Resultados del concurso

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*PRIMER LUGAR RELATO: liebed


«Nubes de miel»


I

Barb dejó la última caja en el piso y Kiam suspiró. La mudanza de ambos había caído un día de verano en el que el sol les golpeaba las nucas y los derretía. Kiam podía sentir el sudor caer sobre su piel, y aunque estaba asqueado por la sensación, se enfocó mejor en dar una media vuelta y mirar a su novio, igual de sudado y cansado que él, sentado en el piso con la última caja mientras se pasaba una mano por la frente.

Entonces a Kiam le da por pensar en los veranos pasados, en las pieles sudadas ya conocidas y en océanos ya recorridos. Habían pasado años desde el primer momento en el que todas esas cosas habían ocurrido, pero las venas de sus muñecas se exaltaban de la misma manera en cuanto las palmas de las manos temporalmente bronceadas de Barb se mostraban ante el sol.

Barb sonríe entonces, mirando directamente a los ojos azules de Kiam, con sus pómulos llenos de polvo de estrellas y sus dientes de saturno, y Kiam recuerda una vez más (ahí por sus entrañas, por sus costillas, bien al fondo de su estómago) porqué lo ama y cuánto lo ama. Y lo siente una vez más, sus amígdalas inflamándose de emoción pura al ver al hombre que ama.

—¿Qué? —habla Barb desde el piso todavía. Sus piercings parecen brillar como la luna al mismo tiempo que su sonrisa se ensancha, y Kiam es capaz de sentir su corazón dar un vuelco—. ¿Te has enamorado una vez más de mí, Gallinita?

Y qué extraño es sentir las piernas temblando a pesar de que han pasado años ya desde que Barb lo miró por primera vez.

—Qué hablas, tarado. Mejor levántate y ordenemos, que me urge una ducha.


II

La primera hoja de otoño cayó el día en que Barb trabajaría en terminar su tesis de universidad. Kiam le estaría haciendo chocolate mientras Barb se esfuerza en su proyecto, concentrado y fijo como los samuráis de esas historias que tanto le gustan.

—Descansa—Kiam murmura cuando llega a la mesa que hay en el medio de la sala, dejando la taza de chocolate al lado de la mano blanquecina de Barb, esa que tenía los nudillos rojos y las uñas cortas.

Barb toma la taza sin mirar hacia arriba y sonríe cuando termina de beber el primer trago. Kiam se había acostumbrado a prepararlo de una forma única para Barb, con ciertas cantidades de azúcar y malvaviscos y trozos de luna y corazón. Se habían acostumbrado a esas rutinas de chocolate, de platos de comida bien calientes y mantas que los envolvían cuando la proximidad se hacía tan necesaria que sentían sus rodillas doler.

Barb no deja de trabajar en su tesis, y Kiam, que entraría en exámenes finales de semestre en dos semanas, decide hacerle compañía en silencio mientras lee los libros y subraya los conceptos más importantes.

Tres tazas de chocolate, dos mantas sobre sus regazos y veinte besos después, Barb le toma la mano a Kiam y ambos van a dormir a su habitación, en esa cama donde Kiam apoya su cabeza sobre el antebrazo de Barb y Barb le susurra cuánto lo ama antes de que los dos caigan dormidos.

De Príncipes y Princesos ©Where stories live. Discover now