Capitulo 9: Acuérdate de mi

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La veía dormir, y puedo asegurar que esa escena merecía más de un millón de fotos, podía gastar un carrete entero en ella, en fotografíar su rostro salpicado de pecas, sus carnosos y tentadores labios, sus ojos levemente rasgados, su pelo a dos colores...
Podía fotografíar cada parte de ella, y plasmar cada foto en gigantes cuadros, podía amarla cada amanecer y cada noche. Estoy segura de que podría llegar hasta la otra punta del jodido universo, hacerla subir a mi coche, y llevármela al otro extremo de este.

–Pheobe, deja de mirarme como una acosadora, apenas me estoy despertando–comenta tapandose la cara fingiendo vergüenza.

–Pecas, cómo le voy a explicar al simpático de tu novio, que estás completamente hecha para mí?–sonreí enamorada.

–De ninguna manera, ya voy viendo que apunta maneras, y es un celoso de campeonato.– ella ríe pero yo quiero matarlo.–...todavía recuerdo su cara cuando me buscaste para subirme a un avión contigo- chilla riendo como una loca, y a mí se me encoje el corazón.

Cambié el tema, ya que el asunto estaba claro, ella era mía, punto.
El gracioso este pronto desaparecería, por el mismo, o con un empujoncito.
Solo que todavía Sophie, no lo sabía.

–¿Playa o piscina? Elige bombón.–le guiñaba un ojo.

–Pheobe, estamos en este pedazo de isla, vamos volando a la playa!–

–Esta bien, pongámonos el biquini, comeremos por ahí, miraremos ropa, haremos algunas fotos, y conoceremos la isla.– recitaba casi para poner un orden a mis propios planes.

Ella se puso un biquini color carne, le quedaba de muerte con su piel bronceada, tenía unas curvas realmente llamativas, tenía estrías, y tenía celulitis, y un culo, que me volvía loca.
Yo por el contrario era blanca como la leche, y me puse un biquini con la parte de abajo blanco , y la de arriba rojo pasión.

–Estás sexy, blanquita– guiño un ojo de manera seductora.

–Tu si que estás sexy, negrita–susurré con voz ronca.

Fuimos a la playa, hicimos buceo, bebimos agua de coco en unos cocos enormes, comimos piña, también nos entretuvimos haciendo castillos de arena cual niñas pequeñas.
Deseaba besarla en cada actividad, pero ahora ella tenía novio, por poco tiempo, y aunque podía secuestrarla, no podía besarla sin su consentimiento.

–¡¡Pheobe, Pheobe!!–gritaba saltando.

¿Veis? Ella enamoraba sin pretenderlo. Era una gran mujer con momentos de niña pequeña, era exactamente un clon de mi.

–¿Que pasa preciosa?¿Estas bien?–la observé con curiosidad.

–Hay un puesto de tatuajes, aquí, alado de la playa, es raro encontrar algo así aquí.–fruncía el ceño.

–Dame la mano, vamos a hacer una locura.–

–¿Qué? ¿Estás loca? Espero que no estes pensando lo que creo que estás pensando, porque realmente eso sí es una locura mi querida Pheobe.
Hacernos un tatuaje en un puesto de la playa a última hora de la noche, si es una locura.– hace un mohín.

–No te estreses, por estresarnos tanto es que no crecemos.–dije riendo mientras me acordaba de mi compañero de trabajo.

Parece que la mítica frase de el, caló hondo en ella, porque empezó a reír como una posesa, y solo por eso, valió la pena.

Entramos al puesto, tenía varias luces, un par de asientos, el instrumental necesario para hacer tatuajes, y unas cuantas fotos de obras suyas enganchadas a las paredes.

–Buenas noches, nos gustaría hacernos un par de tatuajes, queremos que ambos tatuajes estén conectados de alguna forma.– dije con el corazón algo acelerado.

–Podemos tatuarnos dos frases, una vez las vi por internet, y creo que son tiernas– sus mejillas se ponen rojas y se toca las manos con nerviosismo.

ME LA COMO.

–Escribelas en este folio, y dámelo– le dijo el tatuador con una sonrisa.

Me fijé en el papel y leí ambas frases, tuve que disimular las enormes ganas de llorar hablando con el tatuador sobre su experiencia en un puesto de tatuajes en la playa.

Un amor, una vida...– dije en un susurro imperceptible.

Nos lo hicimos en el mismo lugar, en la ingle, justo abajo de la cadera, y quedaba precioso.
Vi como le caía una lágrima cuando se lo estaba haciendo, y es normal, en esa zona, corroboro, duele.

Cuando ambas acabamos, nos miramos al espejo y leímos en nuestras pieles:

One Love
• One Life

–Porfavor, acuérdate de mí, cuando quieras olvidarme, acuérdate de que te amo, mi corazón solo sabe amarte blanquita.– espetó abrazándome por la espalda.

–Pequeña, creo que no sabes que yo siempre me acuerdo de ti, yo respiro pensando en ti, yo vivo pensando en ti.– respondí aferrandome a ella.

Para otra vida ©Where stories live. Discover now