Capítulo diecisiete: Tiempo apremiante.

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No puedo respirar.

Intenté sacar la cabeza nuevamente a la superficie, pero sólo pude lograr mi cometido por unos cortos segundos antes de que algo volviese a sumergirme bajo el agua.

Es una sensación horrible. Mis pulmones me piden suplicantes un poco de oxígeno, pero me es imposible salirme del agua.

No tengo fuerzas y todos mis esfuerzos resultan inútiles.

Necesito salir de aquí.

El agua, tan oscura como la noche, me absorbe y me consume cada vez más a su interior.

Me estoy asfixiando.

No obstante, sigo intentando con todas mis fuerzas huir de las profundidades. Mis esfuerzos seguían sin dar fruto alguno.

Estaba a punto de dejarme vencer, cuando, de repente, veo algo brillante en el fondo.

Una luz.

Esperanzada, comencé a acercarme lentamente para ver de qué se trataba. Pero entonces, todo empezó a ser borroso y el ambiente comenzó a difuminarse.

* * *

Desperté bañada en sudor frío, y envuelta dentro de mis sábanas.

Por la ventana de mi habitación se colaba levemente el sol y supe inmediatamente que no debían ser más de las nueve de la mañana.

Todo lucía igual y, sin embargo, podía sentir el aire más cargado que de costumbre, sumándole una sensación de inquietud dentro de mí.

Comencé a adaptar mis ojos a la poca luz en mi habitación e, inmediatamente, paseé la mirada a mi alrededor, hasta que mis ojos se toparon con una pequeña silueta. Tardé sólo un segundo saber quién era y mi corazón no tardó en acelerarse.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro y me levanté lo más rápido que pude, provocando que me tropezara con mis sábanas y diese un pequeño traspié. Caminé a paso rápido hasta donde se encontraba esa figura masculina y no dudé ni un segundo en lanzármele encima para abrazarlo.

—¡Jackson! —chillé cuando me hube separado de él.

El joven difunto me sonrió con vergüenza y se acarició el brazo apenado.

—No era mi intensión despertarte —dijo, y no pude pasar inadvertido que su voz había empeorado drásticamente.

Me contuve de decir algo al respecto y por el contrario, sonreí.

—Estoy muy feliz de verte aquí —expresé con sinceridad—. Y no me has despertado en lo absoluto, sólo he tenido un mal sueño.

Su rostro pareció componerse un poco con eso, pero podía percibir la inquietud que emanaba de él. Cómo desearía que tuviese ojos para poder descifrar su mirada.

—¿Y qué te ha traído por aquí? —pregunté al ver que no decía nada. Aunque mi intención era sonar completamente despreocupada, no pude evitar que la curiosidad y la desesperación se dejaran entrever en mi tono de voz.

Jackson adoptó una expresión de seriedad y deduje que no me gustaría mucho lo que iba a  decirme.

—Me queda poco tiempo, Danielle —contestó finalmente.

Lo miré sorprendida y abrumada.

—¿Qué quieres decir con eso? —interrogué.

Jackson, con un poco de notable esfuerzo, soltó un suspiro rasposo y clavó sus cuencas negras y vacías directo en mis ojos.

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