abrió la puerta y Elizabeth salió.

Su abuela subía el carruaje que las llevaría al pueblo, la alcanzó rápido y subió también.

Al sentarse y acomodarse miro a Meliodas subir a un caballo y posicionarse detrás del carruaje.

El cochero puso marcha y se dirigieron al pueblo.

Llegaron pronto y todo estaba adornado con banderines de colores.

Llegaron al centro del pueblo donde se encontraba un escenario.

Ahí habían algunos niños preparandose para su actuación.

Dos niñas se acercaron a Elizabeth y su abuela y le entregaron dos leis (en Hawai así se le llama al collar hecho de flores)

La reina agradeció al igual que Elizabeth.

Tomaron asiento y el festival comenzó.

Ambas la pasaron muy bien, aplaudían cada espectáculo que ofrecieron.

La noche comenzaba a caer y el festival terminaba.

Elizabeth se adelantó hacia el carruaje mientras su abuela terminaba de platicar con los aldeanos.

Esperaba ser una buena reina así como su abuela al ver el trato de los aldeanos para con ella.

Después del festival ambas subieron al carruaje y regresaron al palacio.

Una vez que llegaron, se acercó a su guardia y le pidió que la acompañara al jardín trasero del palacio.

El obedeció y fue detrás de ella.

Una vez solos el esperaba paciente que ella le hablara, pero Elizabeth estaba algo nerviosa, ¿Cómo debería empezar su plática? O más bien ¿Que es lo que realmente debería decirle?

-En el incidente de la mañana antes de salir hacia el pueblo, ¿Acaso dije algo malo? Es que me pareció que quisiste alejarte de mí o algo parecido.-

Por fin habia encontrado las palabras para expresarle sus dudas.

El rubio asombrado por la pregunta quedó en silencio, ella se dio cuenta que se alejó de repente ante ese impulso de querer besarla y que eso le había hecho pensar mal.

Aún no contestaba, mantenía su mirada baja, ¿Cómo explicarle que quiso besarla?

Ella aún sin respuesta de él se agachó un poco para poder ver sus ojos, al mismo tiempo el alzaba su rostro y quedaron muy cerca uno del otro, tanto que sus narices tocaban una a la otra.

El sonrojo se hizo muy notorio en ambos, pero a pesar del incómodo momento ninguno se alejaba.

Meliodas sabía que estaban solos, que nadie estaba a su alrededor posó su mano en la mejilla sonrojada de la princesa y con mucho temor le dio un fugaz beso en la comisura de sus labios rojos, el cual fue completamente correspondido. Ella no lo alejó, al contrario aceptó gustosa  aquel rápido beso.

Cuando se separaron se miraron a los ojos, no sabían que decirse con respecto a ese beso.

-Lo lamento princesa, fue tonto de mi parte, aceptaré cualquier castigo que me imponga.-

Meliodas había roto aquel romántico momento.

Elizabeth mostró en seguida una mirada triste.

-Joven Meliodas, no debiste decir eso. Me haces pensar que no quisiste hacer eso.-

Meliodas supo que había arruinado todo.
La abrazó en seguida, y le pidió disculpas.

-Usted lo es todo para mí, me dio una esperanza de seguir adelante, confío en mi y es por eso que mi lealtad y mi amor es solo para usted princesa.-

Era prácticamente una confesión de amor, Elizabeth reforzó aquel abrazo disfrutando el momento, se sentía tan feliz que su corazón palpitaba fuertemente.

Buscó su rostro y ahora ella le daba un fugaz beso en los labios.

Se separaron y juntos caminaron hacia la entrada del castillo, disimulando muy bien que nada había pasado.

Ya en la entrada Elizabeth se despidió de su guardia y entró al palacio.

Caminó delicadamente hasta llegar a la puerta de su habitación, entró en ella y se dejó caer sobre su cama, abrazó la almohada y nuevamente sus mejillas se sonrojaban al recordar el beso que se dio con Meliodas.

Debía ser sincera consigo misma, sentía algo muy fuerte por el, y aunque sabía que si lo decía a alguien sería criticada y no podría ser reina.

La reina debe seguir estrictamente las reglas. Pero ella haría algo para cambiar las cosas, ella definitivamente lucharía para que el amor que sentía fuera aceptado por la sociedad.

~ Leal a ti ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora