4: Atrapa al Topo.

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Nota de la autora:

Hola y feliz Navidad, espero que la puedan pasar con sus personas queridas. Les dejo un capitulo de esta historia como regalito de Papá Noel.

Si quieren que les dedique un capítulo me lo pueden pedir y lo haré. Gracias por leerme.

Yoyo

***

Llegamos a la celda sin incidentes, salvo por el hecho que en el ascensor me seguía tocando disimuladamente la mano. Cada vez se acercaba más a mí, me fui corriendo hasta que me topé con la pared del ascensor, el Pajarraco se reclinó contra mí, el muy bastardo lo hacía a propósito.

—Ya estás sano y salvo en tu habitación —comentó Tobías, suspiró y añadió en tono dubitativo—, puedes contar conmigo para lo que necesites —Sorpresa, sorpresa, la relación de esos era más estrecha de lo que parecía a simple vista—. Ahora debo marcharme.

—Muchas gracias Tobías —El susodicho se fue, cerrando la puerta con suavidad.

El Pajarraco me miró intensamente, dio un paso en mi dirección, luego otro. Me estaba acechando.

—Alto ahí Pajarraco —proclame con voz firme—. Tengo unas hermosas boleadoras, que conoces de cerca —la comisura de mi boca se elevó sin permiso—, las conoces íntimamente —frunció el ceño y se detuvo.

—Solo quiero hablar —titubeó, alargando la mano para tocarme.

—Tocar no es sinónimo de hablar —dije con suficiencia.

—Está bien, siéntate en la cama, yo me sentaré en el suelo, ya que es el único mueble de la habitación —suspiró dramáticamente— Por suerte hay un cuarto de baño, de lo contrario la situación iba a tornarse muy incómoda rápidamente.

— ¡Por supuesto que no! —Exclamé indignada— yo me siento en el suelo, tú te recuestas en la cama.

—No —su voz era helada. Si quería jugar una competencia de terquedad le iba a ganar por goleada.

—Ya sé que te cuesta horrores, pero razona antes de desestimar mis sugerencias —dije con fingida paciencia—. Nadie puede verme, exceptuando vos, si te sentas en el piso y entra alguien, creerán que le hiciste algo a la cama. Lo que provocaría una represalia hacia tu persona y un hechizo de defensa hacia mí. Además tu recuperación va a ser mayor si descansas cómodamente.

—Hagamos un trato, te acostas a mí lado y los dos estamos felices. Hay espacio suficiente en la cama, ni siquiera nos vamos a tocar.

Si, por favor.

—No —expresé con firmeza—, no hay negociaciones. Te guste o no, las cosas son como yo diga. Estás en desventaja, yo soy la que puedo entrar y salir libremente de la celda, y soy la que tiene armas en su poder. Ahora te vas a comportar como una persona civilizada, te tumbas en la cama y tendremos una agradable charla.

—Quiero que quede asentado que no es mi idea, y no estoy para nada de acuerdo con la distribución de lugares —reprochó indignado—, ¿Por qué insistís en hacer la cosas a la manera difícil?

—Es la única manera que sé hacerlas —contesté con total sinceridad.

Acomodó las almohadas, se recostó en la cama. Me senté en el suelo usando la pared de respaldo. Giró su cabeza para poder mirarme cómodamente.

—Una pregunta por una pregunta, total sinceridad. Puedes negarte a responder, pero no mentir —No dijo nada de omitir, significaba que no estaba dispuesto a contarme todo, pero dos podían jugar al mismo juego—. Cuando nos neguemos a responder una pregunta tenemos que aclarar por qué, y el que preguntó tiene derecho a preguntar otra cosa en su lugar —me miró intensamente—. ¿Estás de acuerdo?

Estrellas Fugaces y Fuego NegroWhere stories live. Discover now