16: Luces de colores (parte I).

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La Dama posee un sentido del humor único, en ese momento seguro reía a carcajadas. Estábamos fracasando en la misión de detener a los Místicos, y estos estaban planeando otra forma de desestabilizar al mundo. No podía ser como los súper villanos de los comic, libros y películas, lo cuales se concentran en un plan hasta que este fracasa. Después de ver el último espasmode su plan retorciéndose en una muerte agónica, luego de tomarse un tiempo para meditar la situación, y analizar en qué fallaron, recién ahí comienzan a trazar un nuevo plan de dominación mundial.
¿Acaso somos los únicos que tenemos como archí enemigo a una súpervillana fuera de serie, que bajará muchas posibilidades sobre sus estrategias y tácticas? Es lógico que para cumplir con sus metas tengan más de una maniobra puesta en marcha. Ya que ellos se beneficiarán cuanto más difícil sea nuestro trabajo, porque tienen mayores posibilidades de éxitos. ¡Pero por qué los malditos tienen que pensar en todo!
Mire a Anky a los ojos, respiré profundamente, intentando dejar fuera de mi voz las emociones, en lo que fallé rotundamente.
— ¿Qué son la Flor del Norte y la Luz del Oeste?
—No lo sé —respondió con pesar—, no estoy asignada a esa investigación. Solo brindo ayuda como experta.
— ¿Los Místicos tienen más de un plan en marcha? —indagué, si me respondía obtendría información posiblemente veraz, si no lo hacía no perdía nada por preguntar.
—Siempre hay como mínimo tres planes en marcha, ¿notaste el aumento de vandalismos mágicos en los últimos meses? —respondió con un dejo de desaprobación en su voz.
—Claro que lo noté. Todos los notamos. ¿Cuál es la razón de ese aumento?
—Extenuar a los cazadores, si se agotan los recursos humanos es menos probable que puedan detener un ataque a gran escala.
—Condenadamente cierto, pero pierden muchos recursos. Los cazadores descansamos un día y se nos pasa. Ellos se quedan encerrados.
—El responsable que queden encerrados es él —dijo señalando al Pajarraco, y elevando la comisura de su boca en una sonrisa de suficiencia—. Era un plan simple, los bandidos hacían ruido los cazadores los capturaban. Capturaban a Blass, lo trasladaban a la Cárcel de Hielo, con sus poderes y el de otros dos Místicos, iban a hacer un motín. Tomando la cárcel, liberando a todos y ganando una base de operaciones. Estaban a 20 días del rescate y a 22 del motín. Decir que Malika estaba furiosa, es el eufemismo del siglo.
—No lo sabía —musité más para mí que para ella. No sabía si creer algo de lo que me dijo, no era de confiar, se fue durante ocho años y ahora actuaba como si nunca se hubiera ido. Fruncí el ceño y mi voz mostró cautela—.  Supongo que le arruinó los planes ¿Por qué vienes con esto ahora? ¿Lo quieres de regreso?
—No —pareció genuinamente sorprendida¬¬—, no, nada que ver. Todo lo que debilite a Malika nos fortalece a nosotros. Solo que no tenía idea de que estaba infiltrado, las cosas habrían sido diferentes de saberlo —¿Qué quiso decir con eso? Mi capacidad de sorprenderme se redujo drásticamente, ya no había espacio para más emoción en mi alma.
—No sirve de nada llorar sobre la leche derramada —continuó hablando—. Me preocupa «la Flor del Norte y la Luz del Oeste»
—¿Hay algo que pueda hacer?—pregunte, y al instante me arrepentí, tenía que recordarme que me había abandonado. Si no lo hacía caería en esa camaradería simple que siempre tuvimos, esa complicidad que compartíamos, después de todo ella era mi confidente.
—No —respondió, con una sonrisa brillando en sus ojos.
No entiendo cómo pudo estar de infiltrada, sus intenciones y emociones se leían en sus ojos, era como un libro abierto, y ese libro era tu idioma natal y un cuento infantil.
— ¿Por qué viniste Anky? —pregunté con voz cansada.
—Porque quería verte una vez más —sonrió con tristeza—. Y decirte que nunca te abandoné. Solo porque vos no me vieras no significa que no estaba ahí —negó con la cabeza—. Y porque soy una persona egoísta, para saber más tengo que volver a Argentina.
Mi mamá era argentina, mejor dicho, de ascendencia argentina. Todos nacemos en Bersil, pero nuestros padres viven en el mundo común, donde la mayoría pasa la infancia y principios de adolescencia hasta que comenzamos el Liceo, en ese momento volvemos a Bersil. Mis padres vivían en Argentina hasta que tuvieron el accidente. Esa fue la razón de porque elegimos la Sede principal, Bersil, para instarnos. No quería volver a Argentina, todo dolía mucho en el país del Rio de la Plata. Por eso es que mis costumbres y mis modismos al hablar son de ese país. Ornella es de ascendencia uruguaya. En tanto Stella es de Grecia.
— ¿Duele? —quise que sonara como una afirmación, no como una pregunta.
—Todavía no soy capaz de volver, ¿Volviste?
—Tuve que ordenar sus cosas, guardarlas y cerrar su casa —respondí con angustia.
—No pude volver, lo intenté unas cuantas veces. Pero no pude. Tu mamá fue mi mejor amiga, y tu papá era mi hermano. Ellos se conocieron por mi culpa.
— ¿Qué vas a hacer?
—Volver, investigar, darle la mínima información posible a los Místicos, y volver a dar clases al Liceo. Es hora de dejar de sobrevivir cada día y volver a vivir.
Nos quedamos en silencio unos minutos, contemplando la nada. Anky se levantó y se fue, sin despedirse. Nunca lo hizo, no sé si era una costumbre o simplemente estaba más allá de las convenciones sociales. Debería haberle preguntado más cosas sobre los Místicos y sus planes. Pero mi estado emocional no era bueno en ese momento, es más podría sentir un huracán en mi interior. Muchas emociones, la mayoría encontradas, girando a cientos de kilómetros por hora. Necesitaba dejarlas salir de alguna forma. Si estuviéramos en casa, correría hasta el agotamiento, o practicaría la magia hasta la extenuación. No era una buena idea en la situación que nos encontrábamos.
Hice lo más responsable y aproveché que el Pajarraco dormía profundamente y lloré. Lloré la ausencia de mis padres; lloré por el abandono de Anky, o no tan abandono; lloré porque estábamos fracasando en la misión y miles de vidas dependían de ella. Lloré por todo y por nada, y lloré porque estaba llorando, y odio llorar, me hace sentir vulnerable. Pero era buenísimo para desahogarme y dejar salir las emociones que nos atormentan dentro de nuestro cuerpo.

Eran cerca de las 16 horas cuando llegamos a Sídney, las calles eran limpias y el día estaba soleado. Cuando se despertó el Pajarraco, a las 15 horas, casi le da un ataque, quería saber porqué había llorado, amenazó con no moverse de Barka hasta que hablara. Lo cual era ridículo, teníamos que salir de ahí lo más rápido posible, podían estar buscándonos. Le respondí que era un asunto personal y que no quería compartirlo con él. Pareció entenderlo y se puso a ordenar todo, refunfuñando en voz baja. Inmediatamente tuve cargo de conciencia porque Anky podría trabajar de doble agente, y si nos atrapaban porque yo no confiaba en el Pajarraco lo suficiente para contarle de mi tía, no me lo perdonaría. Dos minutos después de estar revolcándome en la culpa le conté de la visita, dejando afuera la parte que hablamos de él. Quería compartirlo cuando estuviéramos en el taller, de esa forma todos observaríamos su reacción y no contaría con tiempo para formular una historia. Estaba cada vez más paranoica, Claus estaría orgulloso. El hecho de desconfiar de cada persona que conocía era desgastante. El mundo sería un lugar mejor si todos actuaran a partir de lo que sienten, y no en función de lo que creen que los demás esperan de ellos.
Blass dijo que recordaba a Anky y la vena de su sien comenzó a latir con fuerza y se hinchó, apretó con fuerza los dientes marcando aún más su mandíbula. Fuera lo que fuera que pasó entre ellos no era amor perdido. Quería irse inmediatamente de Barka, sin despedirse. Estuve en contra de ese plan, si en seis horas no habían atacado era poco probable que lo hicieran en los próximos cinco minutos. Además, nos despediríamos de nuestros salvadores, no huiríamos como ladrones sin honor. Nos invitaron a volver cuando quisiéramos, no aceptaron nuestro dinero, nos dejaron bien en claro que era una ofensa ofrecer dinero, les pregunte si podía ofrecerles un tesoro a cambio de su hospitalidad y aceptaron una piedra preciosa, un rubí del tamaño de una uva. Nos alejamos caminando y en una playa alejada le tome la mano a Blass y viajamos en el viento hasta Sídney.
Llegamos a un parque, Blass miró hacia el sur y sonrió con felicidad. Dos segundos después Dukh se posó en su mano, me saludó con su alita y se metió en su piel. Parecía un tatuaje de acuarela, solo los bordes en negro y muchas manchas de colores en su piel, parecían luminosas, como luces de colores en su piel. Estaba hermoso, el tatuaje, no el Pajarraco, bueno… Blass también, pero no lo reconocería en voz alta.
Los ojos del Pajarraco cambiaron sutilmente, como mirando algo muy alejado, perdido en el espacio. Su sonrisa se ensanchó, nunca entendería por completo la relación que tenían esos dos. Pero se veía a simple vista que eran uno parte del otro. A mis pies apareció mi pequeño fénec, me sonreía e inclinó la cabeza para mirarme, estaba tan adorable.
— ¿Dónde están Ornella y Bastián?
—En un café frente al parque, en el lado norte —respondió el Pajarraco.
Le estaba preguntando a mi pequeño Bowie, pero obtuve la respuesta de todas formas. Me arrodillé al lado de mi mascota, le acaricié la cabeza y le dijé:
—Es importante que te mantengas invisible, las personas comunes no tienen que verte porque llamas la atención.
El asintió, solo sus ojos estaban visibles, unos segundos después ellos también desaparecieron. Nos encaminamos hacia el norte, evitando llamar la atención. El sol brillaba, el día era hermoso, las personas caminaban sin prisas, las calles soleadas invitaban a caminarlas. Eran un gran contraste con mi estado de ánimo. Quería golpear al día en la cara, ¿Cómo osaba ser tan bello cuando yo me replanteaba ocho años de abandono? Son muy pocas veces las que reniego de mis poderes, y menos aún son las ocasiones que los utilizo para beneficio personal. Pero la tentación de nublar el día y hacer llover era demasiada. Claro, solo nublaría un kilómetro cuadrado, y lloviznaría, pero me sentiría mejor… hasta que recordé que afectar el clima afecta todo el mundo, y los seres vivos que viven en el. Así que dejé al estúpido día soleado y feliz mientras refunfuñaba por dentro y evitaba a toda costa reflexionar sobre mi tía.
Llegamos al café, Ornella y Bastián estaban en una linda mesa, muy sonrientes, descansados y aparentemente de vacaciones. Ornella saludó con su mano, haciéndose notar. Actuando como si nos estuvieran esperando. Pensándolo mejor, nos estaban esperando. De igual forma, actuaba como si estuvieran de vacaciones. La mejor forma de pasar desapercibido es llamar la atención, si estas de vacaciones las personas no se fijan en ti.
—Hola, que lindo que los trata la vida —dije, e instantáneamente Ornella se dio cuenta que no estaba bien, que algo me pasaba.
Tardó menos de dos segundos en cruzar los cinco metros que nos separaban y abrazarme. Me reconfortó muchísimo, la quería tanto. Me susurró al oído «Si te hizo llorar, tose y lo mato, después vemos como nos ocupamos del hermano». Me reí con fuerza, lo necesitaba, si no liberaba la tensión me consumiría hasta explotar en el peor momento. Cuando terminé de reír, seguía con los brazos de Ornella en mis hombros, me alejé y le dije:
—Hable con Anky, y no quiero ni pensar en eso.
—Oh, mejor nos sentamos y bebemos un rico cappuccino o un chocolate.
Asentí con la cabeza, y dejé que me guiara a la mesa, evitando que la humedad que se acumulaba en mis ojos cayera. Bastián miraba con el ceño fruncido.
— ¿Qué le hiciste? —preguntó el Lobo, mirando mal a su hermano.
—No le hice nada —se defendió el susodicho.
—Mejor nos calmamos todos —interviné antes que se pusieran a pelear—, no llamemos la atención, no se olviden que somos turistas.
Todos dibujamos una sonrisa en la cara, la mía era algo forzada, la de Ornella casi parecía psicópata, el Pajarraco parecía disfrutar y no tener ninguna preocupación, mientras que a su hermano los traicionaban sus ojos. En ellos se veía que no estaba para nada feliz, saqué mis gafas de sol de la mochila y se las pasé. Él levanto las cejas en modo inquisitivo.
—Hay guerra en tu mirada —respondí—, debemos pasar desapercibidos.
Se colocó los lentes de aviador, debo aceptar que le quedaban mejor que a mí. O me leyó la mente o sabía cómo le quedaban porque su sonrisa se trasformó en petulante.
—Gracias por las gafas Princesa, perdí las mías en la última misión.
—No te las regalo —me apresuré a decir.
—Claro que no —dijo con socarronería—, pero quizás se me olvide devolverlas.
—Claaaro —repliqué, estirando la a—, y quizás a mí se me olvide sacar el polvo de hadas de las cosas.
— ¿Qué polvo de hadas? —preguntó sin rastro de sonrisa.
—El que tengo guardado en el taller —dije con inocencia¬¬—, a veces vuela solo, y se esparce un poco por todo el lugar. Como recordamos perfectamente el efecto que tiene en ti, acordamos con el grupo limpiarlo antes que llegues la próxima vez que pase…
—Eso es chantaje Chispita, es muy poco propio de tu persona.
—JA, JA, JA ,JA, JA, JA, JA —Ornella alargó una carcajada.
—Hey, no chantajeo a todo el mundo —dije respondiendo a la risa de Ornella.
—La Banshee del norte de África, los elfos del Golfo de México, los duendes del Tenerife, los lunáticos de Boston —comentó ella contando con los dedos—. Y podría seguir.

>< >< ><

Muy buenas noches queridos lectores, aqui esta la primer parte del capítulo 16.

Espero que les guste, nos leemos luego

Yoyo.

Estrellas Fugaces y Fuego NegroWhere stories live. Discover now