Capítulo 7: Querer.

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Capítulo 7.

Querer.

"Sentimiento menos profundo que amar".

Adler.

Pitó en casa de Hailey. Como siempre, la pecosa salió minutos después apresurada, con sus rizos sueltos y pantalones rasgados con una blusa de botones azul con bolitas blancas. Al subirse, notó que estaba manchada de pasta de dientes en la esquina inferior de su labio derecho.

—Buenos días —se abrochó el cinturón y levantó la vista—. Te he traído algo.

La chica abrió su mochila y sacó un libro. En la portada tenía un corazón sobre tablas de madera y alrededor de éste un lazo de púas; el título era "el amor es todo menos sencillo" y aunque no lo admitiría, se miraba interesante.

—Gracias —dejó el ejemplar en la guantera y estiró su mano para quitar el resto de pasta. Ella se quedó quieta por el contacto y se alejó—. Estabas manchada de pasta de dientes.

—Oh —respondió. Él arrancó y salieron rumbo a la universidad. Hailey iba hablando sobre lo que había leído (ya iba a la mitad) y Adler dedujo que cuando tomaba confianza hablaba mucho.

Le divertía un poco la manera en la que movía sus manos para hacer gestos. Sus ojos adquirían emoción cuando hablaba de algo que le gustaba y sobre todo, le parecía una chica dulce por todas esas pecas rodeando su rostro.

—... pero de verdad, me da miedo el solo imaginar al tipo —seguía hablando. También le gustaba mucho su cabello, rizado y salvaje. Pero lo que más le divertía de Hailey, era que hablaba sola.

—Es la intención, el miedo de tener a este personaje que no sabes quién es y miles de teorías en tu mente —siguieron hablando sobre los libros hasta llegar a la universidad.

Le alegraba tener una amiga.


▬▬▬


Lanesse lo estaba esperando a que se acabase su turno en el trabajo. Faltaban quince minutos, y el restaurante comenzó a vaciarse lentamente.

—Vete de una vez, pasa tiempo con Lanesse —Bastean se había acercado a él. Era el único amigo, a parte de su novia, que tenía.

—Prefiero terminar el turno —recogió una de las mesas—. Después dirán que por ser amigo del hijo del jefe, tengo preferencias.

—Las tienes —sus ojos azules se dirigieron a su novia—. Si fuera tú, no la dejaría sola mucho tiempo, alguien puede llegar y robártela.

—Lanesse no es mía —su amigo lo siguió hasta la cocina—, solo se pertenece a ella misma, y si alguien más llegara y ella lo quisiera tanto como él a ella no me interpondría.

—Es jodido, ¿no? —Bastean se recargó en el mueble—. No poder amar a la única chica que te ha amado.

—La quiero —Adler comenzó a lavar los platos—. Ella es importante para mí.

—Existe un gran diferencia entre querer y amar, Ressler —parecía conocer de lo que hablaba. Adler frunció el ceño; Bas nunca había tenido alguna novia, solía salir con chicas, pero nunca una le duraba lo suficiente para convertirla en su novia. ¿Qué sabría él sobre la diferencia?

—No veo cual —con su novia se sentía cómodo. Era fácil estar con Lanesse: se conocían desde siempre y ella sabía todo lo que había pasado como él la conocía a ella. Antes de ser novios fueron amigos, y aunque la relación parecía una amistad, el cariño era diferente. Quería a Lanesse y no como una amiga—. Moriría por ella.

—¿Y morirías con ella? —Bastean y su estúpida costumbre de entrometido. Iba a responder cuando la puerta se abrió y la rubia entró.

—Lamento interrumpir la plática de los machos, pero ya no hay nadie allá fuera.

—Puedes irte ya, Ressler. Me encargaré de lo demás —avanzó hasta Lanesse y la abrazó—. Nos vemos.

—Adiós, cariño —los dejó solos y su novia se acercó a él. Lo rodeó del cuello y le sonrió—. Me encantas cuando usas el mandil para lavar trastes, Adler. Te ves sexy.

Sonrió y se inclinó para besarla. Sus labios estaban suaves y sabían cómo siempre. Su corazón no latió desbocado por el contacto, pero la sensación agradable fue lo suficiente para recordarse porque seguía con Lanesse Wilcox.

—Te amo —ella susurró contra sus labios. No era la primera vez que se lo decía, y como solía ser costumbre, no pudo responder las palabras que su novia le había dado.

Acarició su rostro y puso mechones de su cabello tras sus orejas. Los ojos de Lanesse se volvieron tristes al saber que esa noche tampoco recibiría la respuesta que quería.

—Te quiero, Lanesse.





Había dejado a su novia en su departamento y había llegado a su casa. Rust y Gris ya estaban dormidos, cada uno en su respectiva habitación. Antes de irse a la cama, pasó a revisar a Rusty y se puso a realizar sus tareas. Tomó una ducha e iban a ser las once y pico cuando se acostó.

Iba a tomar su libro cuando notó el que Hailey le había prestado.

Tomó su celular y escribió un rápido mensaje.

Adler: ¿No me digas que el libro que me diste trata sobre una historia tan cursi que me hará vomitar azúcar?

No respondió. Aprovechó mientras esperaba su respuesta y comenzó leyendo el nuevo libro. Iba por la mitad del segundo capítulo cuando su celular sonó. Lo tomó rápido, porque no le gustaba tardar en responder. No le veía sentido el tardar en contestar cuando podía hacerlo de inmediatamente.

Pecosa: No te voy a decir nada. Nunca juzgues a un libro por su portada e incluso por el título, señor no-leo-nada-romántico-que-afecte-mi-masculinidad.

Se rio.

Adler: Si no leo nada romántico es porque no me gusta. Le he intentado dar algunas oportunidades y siempre es lo mismo, señorita hablo-sola-como-loca.

Pecosa ¡Sabía que sacarías eso! -.- Supéralo, todos hablamos solos.

Adler: No todos estamos locos, pecosa. ;)

Recordó el día que la vio hablando sola. Primero pensó que quizás hablaba por audífonos, pero al no verlos dedujo que quizá a la chica le faltaba un tornillo.

Pero cuando ella lo vio y aguardó su celular no se sorprendió en lo más mínimo. Todos lo juzgaban por su apariencia, sin saber lo que realmente lo que había dentro de él. Puede ser que no fuese la mejor persona, pero daba su esfuerzo.

Nunca se dejaba manejar por su pasado, por más jodido que fuese. Su lema de vida era que por algo le llamaban así, pasado. No podía cambiarlo ni rememorar que podía haber hecho diferente.

Pecosa: Ash, nunca se puede hablar contigo. Buenas noches, tatuado.

Sin comprender por qué, sonrió a su celular.

Adler: Buenas noches, pecosa. Ten dulces sueños.

Hailey, ¿Podrás salvarme?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora