Capítulo veintiuno: Los secretos forman parte de la vida humana.

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Narra Mark:

—Así que, dinos Mark, ¿tienes alguna ocupación? —preguntó la señora Margot Parker, la abuela de Danielle, una señora muy cordial…, y también muy intimidante. Sus ojos eran de color pantano y lucían tan amigables como afilados.

Yo era un creyente de que los sentimientos de una persona podían medirse a través de sus ojos.

Me removí algo incómodo en mi asiento y me aclaré la garganta un tanto confundido por su pregunta.

—Bueno, soy estudiante —contesté, sin estar seguro de que esa sería la respuesta adecuada—. Voy en el mismo año de Danielle.

La señora Margot me miró algo asombrada y temí haber dicho algo indebido. Demonios, las manos me estaba sudando a mares, estaba tan nervioso…

—¿Estudias con Danielle? —preguntó la señora con incredulidad.

—Bueno, emmm…, podría decirse que sí —respondí, sin estar lo suficientemente sereno como para explicarle que el instituto dividía a sus estudiantes en secciones y Danielle y yo, por desgracia, estábamos en distintas.

—¡Oh! —exclamó—. Jamás se me habría pasado por la cabeza que tuvieras la misma edad de Danielle. Creí que, como mínimo, le llevabas dos años de ventaja —explicó.

Suspiré aliviado, pero mis músculos seguían tensos.

Tenía el leve presentimiento de que esta sería la cena más incómoda de mi vida, y bueno, mis presentimientos casi siempre son acertados.

Danielle, que había tenido la gentileza de sentarse a mi lado, me regaló una sonrisa de apoyo y no pude evitar sentirme un poco mejor con ello. De no ser por ella, ya habría salido corriendo de aquí como un bebé asustadizo.

Esta chica podía mejorar hasta las peores de las situaciones con una simple sonrisa, o una sola palabra.

Era tan adorable…

—¿Y qué relación tienes con nuestra pequeña? —Esta vez, fue turno del señor Parker, el atemorizante abuelo de Danielle, de preguntar. Su tono de voz no ocultó el recelo que brotaba de sus palabras. Sus ojos eran como dos témpanos de hielo y aunque en ellos se notaba el cariño que tenía hacia sus familiares, también se dejaba entrever una mente suspicaz e inteligente.

Yo me sonrojé y Danielle, junto a mí, se puso más blanca que un papel.

—¡Abuelo! —se quejó ella, sin darme tiempo a decir algo—. Mejor sigamos comiendo, estás haciendo que esta cena resulte incómoda.

El señor Parker estaba a punto de refutar algo, pero la prima de Danielle, Nathalia si mal no recuerdo, se le adelantó.

—Danielle tiene razón —concordó, mirando al señor con reproche—. Esta noche no han hecho más que interrogar al pobre chico, ¡yo ya habría salido corriendo de estar en su lugar! Y eso sólo demuestra que él es bastante concienzudo y que tiene una fuerza de voluntad increíble, por lo tanto, creo que es suficiente de preguntas.

¡Vaya! Ella sí que sabía dar discursos. Seguramente sería abogada en un futuro, o defensora de los derechos humanos. Sus palabras habían dejado a todos sin palabras.

—Además, la pequeña de la familia soy yo —O bueno, casi a todos. La otra prima de Danielle, creo que se llamaba Alicia, o algo así, no pareció muy afectada al respecto.

—Sigo con las ganas de saber las intenciones de este chico con nuestra Danielle —replicó el señor Parker después de unos segundos en silencio, manteniéndose firme y pasando por alto el discurso de su nieta.

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