Mentes Psicópatas©

U n o

Un día lluvioso y melancólico, uno inigualable a otro de tantos que suelen estar lluviosos, este era en forma «especial», después de tanto tiempo intentado tener un hijo, sin poder conseguirlo, más de cientos tratamientos, que no son en sí literal, nada funcionaba.

Habían llegado a la conclusión de, ¿Por qué no adoptar?, Sabían que no era lo mismo, pero deseaban un hijo cómo nada en el mundo, no era lo que ellos querían. Ambos deseaban un hijo biológico pero no se podía y era lo que debían aceptar.

La lluvia tan fuerte como una ola de mar cuando acabas de salir del agua y te arrasa por encima, fría como un cubo de hielo, el olor a tierra mojada caracterizaban esta lluvia, las flores daban a flote un poco de su aroma, y las gotas hacían un sonido apenas audible al estrellarse con los cristales tanto de los autos como de las puertas de las casas.

Mientras Ángela observaba el agua caer por el ventanal de su casa, esperando a su esposo, para ir al orfanato. Algo en ella no estaba bien, tal vez su lucidez, a lo mejor su lucidez la estaba engañando, o lo más probable estaba muy nerviosa de lo que pasara en el orfanato, y después de llegar de este.

Mario baja las escaleras mientras arregla su corbata, de un rojo vino que combina a la perfección con su camisa blanca, y su saco negro. Al notar que Ángela observaba la lluvia, le parece extraño aquel gesto en ella, al nunca ser una persona que es sumisa ante aquellas cosas.

Carraspea su garganta aclarandola dando a saber de su presencia.

-Buenos días, ¿todo bien?-pregunta mirándola.

-Buenos días cariño, todo bien, solo me entretuve con la lluvia.

Mientras se acerca para dar un beso a su esposo este sonríe dulcemente para ella.

-¿Estás lista?, ¿Prefieres desayunar ahora?

-Creo estarlo, deseo comer algo antes de ir, todavía tenemos mucho tiempo, y el desayuno ya está listo.

Toma a Ángela de la cintura y proceden ambos a pasar al comedor.
Después de tomarse unos veinticinco minutos para desayunar, ambos salieron camino al orfanato.