𝟷𝟶. 𝚁𝚎𝚟𝚎𝚕𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜

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Esa tarde tuvo que hacer circo maroma y teatro por convencer al juez de que pronto tendría pruebas contundentes en el caso, pidiendo una postergación del juicio. Al final la obtuvo no sin mucho esfuerzo, pues el juez había sido una buen y antiguo compañero en sus años de juventud. Incluso pese a los alegatos de Nona que realmente era una fiera. Defendía su postura como nunca había visto antes a una abogada hacerlo, no sabía de donde rayos había sacado la genial idea de acostarse con quien fuera solo para ganar los casos; en lo personal Brent creía que esa chica realmente era buena.

En un pasado le habría otorgado el beneficio de la duda, pero después de lo que había sucedido la noche anterior, no le quedaba más remedio que pensar de ella lo peor.


No obstante, esta vez tendría que andarse con mucho más cuidado. El hecho de que se hubiese acostado con esa mujer no tendría por qué intervenir más en el caso. Tenía que pensar, Holly había mencionado que su víctima se encontraba más cerca de lo que creía, pero lo cierto es que no comprendía ni una sola de sus palabras. No podía actuar temperamentalmente, no podía dejarse llevar por los nervios que esa asesina le provocaban.


Esa tarde decidió hacerle una visita a Carol, la encargada de laboratorios, y lo que le mostró le dejó los pelos de punta.

Carol era una vieja amiga y siempre que compartían casos, ella no ponía reparo en mostrarle todo lo que tenía. Era una suerte que le hubiera tocado hacerse cargo de las muestras que habían sido halladas en la casa de Holly.

Aunque en un pueblo tan pequeño, y a su edad, era casi seguro que conocía a la mayoría de los pobladores.

—¿Recuerdas el par de dedos que encontraron en el jardín? —le preguntó ella, colocándose unos guantes de látex.

—Sí, claro. Todos aseveraron que debían haber pertenecido a un hombre.

—Nada más alejado de la realidad. Pero no es eso lo que me desconcierta..., mira —dijo, tomando un recipiente de plástico de la pequeña nevera. Extrajo uno de los dedos que habían sido hallados en la propiedad de la loca Saemann y se lo mostró. No tenía nada de excepcional. Se trataba tan solo de un gordo dedo índice completamente morado y con la sangre coagulada.

—¿Qué sucede con él?

—Tomé las huellas dactilares y las metí a la base de datos que tengo para reconocer la identidad de la persona a la que pertenecieron.

—¿Y....?

—Y.... nada. No había datos ahí. Entonces hice algo más inusual, más que nada por ciertas variaciones en la forma del dedo que me hacen pensar que pertenecieron a una mujer, pese a lo grandes y gordas que son. Tuve que pedir varios favores, pero finalmente logré tener acceso a otra base de datos mucho más extraña.

—¿Extraña?, ¿por qué?

—Por que pertenecen a la prisión del condado. A los enjuiciados, los presos e incluso a los que han arrestado por delitos menores. Mira, estas son las huellas que tomé del dedo, y estas otras las obtuve de la prisión.

—¿Un preso?

—No, una presa. En realidad, una mujer que no ha sido juzgada aún. —Los ojos de Hagler se abrieron de par en par, esperando a que la doctora le revelara lo que ya sabía pero que temía oír —. Ese dedo tiene las mismas huellas dactilares que Holly Saemann.

—No... —fue su única respuesta mientras se mesaba los canosos cabellos, observando toda la estancia con desesperación.

—No hice la prueba una sola vez, Brent. Las huellas coinciden a la perfección.

Holly - Diario de una mujer caníbal [Completa]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن