Capítulo 15

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Faltaban tres semanas para el cumpleaños de Erin. Ya tenía en mente lo que le daría ese día, también adónde la llevaría. Había visto un parque de diversiones y estaba seguro que ella jamás había ido a alguno, así que ese sería un obsequio perfecto. Haría que disfrutara su niñez, que se divirtiera mucho. Ganaría esos estúpidos osos de peluche para ella y al final subiríamos a la famosa rueda de la fortuna.

—Joven Kozlov, su padre lo está esperando en el despacho —informó uno de sus hombres. No aprendía sus nombres.

Me levanté del sofá y fui detrás de él. Sergey se hallaba metido de lleno en el club, remodelándolo. Cambió el nombre; construyó vaya a saber qué. Quería todo perfecto y por mí podría tardarse lo que se le viniera en gana, así pasaría más tiempo con mi muñequita, a quien había visto todos los días sin recibir interrupciones, lo que me parecía extraño. Sergey no le tomaba mayor importancia a lo que hacía con Erin y eso en lugar de calmarme, me preocupaba.

¿Planearía algo?

Negué. No, por supuesto que no. Erin no le estorbaba, por el contrario, le servía que estuviera de nuestro lado.

La puerta fue abierta para mí al llegar. Entré, Sergey estaba con la vista fija en la ventana. El humo de su puro acariciaba el ambiente como una neblina que me hizo arrugar la nariz. Me molestaba.

—¿Qué sucede? —pregunté, serio.

Él no respondió, seguía llevando el puro a su boca, perdido en sus pensamientos que vaya a saber uno si eran buenos.

—Volveremos a Sólntsevo mañana mismo —aseveró. Sentí un vacío en el estómago.

—¿Por qué?

Vi su cuerpo ponerse tenso.

—No debes cuestionar mis decisiones, ruso —espetó.

—Necesito saberlo, ¿ocurrió algo?

—Sí, más problemas con los orfanatos. Necesito que vayas conmigo a poner en orden a esas ratas policíacas —exclamó con gran molestia.

—Padre, tienes a Alik y su gente, Dmitry también. Yo saldría sobrando. Necesito quedarme aquí, Erin...

—¡Erin! —interrumpió—. ¡¿Qué mierda te sucede, ruso?, ¿has olvidado tus prioridades? Erin no es una de ellas!

Me enfrentó. No me moví de mi sitio cuando se precipitó en mi dirección y quedó muy cerca de mi cara. Me miraba desde arriba con cierto aire de repugnancia y decepción que me causó una gran molestia.

Le fallé, lo hice al poner a Erin por encima del hombre que me lo había dado todo. Quería a esa pequeña, pero el cariño que sentía por ella me nublaba la razón, me hacía olvidar mis prioridades para lo que había estado trabajando estos años, la razón por la cual soporté las palizas que Sergey me daba.

—Tienes razón. Ella puede esperar —susurré.

Me daría prisa con el asunto de los policías y después volvería por Erin. La decisión ya estaba tomada, no la dejaría con Joseph, me la llevaría y pondría mi mayor esfuerzo para cuidarla, esta vez no fallaría.

—Mira lo que esa niña ha hecho contigo en tan pocas semanas —escupió con asco—. Debes entender que las mujeres son la perdición, una debilidad para el Pakhan. A ellas solo las usamos, sirven para complacernos o como medio para negociar, nada más.

—Pero tú dijiste que ella era mía. ¿Qué mierda debo hacer entonces?

—Cuidado, Sasha —advirtió—. Las cosas sucederán como las tengo planeadas. No preguntes y obedece, aún estás bajo mi mando.

Sádico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora