Capítulo 8

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Éste será quizá el capítulo más triste de la novela. El contenido es fuerte y les repito de nuevo: NO FOMENTO LA VIOLENCIA NI EL ABUSO todo es ficción. Ya lo saben, leen bajo su responsabilidad. No quise profundizar en detalles, entenderán el porqué.

Apreté mis ojos y mi cuerpo se quedó rígido; no tenía fuerzas, de alguna malvada y jodida manera todas ellas desaparecieron, dejándome como un simple juguete en las manos del pervertido que tenía detrás de mí. No quería pensar, no quería sentir, no quería prestarle atención a cómo él abusaba de mí, a esos sonidos que dejaba escapar apropósito, para humillarme más y hacerme consciente del placer que le daba abusar de mí... de un niño, porque aún lo era, aunque él haya dicho lo contrario.

El dolor en mi interior me quebraba, me ponía peor que el que sentía en mi cuerpo debido a su brusquedad, a la violencia con la que usaba mi cuerpo. Yo me removía y temblaba. Me esforcé por apartarlo de encima; las lágrimas se aglomeraron en mis ojos, no por el dolor, sino por la impotencia de no poder defenderme.

¿Podría proteger a Anka? Ni siquiera podía cuidar de mí, evitar que este infeliz hiciera lo que tanto deseó desde que me vio. ¿Y si la lastimaba también? Yo podría soportar esto, pero que se lo hicieran a ella... jamás.

—Lo ves, Sasha —habló y sujetó mi cabello con rudeza—. Tarde o temprano... cumplo mis deseos.

Fruncí mis labios y busqué en el escritorio algo para golpearlo, para detener esto. Pero no encontré nada, mis dedos serpenteaban entre hojas y objetos que no me servían de nada.

Deseé gritarle, suplicar, pero me abstuve de hacerlo, porque sería humillarme más. Los dejaría disfrutar su momento, porque yo iba a saborear el mío cien veces más que él.

Mientras seguía abusándome, me encargué de idear una y mil maneras para hacerlo pagar, cada una peor que la anterior. Lo haría arrepentirse, rogarme para que acabara con su vida, mas no lo haría, lo tendría como mi juguete, pudriéndose dentro de cuatro paredes entre su mierda y su suciedad, sin comida, sin nada y llevaría un hombre tras otro para que le hicieran lo mismo que él me estaba haciendo a mí.

—¿Sasha? —Me quedé helado al escuchar lo dulce de su voz. Mi vista fue a la puerta donde Anka se encontraba de pie.

¿Cómo demonios salió de la habitación?

—Vaya... después de ti, me divertiré con ella. —La rabia se desbordó en mi interior. Eso nunca.

El miedo a que la lastimara me dio fuerzas para luchar nuevamente. Sin embargo, no fue necesario.

Anka entró a la biblioteca con una mirada aterradora en su rostro, entonces sin que ninguno de los dos lo esperara, levantó su delgado brazo y luego lo dejó caer contra la espalda de Iván. En su mano traía la navaja que yo le había dado, la misma que ahora se encontraba enterrada en la espalda del bastardo que al sentir tal dolor, me dejó en libertad.

Caí al suelo y como pude reacomodé mi ropa. Me sentí mareado y débil.

—¡Maldita niña! —Ladró Iván y vi a Anka apuñalarlo de nuevo, pero él la esquivó y la navaja le dio en el brazo.

Iván, furioso, la golpeó y la hizo caer al suelo. Su frágil cuerpo se golpeó con fuerza, pero ella no hizo mueca alguna.

—¡Déjala! —Intenté ponerme de pie.

Entonces, lo que pasó a continuación fue tan rápido y lento a la vez.

Cuando logré levantarme, Iván ya había sacado su arma y sin ningún tipo de remordimiento, jaló el gatillo una vez contra el cuerpo de Anka que recibió el impacto de lleno, mientras su pijama blanco se manchaba de sangre.

Sádico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora