One Petal

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Un día se había empezado a sentir vacío.

Cuando pasaba las horas junto a Stan una extraña felicidad lo embriagaba, pero cuando él se distraía con alguien más, todo el calor se esfumaba abruptamente, dejándolo con una sensación amarga en la boca.

Comenzó a comprar algunas golosinas para deshacerse de ello. No funcionaba.

Entonces comer por ansiedad se estaba volviendo común, y el problema es que no sabía el porqué.

*

Randy fue el que abrió la puerta, recibiéndolo con una mueca.

—Te ves mal. —Kyle quiso negarlo, pero también se había visto frente a un espejo.

Cuando iba a responder con alguna excusa, un “No te pases de listo, pequeño mojón” y un golpe se escucharon en el segundo piso.

El pelirrojo siguió a Randy, curioso, para encontrarse con una escena que supuso era lo común.

—¡Estás loca! —gritó Stanley. Iba a reclamarle algo a su padre al percatarse de su presencia, pero su mirada se desvió hacia el menor, que se encogía en su lugar ante su escrutinio.

*

—Tardaste en llegar. —Kyle suspiró desde la silla, viendo divertido como su súper-mejor-amigo giraba sobre la cama para encontrar una postura cómoda.

—Me ocupé con algo. —no mentía.

Stan se apoyó sobre sus codos para observarlo con detenimiento.

—¿Con qué? —el pelirrojo se removió en su lugar, algo incómodo. Indeciso en si decirle o no.

—No importa, ¿por qué querías que nos viéramos? —cambió rápidamente de tema, lo que no pasó desapercibido para Stan.

—¿No puedo querer ver a mi mejor amigo? —un escalofrío. Aún así Kyle alzó una ceja con escepticismo. El pelinegro rodó los ojos—. Bien, necesito un consejo…

Aquí vamos otra vez.

*

—Es que en serio, ¿Qué pasa con ella?

Las posiciones habían cambiado en algún punto de la conversación; Kyle se encontraba sentado en el suelo, apoyado contra la cama y con los ojos cerrados, sólo escuchando. Stan estaba totalmente recostado, mirando el techo, moviendo las manos al hablar.

—Kyle —lo llamó ante su silencio, el mencionado hizo un sonido de afirmación—. Tú crees… ¿Tú crees que sí es mi culpa?

El pelirrojo se acomodó en el suelo para ver a su amigo. Sintió otro tirón en su pecho; el menor tenía las mejillas sonrojadas y los ojos vidriosos, ¿cuándo y cómo llegaron a eso?

Kyle sintió arcadas y tuvo que correr sin darle una respuesta. Conociendo bastante bien ya el camino, se dirigió hacia al baño. Ya ahí se agachó a la altura del inodoro para expulsar lo que tanto mal le hacía, sintiendo cómo le hacía daño al pasar por su tráquea.

Entre las lágrimas por el esfuerzo, pudo distinguir varios pétalos nuevos; azul pálido, malva y sangre. Vació el estanque antes de que Stan apareciese por la puerta.

—¿Estás bien? —”claro que no”—. Oh, amigo —”no sientas lástima por mí”—, llamaré a tu mamá. Estás sangrando. —”no te preocupes por mí”. Porque eso sólo causaba un profundo dolor que, sabía, no era físico. Venía de lo más profundo de sí mismo.

Kyle se pasó la mano por la boca, sí, era su propia sangre. Pero ¿De dónde venía? ¿Por qué?

Stan lo ayudó a levantarse, esperó paciente a que se enjuagase la boca y lo llevó al piso de abajo, a la cocina.

*

—Cariño, tu mamá dijo que vendría a buscarte.

—No es necesario, pero gracias, señora Marsh.

No se consideraba un niño, no uno pequeño. Lo agobiaba la atención que había de pronto en él. Incluso la de… No, la mirada atenta de Stan lo calmaba un poco.

Pero también dolía, dolía como una puntada persistente y quería llorar por eso. Pero ya no era un crío para hacerlo, y aunque muchas veces lo había hecho frente a su mejor amigo, de pronto le daba una vergüenza terrible.

—Lo siento, parece que no comerás. —bromeó. Kyle quiso reírse y responder, pero el golpeteo en la puerta desvió su atención.

Hicieron una mueca casi al mismo tiempo, ambos lo sabían,  ojalá volviesen a verse pronto.

How to Deal with Flowers [Style Hanahaki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora