22. Extraña e irritante tentación

52.5K 3.6K 2.7K
                                    





(Kiam)







Apoyé mis manos en la barandilla que rodeaba el paseo marítimo y, tras suspirar con pesadez, me detuve a contemplar en silencio el horizonte.

Se me habían quitado incluso las ganas de volver a casa, así que después de salir de aquella cafetería, y de ver a Barb con aquel chico desconocido, había comenzado a dar vueltas sin ningún rumbo fijo.

Tenía que hablar con Paris lo antes posible, pero a pesar de que sabía a la perfección que debía contarle todo, lo que no sabía era cómo hacerlo. Y lo que tampoco entendía en estos momentos era el por qué me había comenzado a encontrar tan mal de repente. No me sentía enfermo ni me dolía nada en realidad, pero después de haber visto a Barb en aquella situación, un extraño malestar se había alojado repentinamente en mi pecho y estómago.

En los casi tres cuartos de hora que habían pasado desde que vi al de la dilatación, había llegado a la conclusión de que el chico con el que iba caminando sí que podría ser ese supuesto "amor no correspondido" del que hablaban los rumores.

No es que conociese realmente a Barb pero, en el tiempo que habíamos pasado juntos, solo había podido observar esa sonriente expresión aquellas dos veces en las que habló por teléfono; así que por lo que pude comprobar esta tarde, la persona con la que había hablado en esos momentos debía de ser también ese chico al que no conocía. O eso era lo que sospechaba.


Entonces... ¿yo soy otro de sus tantos reemplazos, como dijo Cap aquella vez? —me pregunté.


Apreté la barandilla con fuerza, dejando a un lado pensamientos estúpidos como ese, y volví a suspirar.

Barb y yo éramos simples "conocidos con derecho" porque, en realidad, ni siquiera llegábamos a ser "amigos" de verdad. Yo mismo se lo había dejado bien claro aquella vez en los baños del restaurante de mis padres, aunque para mi asombro, este tipo de inusual relación que ambos manteníamos había durado más de lo que preveía.

Solo había acordado acostarme con él para que no le dijese a Paris que me liaba con chicos, pero ahora que mi propio amigo se había enamorado de uno, y que estaba pensando en contarle todo yo mismo... no tenía por qué seguir viéndome con Barb.


—Claro —murmuré para mí—. Ahora... ya no tengo por qué soportarlo más.


Rechiné los dientes y apreté todavía más fuerte la barandilla.

¿Por qué me seguía sintiendo extraño a pesar de haber descubierto que ya no tendría que lidiar más con el idiota de la dilatación? No entendía qué era lo que me pasaba, y eso me molestaba e irritaba aún más.

Suspiré por enésima vez en el día y, sin que lo esperase, mi móvil comenzó a sonar, así que lo saqué del bolsillo con desgana y me lo llevé a la oreja.


Gallinita, ¿ya se te pasó la pataleta de ayer, o aún sigues enfurruñado como un niño pequeño? —rió una voz más que conocida.

De Príncipes y Princesos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora