El color de tus ojos.

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— ¡Debe ayudarme! — no pudo contener más sus lágrimas y rompió en llanto enfrente de su única esperanza, estaba desesperado porque alguien le ayudara con aquel enemigo que atormentaba y ponía en peligro la vida de toda la tierra.

— Hum... — giró su cuerpo encarándolo, con cierta sorpresa de ver al Dios de la creación dentro de su palacio, el cómo había entrado era lo de menos.

— ¡Sr. Bills! ¡Yo... yo necesito de su ayuda! — cerro sus parpados con fuerza de la misma forma que sus puños, con el rostro rojo, lleno de impotencia por verse en la penosa necesidad de no poder hacer nada el mismo teniendo que buscar a terceras personas — ¡Por favor! ¡Vaya a la tierra y elimine a Majin Boo! ¡Se lo ruego! — abrió sus ojos, aun con un semblante de desesperanza, observando a los ojos amarillentos del felino.

— Sh... — Estaba a punto de llamarlo por su nombre, pero se detuvo, no podía llamarlo así si se supone que poco se conocían ambos, o eso creía el Kaioshin, por su parte el Dios de la destrucción sabía mucho del menor. — Supremo Kaioshin, no esperaba verte... ¿estás bien? — lo miraba con cierta incredulidad— Que pregunta tan estúpida la mía, por supuesto que no estás bien. — su mano derecha se dirigía a la mejilla del de cabellos blancos, secando con sus dedos suavemente todo rastro de lágrimas, ahora contemplaba aquel rostro delicado con compasión y una extraña compresión. — Te ayudare, solo no... no llores.

— ¿Usted si ira...? — su voz fue quebradiza, no esperaba que le fuera a ayudar tan fácilmente y sin poner ninguna condición, pero sus ojos demostraban un especial brillo al hacer contacto visual con los ojos ajenos, sus emociones se regularon, sintiendo esperanza nuevamente.

Un silencio se creó entre ambos, el cuerpo del destructor se inclinó, tomando con cuidado el mentón de su compañero, subiendo su mano por la mejilla, aproximando sus labios a los de este.

— Lo hare... Solo... — Sin completar su frase se dejó llevar por el dulce aroma del Kaioshin que tenía entre sus manos, colocando su otra mano libre sobre la delgada cintura opuesta, cerrando sus parpados le robo un suave beso.

Las pequeñas manos de quien fue besado se apoyaron sobre el pecho ajeno, sus parpados se expandieron, ruborizándose sus mejillas de un rojo intenso, no sabía cómo reaccionar ante aquello.

No podía resistirse a la tentación de tenerlo tan cerca suyo, estaba enamorado de el por mucho tiempo, a escondidas, y esa era la ocasión perfecta para demostrárselo, en su mente eso creía, su intención no era aprovecharse de la vulnerabilidad del joven Dios de la creación, solo quería, quería amarlo, amarlo, aunque este no lo supiera ni le correspondiera.

— ¿Por... qué...? — seria su primera duda después de separarse de los labios del mayor, pero fue interrumpido cuando deseaba preguntarle el porqué de ese acto tan íntimo, los dioses no solían besarse entre sí, eso era más bien una muestra de amor o por ende deseo.

— ¿Por qué lo hice, Shin? — Dejo de ocultarlo, no podía seguir teniendo sus sentimientos en la oscuridad — ¿No es obvio? Tú me gustas demasiado. — le soltó así sin más, sin pena ni vergüenza, al contrario del albino quien se moría en timidez al escuchar cada declaración salida de la boca de su compañero.

— ¿Le... gusto...? ¿Yo le gusto, Sr. Bills? — repetía aquello con bastante asombro y cierta inocencia, padeciendo de una muy baja autoestima, no podía creer que le gustaba a alguien, a alguien que no era 'ella', a quien rápidamente se le vino a la mente, él estaba en una relación, y aquel acto, el beso, era romper con la fidelidad que le había jurado a su pareja, lo cual le hizo entrar en alerta, aunque ya estaba olvidando sus problemas en la tierra y se concentró más en el momento que estaba viviendo.

Lo mejor de este universo. (Bills x Shin)Where stories live. Discover now