Capítulo 23: Quién se va, no soy yo.

183 17 5
                                    


PHEOBE

Un mes después...

—Pecas, despierta —susurro cerca de su cuello.

Hoy, es el día. Hoy Sophie se va, y no se por cuánto tiempo. Ni por qué. Yo le podía dar todo aquí, y ella se marcha. Pero no puedo prohibirle nada, la amo con mi vida, pero no es de mi propiedad.

Con ella aprendí el significado de amar sin poseer. De amar sin egoísmo.
Creo que con Sophie aprendí el significado de amar en todo su esplendor.

—Me muero de sueño blanquita mía— dice mientras tapa su cara.

Esta preciosa, va con un pijama más viejo que Matusalén, y está increíble. Su pelo rojo caoba forma rizos alrededor de su cara, y me parece casi artístico como resalta su tez color canela con el de su pelo.

—No hay un solo día que no me mires embobada— ríe mientras se mete una tostada en la boca.

—Es nuestro último día, quiero que te quedes grabada en mi mente, cada gesto, cada mirada tuya.— suspiro triste.

—Pheobe, no se acaba el mundo aquí, volveré y tendremos tiempo de sobra para nosotras, solo voy un año, en verano volveré, también en Navidades.— agarra mis mofletes entre sus pequeñas manos.

—Lo dices cómo si de verdad te diese igual. Como si irte fuese la cosa más fácil del mundo. —espeto molesta.

—Tu eres la que lleva todo el mes entero actuando normal, como si no hubiese pasado nada, Pheobe por Dios!— grita, y sus ojos se llenan de lágrimas.

—Yo...— comento dubitativa.

—Tu qué?, tú el día que me ibas a pedir matrimonio reventaste delante de todo el personal una taza, te cogiste esa misma noche la borrachera de tu vida, y a la mañana siguiente estabas fresca como una lechuga. No volviste a mencionar nada en todo este tiempo, fue como si el alcohol te hubiese borrado los recuerdos de aquel día. Ignoras todo, durante 31 días has sido totalmente neutral en cualquier ámbito. Tú, que eres la mujer más explosiva que conozco, que no sabe callarse lo que siente, ni con esa boca que cuando te enfadas salen serpientes, ni con tu mirada que habla por sí sola. Como eres capaz de estar un mes, sin explotar frente a mí?— sueltas a la par que coges una bocanada de aire.

—Eres tú la que se va! No soy yo! Yo estoy aquí! Yo no necesitaba irme a ningún sitio, yo solo quería hacer una vida aquí, a tu lado, pecas.—

— Y la solución para ti es ignorar todo lo que te rodea durante 4 semanas, Pheobe.— pone los ojos en blanco  exasperada.

— Llegué a pensar, que si no pensaba en ello, no lo mostraba, no hablaba del tema, es como si nunca hubiese sucedido. Como si nunca me hubiese quedado con una propuesta de amor entre los labios, como si no te fueras a marchar justo cuando más te necesitaba a mí lado.— comento derrotada.

Sophie me mira fijamente, como si quisiera seguir escuchandome, como si quisiera tener más explicaciones. Pero no las tengo. No tengo nada que decir.

—Algun día estaremos juntas, y tranquilas. Valdrá la pena todo esto pelirroja.— habla y sigue intentando convencerse a si misma.

No sé quién da más pena de las dos en este momento. Parece de chiste la situación.

— Si, será. O quizás en otra vida.— bufo.

Se levanta del sofá, agarra mi mano, y me lleva a la habitación.

—Eres imposible con esa frase, más todavía cuando te enfadas.— hace un tierno mohín.

— Tu querías que me expresara, ahora apechugas.— escupo mientras cruzó los brazos.

Sus ojos se oscurecen, dejando un brillo perverso en su mirada.

—Te equivocas cariño. Ahora no apechugo. Ahora te llevo a la cama. Voy a hacerte el amor tantas veces que te acordarás de mí cada vez que respires. —dice amenazadoramente.

Me empuja contra el colchón y se tira encima de mi, agarrando mi cuello, y besando mis labios de una forma casi hipnótica. Me pone como una moto en cuestión de microsegundos.

— Donde vas? No, no te vas. — digo estupefacta mientras observo como se levanta y deja de hacer lo que estaba haciendo.

—Para prácticar tu expresividad olvidada, vamos a jugar a un juego.— comenta divertida.

—Como?— digo mientras mi cara de culo sale a relucir por enésima vez.

— Si, tú me vas a decir que es lo que quieres. Si quieres que haga algo, me lo tendrás que decir explícitamente.— muerde mis labios lentamente.

Recorro esos largos centímetros que me separan de su piel, y empiezo a desvestirla. Con torpeza levantó sus brazos y saco la camiseta del pijama que lleva, aunque por poco rato.

Agarro sus pechos y los meto en mi boca, los chupo, y acaricio hasta que empieza a gemir, y levemente me aparta.

Me mira expectante, quiere que le ordene lo que deseo.

— Atame.— concluyo clara.

— Como? Las manos?— pregunta con duda.

—Si, atame entera. Toda. No dejes que me mueva.— miro fijamente sus ojos.

Se levanta semidesnuda de la cama, dejandome ver su contorneada figura marcada por algunas estrías que hacen el efecto del mar, de las olas en su piel morenita.

La veo acercarse con sigilo a la cama, pone las cuerdas encima de mi, y empieza a atar mis manos, subirlas había arriba, y agarrarlas a la cómoda de la cama.

Miró una última vez sus ojos para dejar de ver nada.

— Me has vendado los ojos!— digo riéndome.

— Y de no ser por qué quiero que me ordenes, te taparía hasta la boca.— explica seductoramente.

Empiezo a sentir sus labios bajando por mi tripa, sus manos acarician los costados de mi cuerpo.

— Bésame — exijo.

Entonces debió de entender mal mi orden, ya que me besó, lenta y sensualmente. Pero no en la boca.

Siento como abre cada pliegue de mi interior, pasa su lengua ferozmente por mi clítoris y me hace estremecer.

—Joder Soph...— gimo fuerte.

— Dime lo que quieres, dilo en voz alta— dice y puedo notar la excitación en su voz.

— Follame. Desatame y hazlo.


Tres horas después...

—Te voy a extrañar tanto mi blanquita— se acerca a mis labios y me da un casto beso.

— Pecas, te repito que no soy yo la que está decidiendo irse...— respondo tozudamente.
Mi pequeña pelirroja hace un mohin tierno y yo solo quiero agarrarla y llevármela de vuelta a casa.

—Hasta Diciembre— digo intentando retener las rebeldes lágrimas que van a salir.

—Te amo mi Pheobe, te escribiré y llamaré cada día— dice mientras me abraza más fuerte que nunca.

— Yo te amo todavía más morenita. Y confío en eso— digo tocando sus rizitos.

Veo como agarra la maleta, y se dirige a su próximo rumbo. La veo alejarse hacia el avión, y siento como se me parte el corazón. Siento como si no fuese a volverla a ver.

—Oye!— veo como se gira y grita como una loca.

Arqueo una ceja, y le sonrio, deseando que me diga que todo esto es una broma.

— Ven y cómeme los morros— dice muriendo de la risa.

Suelto todas mis cosas, voy hacia ella, la cojo de la cintura y hago exactamente lo que me ha dicho.

—Nuestra broma eterna— le digo con amor.

Y se va, me quedo viendo como despega el avión, y con el, mi felicidad.

Para otra vida ©Kde žijí příběhy. Začni objevovat