Durante todo el transcurso de su vida, Brooklyn Stilinski jamás había creído tener algo de especial. Con el peso de la escuela sobre sus hombros y un trabajo de medio tiempo en una cafetería, siempre creyó que era una chica más del montón con la úni...
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— ¿Cómo que no puedes jugar mañana? —preguntó el entrenador, abriendo la puerta de su oficina mientras nos miraba a Scott y a mí por encima de su hombro.
Yo realmente no tenía nada que hacer aquí, el tema ni siquiera terminaba de ser de mí interés, pero Scott argumentó que yo tenía una mejor relación con el entrenador y que, si él no conseguía hacerlo entrar en razón, quizá yo tendría más suerte. Aunque le dije que su argumento era estúpido, me ignoró y tiró de mi mano por los pasillos hasta que dimos con el hombre y así llegamos aquí.
—No puedo jugar mañana en la noche —reiteró Scott, todavía sosteniendo mi mano entre la suya.
— ¿No puedes esperar a jugar mañana en la noche? —cuestionó el adulto, tratando de convencerlo.
—No, entrenador. No podrá jugar mañana en la noche —insistí, metiéndome en la conversación.
De verdad no quería estar aquí, comenzando por el hecho de que muchas personas me habían visto tomada de su mano y Jackson se molestaría si se enteraba. Scott no es su persona favorita desde que somos niños y yo realmente quería ahorrarme su sermón habitual de por qué debía mantenerme alejada de Scott antes de que las cosas salgan inevitablemente mal.
—Primer punto: ¿por qué están tomados de la mano? Suéltala —le ordenó a Scott. El moreno no dudó en obedecer, soltándome finalmente—. Segundo punto: no entiendo. ¿Por qué no puedes jugar, McCall?
—Tengo problemas personajes —admitió quedamente.
—Enormes problemas personales, si me lo preguntan a mí —comenté ácidamente, sin mentir en lo absoluto porque lesionó a Jackson y casi nos asesina a Stiles y a mí durante un entrenamiento, así que realmente me asustaba saber que pasaría en un juego de verdad.
— ¿Es por una chica? —cuestionó el entrenador.
—No.
— ¿Es por un chico? —cambió la pregunta—. ¿Sabes que nuestro portero, Danny, es gay?
—Sí, lo sé. Pero no es eso.
— ¿Crees que Danny es guapo?
—Creo que sí... Pero me gustan las mujeres —aseguró rápidamente—. Y eso no es. Yo...
— ¿Acaso es por drogas? ¿Consumes drogas? Porque mi hermano era adicto a las metanfetaminas. Tendrías que ver que eso le hizo a sus dientes. Están podridos y rotos —describió—. Fue algo... fue algo desagradable.
—Dios mío —exclamó Scott, impresionado—. ¿Y qué le pasó?
—Le pusieron coronillas —contestó el entrenador, entrecerrando los ojos con la mirada puesta en él—. ¿Es por eso? ¿Tienes miedo de lastimarte?
