Capítulo 13

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La alarma sonó y abrí lentamente los ojos.

Mire el techo blanco y recordé el raro sueño que tuve; cosas como que era una princesa elfo.

Un sueño bastante raro. Y en el también estaba Stephane, no es como si fuera la primera vez que sueñe con el, pero la situación en que estábamos era rara.

Puse ambos pies fuera de la cama y con un poco de esfuerzo, y para matar la pereza, me levante de la cama.

Me dirigí al baño a ducharme para luego prepararme para el instituto.

Al vestirme completamente y trenzarme el cabello mi vista divago por toda mi habitación, hasta que algo me llamo la atención.

Encima de mi mesa de noche reposaba un libro forrado en cuero marrón; fruncí el ceño al no recordar de donde había salido.

Hace semanas no iba a la biblioteca a prestar algún libro y este que esta allí no es de mi pertenencia.

Un presentimiento pasó por mi mente.

Agarre el libro con manos temblorosas y la abrí.

Mis ojos se abrieron como platos y el libro cayo al suelo.

Las letras, las imágenes; eran como en mi sueño.

Maldita sea, no había sido un sueño, era real.

Me senté en la cama y oculte mi rostro con mis manos; sin darme cuenta las lagrimas caían de mis ojos, una tras otra.

Esto es imposible, no puede ser verdad.

Mi vida ha sido una completa farsa, mi existencia, mis creencias. ¡TODO!

Yo soy una jodida farsa, y eso es doloroso.

Cuantas veces me creí rara siendo que no soy una simple humana, soy una elfo.

Y no lo puedo creer completamente.

 Al bajar a la cocina encontré a mi padre, pero como aun estaba enojada con el; no le dirigí la palabra, aunque tuviera millones de preguntas que tal vez el podría contestarme.

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Camine con lentitud por el ancho pasillo del instituto, no porque quisiera llegar tarde a clases, si no porque aun no quería mirar a los ojos de Stephane y que estos me confirmaran que todo es real.

Pero tengo que enfrentarlo, aunque eso me vuelva literalmente loca.

Lo vi, con su cabello cobrizo que tanto lo caracterizaba, recostado como cada mañana por la puerta de mi casillero.

—Hola —le digo sin mirarlo directamente a los ojos.

Siento que si lo miro, me derrumbare.

—Hola Michelle —me responde con cordialidad mientras se aparta de mi casillero para que pueda abrirlo.

Saco algunos libros y vuelvo a cerrar el casillero, volteo hacia el quien me mira impasible, tan sereno como siempre. Nuestras miradas se conectan en ese momento como si nuestros ojos hablaran por nuestras bocas.

—Necesitamos hablar sobre lo de ayer. —anuncio y el asiente con la cabeza.

—Se que es difícil de asimilarlo. —dice Stephane. —Pero todo es verdad, yo nunca te mentiría.

—Ese es el problema.

— ¿Por qué? —pregunta y frunce el ceño en confusión.

—Ayer parecía que no tenía ningún problema o confusión acerca del tema —digo y aspiro con brusquedad. — No se como lo hiciste pero no fue difícil de asimilarlo, pero al despertar esta mañana y recordar que no era un sueño, me aterre, porque se que todo lo que me has dicho es verdad, que no mientes y eso... me aterra. —termino diciendo.

Alma Guerrera EN REVISIÓN Y EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora