Durante todo el transcurso de su vida, Brooklyn Stilinski jamás había creído tener algo de especial. Con el peso de la escuela sobre sus hombros y un trabajo de medio tiempo en una cafetería, siempre creyó que era una chica más del montón con la úni...
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Stiles abrió la puerta de la sala de la veterinaria, dándonos una mirada a mí y al tipo al que a duras penas podía sostener sin caer al suelo con él mientras tanto. Lo ayudé a apoyarse en la mesa metálica en el medio de la habitación y llevé ambas manos al final de su camiseta, quitándosela con el mayor cuidado que pude para dejar al descubierto su brazo como me pidió.
— ¿Sabes? Eso no parece algo que un poco de equinácea y una buena noche de sueño no puedan arreglar —comentó Stiles nervioso mientras veía su brazo.
—Cuando la infección llegue al corazón, moriré —informó Derek.
—No. Tú no vas a morir, ¿de acuerdo? Scott va a conseguir la bala y te vamos a salvar —aseguré convencida.
—La palabra "positivo" no figura en tu vocabulario, ¿verdad? —preguntó Stiles.
—Si no llega con la bala...
—Llegará —interrumpí.
—... el último recurso —siguió hablando, abriendo uno de los cajones de un mueble a un costado de la habitación.
— ¿Cuál es?
Aparté la mirada en cuanto vi que sacó algo parecido a un gran cuchillo eléctrico que no sé por qué un veterinario tendría, sintiendo un repentino y violento asco al tener la más mínima idea de lo que diría.
—Deberás cortarme el brazo —sentenció, poniendo el cuchillo sobre la mesa.
Sí, justo eso.
Stiles tomó la cuchilla eléctrica, encendiéndola mientras que yo cerraba los ojos con fuerza por el espantoso sonido que solo duró dos segundos debido a que lo apagó tan pronto como pudo.
— ¡Dios mío! —gritó exaltado—. ¿Y si te desangras?
Abrí los ojos y me concentré en Derek, quitándole el pedazo de tela que sujetaba en su boca y atándolo en el sitio donde me dijo con tanta fuerza como me fue posible.
—Si funciona, se curará —aseguró Derek.
—No sé si pueda hacer esto.
— ¿Por qué no?
—Por eso de cortar la carne, serruchar el hueso y en especial, la sangre.
— ¿Te desmayas al ver sangre? —preguntó Derek en tono despectivo.
—No. Pero quizá me desmaye al ver un brazo cortado —respondió con sarcasmo.
—Está bien. Te diré algo. O me cortas el brazo, o te corto la cabeza —amenazó.
—Tus amenazas ya no me asustan —aseguró Stiles, mirándolo con fastidio. Derek lo sujetó por la camiseta, tirando de él con fuerza—. ¡Dios mío! Está bien. Me asustan. Lo haré.
