EPÍLOGO

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Cuando lo vi supe que era él,

El hombre que llegaría para sanar las heridas,

Para apagar el fuego en mi interior,

Para hacerme amar, y para amarme.

Lo supe desde que aquellos ojos se posaron en mí.

Él me reclamó como el amor de su vida,

Y yo lo reclamé como el mío.

— ¡León! —gritó Alondra e hizo una mueca, está vez el vestido no cerraba, otra vez había subido de peso. Comer pizza, dulces y los postres que su enamorado hacía siempre la estaba engordando, y él parecía encantado. No quería volver a lo mismo, pero cada que se mostraba incomoda decía que se veía hermosa, dulce y follable. ¿Qué podía decir? Su novio era un romántico.

Jadeó molesta y se giró viéndolo de pie en la puerta llevando una playera con mangas color blanco, unos pantalones oscuros y sus botas. Se veía guapísimo que todo el enojo se evaporó y terminó sonriendo como una lela. Su cuerpo reaccionaba de una manera peligrosa, sus braguitas nuevas se habían mojado y sus pezones se habían endurecido otra vez.

—Te odio —lo acusó molesta y León sonrió acercándose, tenía algo de harina en sus mejillas y la joven se echó a llorar—. ¡Voy a engordar y tú no me querrás!

—Pero fiore, si tú estás hermosa. ¿Cuál es el problema? —se colocó frente a ella y pasó su nariz por su cuello recogiendo su aroma, Alondra recién había salido de bañarse y el olor del jabón mezclado con su aroma personal lo volvía loco. Quería seguir bajando, tanto hasta enterrar su nariz en su sexo, recoger su aroma y tal vez dar una probadita allá abajo—. Me vuelves loco.

—Y no quiero imaginar cuando salga embarazada, seguro estaré como una ballena —se quejó, seguramente en poco tiempo le vendría su regla, así se ponía, con las hormonas vueltas locas, y solo los mimos de su novio y las tazas de chocolate caliente podían calmarla. Al ver que no hablaba se giró y lo vio estancado en el lugar que lo había dejado, la miraba con los ojos brillosos, León terminó sentándose en la cama sin dejar de verla—. ¿Qué pasa?

— ¿Quieres tener hijos conmigo? —susurró con la voz entre cortada, Alondra se quedó callada viendo sus ojitos brillar y sus labios temblar. Llevaban dos años de novios, se habían mudado hace cinco meses, ambos habían comprado un pequeño departamento lejos del centro de la ciudad, cerca del departamento de Caro, ambas amigas no podían estar lejos por tanto tiempo. Habían luchado tanto por eso, por lo que tenían.

Su padre se había metido y había dejado de ayudarla con los estudios, y con el trabajo que tenía, la chica no podía reunir para fin de mes, al final León terminó ayudándola aunque Alondra se quejaba, pero se lo agradecía tanto. Había renunciado a su trabajo y ahora era mesera en la pizzería de su novio y cuñados, ganaba un poco más y pasaba más tiempo con su nueva familia, porque eso eran ellos. Caro ahí también trabaja y le quedaba cerca de la universidad, en medio año ambas se graduarían y empezaría la segunda aventura, Caro tenía planes de viajar y Alondra igual, ¿Lo mejor? León iría con ella, era todo lo que necesitaba. Su mejor amiga y al amor de su vida.

Amaba la vida que estaba formando con él, los almuerzo en la terraza y las discusiones porque a veces León tenía la costumbre de dejar la ropa tirada por cualquier lado, odiaba a veces que fuera celoso, que discutiera con muchachos que la miraban en la calle, lo entendía, porque ella se ponía igual cuando iban al supermercado y las mujeres lo veían, y terminaban preguntándole a ella como se llamaba, creyendo que Alondra era la hermana. Como el día de ayer, había aguantado tanto que terminó por explotar.

Doce para las diez (+18) TERMINADAWhere stories live. Discover now