Capítulo 17

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El resto del día no supe nada de mi padre ni de Anthony, por un lado me alegraba y por el otro me mantenía en total alerta y nerviosismo. Y era imposible no mirar a mí alrededor y caer en la paranoia de que pueden aparecer en cualquier momento.

Por esa causa el resto del día pasé con Stephane en su hogar, en Helheim. Y por lo que sabía ellos no pisarían este lugar, por la amenaza constante de los Jotuns; y porque sería como una traición a Alfheim.

Eso significa que estoy escondida y traicionando.

Sin embargo, algo en mí me alerta que Anthony sí sabe de mí paradero, y puedo decir que mi padre también, y no es porque sea obvia sino que no tengo otro lado a donde ir.

En Midgard no pertenezco y donde pertenezco me obligar a hacer algo que no quiero.

En este momento me siento sin rumbo alguno.

Y aunque la sonrisa que llevo en el rostro no ha desaparecido en todo el día, me siento fuera de lugar; porque aunque tenga a Stephane a mi lado en este momento siento que me falta algo, al muy esencial.

Siento que perderé muchas cosas si consigo tenerlo todo.

Por el tiempo que llevo en la casa de Stephane calculo que ya ha anochecido en Midgard.

Stephane ha ido a Midgard mientras dormía una siesta y ha traído algo de comida, en este momento se encuentra dándome la espalda y preparando algo para cenar.

Los músculos de su espalda y de sus brazos se contraen en cada movimiento y no puedo dejar de pensar que esa es la vista más magnifica que tuve en mi vida.

Da media vuelta y me mira sonriente, sonrió junto a él. No podría hacer otra cosa, el me hace inmensamente feliz.

Vuelve junto a mí con un plato en su mano derecha, ha hecho sándwich para mí.

-Es lo único que sé hacer -dice mientras toma asiento al lado mío y me besa en la mejilla.

-No importa, muchas gracias -le sonrió y le beso, esta vez en la boca.

Devoro lo que el preparo en pocos minutos, en verdad estaba famélica.

Stephane me observa en silencio, no me siento nerviosa ante su mirada fulminante, quizás porque él me mira de esa manera todo el tiempo y ya se ha hecho costumbre.

Al acabar dejo el plato a un lado y vuelvo a encarar al pelirrojo que me roba el aliento.

El me toma en sus brazos y deposita un tierno beso en mis labios.

- ¿Estuvo rico? -pregunta, susurrando.

Me sonrojo levemente.

-Delicioso- respondo.

El sonríe de forma arrebatadora y yo solo me sonrojo mas.

- ¿Ya te dije que cuando te sonrojas te ves encantadora?

Me sonrojo aun más.

-Creo que ya lo has mencionado.

-Tu rostro ahora mismo está del mismo tono que mi cabello -agrega, divertido.

-Cállate -digo, aun mas avergonzada.

El solo se ríe y yo hago lo mismo, nos quedamos en silencio, solo mirándonos a los ojos. En este momento las palabras sobran, solo importa el amor que nos transmitimos.

Y en momentos como este me doy cuenta de lo maravilloso que es el amor, cuando con una mirada, el hecho más insignificante, puedes entregar el más sincero amor.

Alma Guerrera EN REVISIÓN Y EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora